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“Enemigos de Esparta”, de Sebastián Roa

miércoles 29 de agosto de 2018, 01:00h

Quien haya visto la soporífera película de “300” agradecerá el último libro de Sebastián Roa, “Enemigos de Esparta para reconciliarse con la historia, el autor turolense que pone a los espartiatas en su justo lugar. Si en las Termópilas los espartanos lucharon por defender la libertad; un siglo después habían caído en el más duro fascismo, sojuzgando a todas las naciones vecinas. Es, precisamente de eso, de lo que trata esta magnífica novela histórica que ningún lector de este género deberá perderse.

Enemigos de Esparta
Enemigos de Esparta

Sebastián Roa abandona la Edad Media y España, después de su sensacional trilogía Almohade, para viajar hasta el corazón de Grecia. Deja época y tierra hispana para componer una novela con mucho de aventura y de historia griega. El salto temporal no ha podido ser más acertado porque ha hecho que su narrativa contine creciendo de manera más que acertada.

Para escribir su última novela ha tenido que documentarse profusamente, pero además ha realizado un ejercicio de imaginación extraordinario. “Enemigos de Esparta” está basada en hechos reales, con los que ha sido fiel y riguroso pero también ha creado varios personajes que dan a la narración un ritmo muy novelesco y aventurero. Personajes como Prómaco, auténtico protagonista de la novela, Veleka o Agarista dan a la novela una dimensión diferente a los hechos que realmente acaecieron en aquel IV siglo A.C.

Los personajes históricos son variados y notorios, Platón y su Academia son piezas fundamentales en el armazón intelectual de la novela como los son los reyes espartiatas Agesilao y Cleómbroto o los extraordinarios guerreros y dirigentes beocios Epaminondas y Pelópidas, sin olvidar al ateniense Cabrias, sensacional marino, o al mercenario Ifícrates.

Hasta el siglo IV A. C. el mundo tenía la sensación de que los espartanos eran invencibles. Tal era así que Esparta era una ciudad sin murallas. Los espartanos creían en la guerra total, en batallas campales, en la lucha de poder a poder entre guerreros armados con su escudo y su lanza. Fue la llegada de Epaminondas la que revolucionó el arte de la guerra en aquel siglo. La estrategia, a partir de entonces, sería fundamental para el desarrollo de las batallas y fue gracias a ella cuando llegaron las primeras derrotas espartiatas.

Sebastián Roa ha optado por desarrollar su novela de manera temporal con varias tramas que se van alternando en el desarrollo de la narración. En su novela hay historias de amor, tanto homosexual como heterosexual, de venganzas, políticas y, sobre todo, bélicas. Las descripciones que hace de las batallas son extraordinarias, algo que ya sabíamos por sus anteriores novelas.

Seguir a Prómaco durante cerca de veinte años en su búsqueda de un amor perdido o, mejor dicho, robado, que tiene unas características más de Afrodita que de Eros, es una aventura trepidante. El protagonista, cuando se acerca al final de la historia, se da cuenta de que todo lo que creía sobre los hechos que vivió en el pasado tenían una explicación diferente a los que realmente pensaba. El capítulo de su conversación con Antícrates, magnífico soldado espartano, es lo mejor del libro, donde ambos desnudan sus pensamientos y sus sentimientos. El espartiata era, ante todo, una persona de honor que luchaba por la gloria de su ciudad de manera inequívoca y leal.

Acción, traición, amor e intriga son los elementos principales de una novela que se recrea en la soberbia espartana de sus cuadriculadas mentes frente a la incipiente democracia de Atenas y Tebas. No podemos olvidar la crítica que hace el autor de las tres sociedades anteriormente mencionadas y de la de Persia. De las muchas historias que se entrecruzan en la narración cabe destacar la del Batallón Sagrado de Górgidas y Pelópidas. Un singular hecho del que sabe sacar gran partido el escritor que reside en Valencia.

Estamos, pues, ante una novela que nos revela varios episodios históricos poco conocidos, éstos son narrados de manera precisa y virtuosa. Si a ello añadimos el pulso narrativo que imprime Sebastián Roa a su ficción, nos encontramos con una novela que funciona con la misma precisión maestra que un cirujano lo hace en un quirófano. Un cirujano que no deja nada al azar y que hasta el último costurón despacha seguridad y emoción. Una gran novela de un gran escritor que no ha dejado de sorprendernos desde que leímos su primer libro.

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