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El Museo Vasa de Estocolmo
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El Museo Vasa de Estocolmo (Foto: José Belló Aliaga)

El 16 de agosto y el Vasa

Situaciones jocosas

sábado 29 de agosto de 2015, 21:51h

Confieso que no soy supersticioso o al menos eso creo, pero a veces ocurren cosas muy llamativas, curiosas e imprevisibles que siendo, en el fondo, simples anécdotas, son muy impactantes. En un reciente viaje a Escandinavia, estuve en Estocolmo y naturalmente en el famoso Museo Vasa, que conocía de un crucero anterior por el Báltico con escala en la ciudad sueca.

  • El majestuoso Vasa en su museo


  • El autor del artículo con su niki recién estrenado


  • El trolley Valisa Titán gravemente dañado en su línea de flotación


  • La primera y la última silaba de Valisa componen la palabra Vasa


  • Dos grapas, tan inútiles como ridículas, solución brillante ante la rotura del asa del trolley Valisa


El Vasa

La historia del Vasa es tan breve como original. Se trata de un barco cuya vida fue tan efímera como su andadura por el mar, duró exactamente lo que tardó en hundirse tras su botadura, en 1628. Tras más de 300 años en el fondo del mar fue rescatado y se instaló en el Museo que lleva su nombre lo que avala la nobleza y delicadeza del pueblo sueco hacía esta trayectoria tan poco brillante del navío.

Ahora el majestuoso Vasa descansa en su museo.

El Niki
En mi segunda visita al Museo adquirí un Niki con las inscripciones de la citada fecha de 1628 y un dibujo en relieve de la embarcación. Y a partir de ahí, comenzaron los acontecimientos que han originado este articulo.

Al siguiente día estrené la citada prenda y tras desayunar en el hotel en dónde estaba alojado subí en el ascensor hasta la planta 17 introduciendo la tarjeta con el número de la habitación, como medida de seguridad que me parece muy oportuna, pero con la misma tarjeta no pude acceder a mi habitación.

Dos intentos fallidos
Bajé a la recepción para que recargaran la tarjeta, con cierta inquietud porque si había funcionado en el ascensor no entendía muy bien como no había ocurrido así al tratar de abrir la puerta y tras dos intentos fallidos tuvo que subir conmigo la recepcionista, amable, encantadora y muy guapa vikinga que mantuvo siempre su preciosa sonrisa hasta que se le borró al comprobar que el acceso era totalmente imposible.

La avería era importante y tuvo que intervenir el operario de mantenimiento del hotel, Mauricio, un chileno competente y eficaz que comentó que nunca había ocurrido nada igual en su larga trayectoria profesional en la cadena de hoteles Scandic. Y lleva trabajando más de 25 años.

Tras arduos esfuerzos, bajadas y subidas, llamadas telefónicas, unas en español y otras en sueco, pudo finalmente resolver el preocupante problema porque poco después debíamos abandonar el hotel.

El Niki marca el devenir del día
Mientras el eficaz chileno subsanaba la situación advertí que en el Niki recién estrenado, como homenaje al Vasa, figura la fecha de 1628, ya comentada. Los dos primeros números coincidían con el día. Estábamos a 16. El último número, el 8, indicaba que es el mes de agosto. Estábamos a 16 de agosto y el número 2 central indicaba que dos habían sido los intentos, fallidos, para recargar la tarjeta de la habitación por parte de la guapa sueca.

Todo encajaba perfectamente: el Niki recién estrenado iba a marcar, de hecho lo estaba marcando, ya el devenir del largo día 16 de agosto.

Estas son las licencias que se puede uno permitir cuando escribe un artículo.

Regreso a Madrid
Tras un último recorrido por Estocolmo, por la tarde regresamos a Madrid a dónde llegamos ya bien entrada la noche, en el vuelo DY5409.

Al retirar el equipaje facturado comprobamos, en la Sala 1 de la Terminal 1 del Aeropuerto Adolfo Suarez, que un trolley de los nuestros, marca Valisa Titán, que presuntamente no hizo honor a su apellido, fue gravemente dañado en su línea de flotación, - le rompieron el asa- en su primera travesía, en su botadura, ya que lo había comprado recientemente.

Nuestro Vasa
Rápidamente caí en la cuenta que la primera y la última silaba del trolley Valisa componen la palabra Vasa. Estaba claro.

Ante la rotura del asa el personal que lo había manipulado la grapó como solución brillante. Con un par. Me refiero a que colocaron dos grapas, tan inútiles como ridículas.

Reclamación
Fuimos a reclamar al representante de la compañía Norwegian, que era a su vez el de Swissport, quien, con muy malos modos, nos indicó que la compañía noruega consideraba lo sucedido al trolley como “un daño menor” (sic). Pobre Vasa nuestro.

Hicimos gestiones también en Aena, en dónde un amable empleado, respetuoso y cordial nos atendió en un alto entre sus constantes idas y venidas por la Terminal y Sala 1 del aeropuerto.

Presentamos posteriormente una reclamación a Aena sabiendo de antemano que es como un brindis al sol pero además sin sol y decidimos finalmente realizar las oportunas gestiones con la compañía de seguros con la que habíamos contratado una póliza, siempre muy recomendable cuando se realice cualquier viaje.

El ocho de nuevo
Regresamos a nuestro domicilio y de los dos ascensores de que podíamos disponer uno estaba averiado y el otro se encontraba en el piso octavo, y no se movía de ahí a pesar de nuestros vehementes requerimientos.

Tuve que ascender al citado piso 8, como recordatorio cruel de que estamos en agosto, y allí comprobé que la puerta del ascensor había quedado mal cerrada por lo que no podía funcionar.

“El gafe”
Subsanado el problema y ya en nuestro piso, casi de madrugada, ávido de noticias sobre nuestro país, puse la “tele” y como no podía ser de otra manera comprobé que en el canal 2 de Televisión Española proyectaban la película “El gafe”, interpretada por el inefable, enternecedor y siempre recordado por su bonhomía, José Luis Ozores.

Situaciones jocosas.
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