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eduardo ortega y gasset

26/07/2021@12:00:00

Supongo que se habrán enterado de que se acaba de cumplir el centenario del Desastre de Annual y, claro, de las largas y hondas repercusiones que aquella matanza de soldados españoles tuvo en la política y, como consecuencia, en la historia del país. Valga recordar que la más inmediata fue, ante la divulgación desde las Cortes del escarnecedor “Expediente” del general Picasso, el pronunciamiento y luego dictadura del capitán general de Cataluña —por cierto, especialmente alentado por la patronal del Principado; esa misma que ahora figura tanto en los periódicos—, Miguel Primo de Rivera. Tal hecho no solo concluirá con la llamada Restauración, iniciada por Cánovas en 1875, sino hasta con la monarquía que había repuesto. Pues Alfonso XIII —como estos días les habrán recordado las crónicas— estaba desventuradamente unido a las improvisaciones y chapuzas que propiciaron aquella sangría y, por descontado, se convirtió en tan adepto a la autocracia proclamada como salvavidas por aquel simpaticote general jerezano, que su trono no pudo sobrevivirla.

El siglo diecinueve terminó con la pérdida de las últimas colonias de ultramar: Puerto Rico, Cuba (con el hundimiento del acorazado Maine que sirvió de casus belli para el inicio de la guerra hispano-estadounidense) y Filipinas (con el asedio y resistencia valerosa en la iglesia del pueblo de Baler durante 337 días). El Desastre del 98 puso de manifiesto el problema nacional. La clase política y la sociedad entraron en un estado de desencanto y frustración.
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