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Catalina Dáshkova: Una princesa rusa, escritora y amiga de Catalina, la Grande

Catalina Dáshkova: Una princesa rusa, escritora y amiga de Catalina, la Grande

lunes 11 de octubre de 2021, 19:08h

Preocupada por el desarrollo de los estudios académicos en su época, Catalina Dáshkova se afanó en lograr reformas educativas. Renombrada filóloga, escribió poemas en francés y ruso, así como obras de teatro.

Nacida Yekaterina Románovna Vorontsova el día de san Patricio de 1743 en la ciudad de San Petersburgo, vivió 66 años; ciudadana aristócrata y filóloga. Se educó en la Universidad Imperial de Moscú y ocupó importantes cargos, de relevancia cultural: miembro de la Academia Alemana de las Ciencias Naturales Leopoldina, así como de la Real Academia de las Ciencias de Suecia, entre otras instituciones de especial y destacado renombre.

Sus circunstancias personales la animaron a participar en la conspiración dirigida contra el zar Pedro III: las consecuencias, conocidas históricamente, encumbraron a Catalina II, la Grande. Ventana hacia occidente durante algunos años.

Ambas, amigas desde siempre, nuestra autora se vio muy favorecida y protegida por el poder que regentaba la fémina real. Le acompaña la fama de intrigante y principal instigadora del sobresalto político. Resaltan sus contemporáneos la capacidad más que meritoria para dirigir y animar al modo de lideresa cualquier movimiento político e ideológico. Quizá su condición social privilegiada ayudó a sentirse respaldada y a practicar una actividad “cortesana” al modo de consejera áulica, mientras se dedicaba a cuestiones lingüísticas y filológicas. Muy interesada por el aprendizaje de idiomas, leía libros extranjeros y contaba con los medio suficientes para su propia formación y para acceder a estadios más elevados y por supuesto, selectos y escogidos. Para algunos documentalistas, su vida se confunde a retazos con la de un personaje novelesco, igual que una heroína salta de páginas literarias a la vida real. Prefiere firmar sus artículos de temática social bajo el seudónimo de “una mujer rusa” y así mantener a buen recaudo su auténtica identidad; fiel observadora desde su atalaya noble, no le duelen prendas en describir cómo vive el pueblo y dedica especial atención a las condiciones de las mujeres para las que promueve una educación igualitaria a la ofrecida a los varones. Muy concienciada por el valor de las palabras, se le encomendó la presidencia de la Academia Rusa de Ciencias, primera mujer en tal cargo, y desde esta tribuna llevó a cabo la publicación del primer diccionario en ruso. Cuando muere su valedora, sufre destierro a pesar de la importante labor profesional e intelectual que desarrolló bajo el auspicio de la finada. Con el ascenso al trono de Alejandro I, va a regresar a Rusia en 1801. Nueve años después, en Moscú, su adorada ciudad por la que siempre sintió un gran apego y nostalgia, acaba sus días dejando títulos de gran repercusión periodística y filológica, hoy referentes para el estudio de las lenguas.

Sobresale su autobiografía en la que detalla pormenorizadamente todos los recuerdos y las vicisitudes de su vida: Mon Histoire. Muy en la línea de la época, intentó la escritura dramática en las obras teatrales tituladas: Las bodas de Fabián y Toisiokov.

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