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Paisaje nevado en el río Duratón
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Paisaje nevado en el río Duratón (Foto: Maudy Ventosa)

EL ARTE DE ANIMAR

Si el Divino Agustín de Argüelles levantará la cabeza, que no la levantará porque era un masón cabezón y no creía en esas cosas, le daría un parrús. Nos lo cuenta Azucena del Valle nevado en "El arte de animar". La iluminación de su barrio es más fea que David Bisbal cantando "Mi burrito sabanero". Ya podría aprender el alcalde de Madrid del de Vigo a la hora de poner luces. Y luego dicen que Madrid es la locomotora económica del país. Pues, ¡cuidado! no vayamos a descarrilar con un maquinista como este que no llega ni a los pedales.

- ¡Cómo me gusta la gente que sabe animar a los demás a costa de machacarlos, Puri!

- Es todo un arte, pequeño saltamontes. Estamos rodeados de tantas desgracias que a poco que prendas hebra con cualquiera, te enteras de todos los males que acontecen en el barrio. Del propio que te interpela, primero, y después de su familia y conocidos.

- Nunca olvidaré el caso de una madre que perdió a su hija, joven, tras un largo sufrimiento, y una vecina para acompañarla en su dolor le dijo, ¡Menos mal que no ha sido la mía que tiene tres retoños! Como si no haber parido fuese una ventaja para mitigar el desgarro de la primera. Todo un despropósito, aunque lo dijera sin maldad.

- Es que no lo hay como la mano izquierda para animar al desvalido. ¡Por supuesto que hay mucho sufrimiento! Pero el ajeno no mitiga el tuyo a pesar de que entiendas que otros están peor, Vani.

- También me encantan los que dicen, cuando tienes un accidente o una enfermedad, ¡tienes que dar gracias! ¡Podía haber sido mucho peor! ¿No te jode? ¡Gracias da tú, que estás bien! ¡Yo estoy hecha polvo!

- Ay, colega, entiendo que cuando estés de bajón no seas buena compañía, pero animarte a base de los males ajenos, tampoco es. Por eso es mejor decir siempre que estás de puta madre. Así te ahorras enterarte de que el otro está peor. ¿Cómo estás? ¡Ay hija, si yo te contara, yo sí que estoy mal… ¡

- Pues eso, a no decir ni mú y sonreír a todo. Ahora que la ciudad está llena de luces que transmiten alegría, vamos a ver si nos dejamos contagiar por esa magia…

- Otro despropósito. Ayer vi por primera vez las de mi barrio y no pueden ser más feas y chabacanas. A ver, señor alcalde, ¿por qué nos tocan siempre las más horrorosas? Si ya hemos conseguido olvidar las del año pasado, éste, nos vuelven a castigar con otras aún peores. ¡Qué hemos hecho!

- Y digo yo que habrá mentes creativas finas en una ciudad tan grande como Madrid…

- Eso, tía, ¿quién elige las nuestras? Si quieren hundir al personal, que lo digan, pero esto no se hace con la gente que paga impuestos.

- ¡Cien por cien, Puri! Propongo que las próximas navidades nos consulten. ¡Odiamos el feísmo imperante!

- ¡Con lo bonito que está el campo sin necesidad de adornos!

- ¡Y que lo digas, colega! Veníamos con el subidón de disfrutar de las primeras nieves, con los pinos vestidos de blanco como si de un belén se tratara, y los ocres de los árboles que todavía conservaban las hojas… Bonito no, ¡lo siguiente! Llenas de energía para infundir alegría al personal alicaído…

- … Pero nos dimos de hocicos con las luces, y se nos fue el ánimo de golpe.

- Por eso, aviso a navegantes, que no me pregunten cómo estoy, me voy a decaer cuando me venga en gana y me apetezca.

- ¡Póngase las pilas, señor alcalde! ¡No me gusta la iluminación de mi barrio! ¡Ahí lo dejo!

- ¡Cien por cien, tía! ¡Cien por cien!

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