En este momento histórico-histérico, los dos valen lo mismo. Verbigracia: tienen idéntico rango y caché un diputado motomami que el mejor pico de oro del hemiciclo. Parafraseando (más o menos) el eslogan electoral de Bill Clinton: “Es la democracia, estúpido”. Y es que, para medrar en democracia, un político mediocre solo necesita un buen eslogan. Un “porque yo lo valgo” y que ruede la bola. Con eso y poco más, en este país del “cueces o enriqueces” cualquier indigente intelectual, puede llegar a concejal, a diputado, a ministro y ahí lo dejo.
En política, como en la vida misma, lo difícil no es llegar, lo difícil es mantenerse. Que se lo digan a Irene Montero que tiene más vidas que Terminator Suaseneger. Da igual los pifostios que organice en el ejercicio de su cargo. Además, ella puede llamar “fascista” a quien le lleve la contraria y nadie lo considera violencia política. Pero mucho cuidado con lo que tú le dices. Y vamos al lío sin cachondeos que esto es una declaración de principios: Todas las mujeres exigimos igualdad de derechos, reconocimiento de nuestros méritos y por supuesto, respeto, empatía, deferencia y consideración. Tía, pero no me lo dejes a medias con la ley del sí es sí. ¿Para cuándo la ley de “solo la puntita”?
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