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rata

09/08/2025@07:37:00

Navegar por un río ofrece siempre la posibilidad de disfrutar de paisajes y momentos hermosos. Realizar esta actividad en el Ebro, mientras atraviesa la provincia de Burgos y sus impresionantes desfiladeros y gargantas, es una experiencia emocionante que, sin duda, proporciona mucho más que vistas únicas, incluyendo la oportunidad de observar halcones peregrinos y buitres leonados anidando en estos entornos.

(Un texto autobiográfico de Miguel Delibes)

El texto de Delibes está incluido en Mi vida al aire libre (Memorias deportivas de un hombre sedentario). Fragmento del capitulo III. Barcelona, Ediciones Destino, 1989. Colección Áncora y delfín, núm. 638); publicado con antelación en un libro para niños (Valladolid, Miñón, 1988).

Don Quijote ha decidido hacerse pastor: al no poder seguir imitando el modelo de vida de los héroes de la novela de caballerías –según la promesa hecha al Caballero de la Blanca Luna de abandonar, al menos por un año, las armas y retirarse a su lugar de origen–, el hidalgo manchego opta por convertirse en uno de esos idealizados pastores que consagraron literariamente no solo Garcilaso de la Vega en sus Églogas, sino también la novela pastoril renacentista. Y don Quijote está convencido de que a ese mundo pastoril se van a incorporar, además de Sancho Panza y la mujer de este, el bachiller Sansón Carrasco, maese Nicolás el barbero, y hasta el cura, «que es alegre y amigo de holgarse».

Que Cervantes escribiera El Quijote –con el que cierra el ciclo de las novelas de caballerías, que tanta difusión tuvieron, con Amadís de Gaula a la cabeza-; y que abriera el camino a la novela moderna -con sus doce Novelas Ejemplares- en modo alguno oscurece su talento como poeta, pese a sus célebres versos pertenecientes a El viaje del Parnaso (1614) -en los que parece dudar de su capacidad como poeta-: Yo que siempre trabajo y me desvelo / por parecer que tengo de poeta / la gracia que no quiso darme el cielo. Con independencia de esta obra poética, es en su producción narrativa donde vamos a encontrar excelentes manifestaciones poéticas, que permiten situar a Cervantes como poeta junto a los grandes poetas barrocos, llámense estos Quevedo, Góngora, Lope de Vega…

Como todo caballero andante, Don Quijote debe estar enamorado de una hermosa mujer, que tiene siempre en el pensamiento cuando inicia cualquiera de sus aventuras (y a ella alude, por ejemplo, en estos términos: “¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura” (primera parte, capítulo XXV). Pero en verdad, la dama de sus sueños -Dulcinea del Toboso- no pasa de ser una sencilla campesina -Aldonza Lorenzo-, de la que Sancho Panza, desde su visión rústica de la realidad, elogia sus virtudes como mujer que pertenece a su misma condición social; una mujer que contrasta con la visión idealizada de Don Quijote. Merece la pena recordar este fragmento (primera parte, capítulo XXV), en el que Cervantes, echando mano de fina ironía, descubre quién es Dulcinea del Toboso: la hija de Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales:

"Juan Ramón Jiménez y las drogas" es un ensayo publicado por El Desvelo que revela una faceta a menudo ignorada del famoso poeta de Moguer. En este trabajo, Jonás Sánchez Pedrero sugiere que la adicción al opio y los años de tratamientos médicos que experimentó Juan Ramón Jiménez tuvieron un impacto directo en su sensibilidad artística y en ciertos rasgos distintivos de su obra.

Miguel de Cervantes

Quisiera yo, si fuera posible, lector amantísimo, escusarme de escribir este prólogo, porque no me fue tan bien con el que puse en mi Don Quijote, que quedase con gana de segundar con éste. Desto tiene la culpa algún amigo, de los muchos que en el discurso de mi vida he granjeado, antes con mi condición que con mi ingenio; el cual amigo bien pudiera, como es uso y costumbre, grabarme y esculpirme en la primera hoja deste libro, pues le diera mi retrato el famoso don Juan de Jáurigui, y con esto quedara mi ambición satisfecha, y el deseo de algunos que querrían saber qué rostro y talle tiene quien se atreve a salir con tantas invenciones en la plaza del mundo, a los ojos de las gentes, poniendo debajo del retrato:

Una propuesta de lectura de un largo episodio del "Libro de Buen Amor" en tiempos de Carnaval y Cuaresma: la batalla de don Carnal y doña Cuaresma
Los "ejércitos" del Arcipreste de Hita -con don Carnal y doña Cuaresma al frente- cabalgan de nuevo.

:Rata_ publica el segundo volumen de los diarios de Sanmao, donde narra su estancia en Canarias junto a su esposo José Quero. Son historias en las que la autora profundiza en su relación de pareja y relata la vida que lleva en las islas: el paisaje, los amigos, los viajes de descubrimiento y su trabajo como articulista ya conocida en Taiwán. También la tragedia que marcará su vida para siempre, la muerte de José, tras la cual viajará a Segovia, Oviedo y Madrid.

(Cómo ensartar refranes en boca de don Quijote)

Esto diciendo, se entró por medio del escuadrón de las ovejas y comenzó de alanceallas con tanto coraje y denuedo como si de veras alanceara a sus mortales enemigos. Los pastores y ganaderos que con la manada venían dábanle voces que no hiciese aquello; pero, viendo que no aprovechaban, desciñéronse las hondas y comenzaron a saludalle los oídos con piedras como el puño.

"A océanos de distancia" es la tercera novela histórica que publica Elena Bargues en la editorial Pàmies. Se centra en la Manila de finales del siglo XVIII donde se mantenía un próspero negocio con la ciudad de Nueva España Acapulco.

(Una reflexión ética)

Unamuno publica la Vida de Don Quijote y Sancho en 1905 [1], “coincidiendo por acaso, que no de propósito, con la celebración del tercer centenario de haberse publicado por primera vez el Quijote. No fue, pues, una obra de centenario.” -según afirma el autor en el Prólogo a la segunda edición, en enero de 1913-.

Es necesario llegar a Benito Pérez Galdós (1842-1920) para que se restaure nuestra tradición novelística. Cuando Pérez Galdós publica su primera novela, La fontana de oro [1] -que parece preludiar los Episodios Nacionales-, no se habían escrito aún ni Pepita Jiménez [Juan Valera, 1874], ni Las ilusiones del doctor Faustino [Juan Valera, 1875], ni El escándalo [Pedro Antonio de Alarcón, 1875], ni Sotileza [José María Pereda, 1885], ni Peñas arribas [José María Pereda, 1885]”. Porque, en efecto, Pérez Galdós es nuestro mayor novelista después de Cervantes, y puede emparejarse con cualquiera de su siglo (Dickens, Balzac, Zola, Flaubert, Doistoievski o Tolstoi); y pocos novelistas europeos -más bien ninguno- pueden competir con él en capacidad creadora: así lo atestiguan los cerca de ocho mil personajes producto de su rica inventiva; unos personajes que sorprenden por su variedad y por su caracterización psicológica, que permite comprobar el interés que el autor siente por su condición humana.

[“Monipodio”]

Llegóse en esto la sazón y punto en que bajó el señor Monipodio, tan esperado como bien visto de toda aquella virtuosa compañía. Parecía de edad de cuarenta y cinco a cuarenta y seis años, alto de cuerpo, moreno de rostro, cejijunto, barbinegro y muy espeso; los ojos, hundidos. Venía en camisa, y por la abertura de delante descubría un bosque: tanto era el vello que tenía en el pecho. Traía cubierta una capa de bayeta casi hasta los pies, en los cuales traía unos zapatos enchancletados; cubríanle las piernas unos zaragüelles de lienzo, anchos y largos hasta los tobillos; el sombrero era de los de la hampa, campanudo de copa y tendido de falda; atravesábale un tahalí por espalda y pecho, a do colgaba una espada ancha y corta, a modo de las del perrillo: las manos eran cortas, pelosas, y los dedos, gordos, y las uñas, hembras y remachadas; las piernas no se le parecían; pero los pies eran descomunales, de anchos y juanetudos. En efecto, él representaba el más rústico y disforme bárbaro del mundo. [1]

Don Quijote de la Mancha

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto de ella concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entre semana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que de este caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba «Quijana». Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración de él no se salga un punto de la verdad.

La novela La última canción de Alice Wren del escritor vallisoletano Jesús Salviejo ha resultado ganadora del XIV Premio Wilkie Collins de Novela Negra de M.A.R. Editor. La última canción de Alice Wren se ha impuesto entre un total de 458 obras procedentes de 31 países. Se trata de una historia ambientada en el Valladolid del confinamiento y en sus peores tramas delictivas.