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Galo Abrain
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Galo Abrain (Foto: Juan Moro)

Entrevista a Galo Abrain: "Esa es la narcotización. Esa es la morfina; desentenderte del fondo porque disfrutas del cálido manto de lo superficial"

martes 06 de junio de 2023, 12:11h
"Morfina. Anatomía de una generación sedada" (Editorial Rosamerón, 2023) es la obra con la que debuta el zaragozano Galo Abrain. Un texto reflexivo y acusador, mordaz, a ratos histriónico y sincero como pocos. Abrain, a través de sus propias experiencias, analiza con ojo hipercrítico la actual sociedad neoliberal que le atropella con todas sus miserias: la tecnología, las drogas, el sexo de supermercado o la muerte del amor.
Morfina. Anatomía de una generación sedada
Morfina. Anatomía de una generación sedada

Esta obra difícil de encasillar, a medio camino entre la no-ficción narrativa y el ensayo, es, sobre todas las cosas, cruda. Sin maquillaje. Sin vergüenza.

La sedación de la que hablas, esa morfina, ¿nos la administramos a nosotros mismos para huir del dolor, o nos viene dada y nos hace adictos sin darnos cuenta?

Ambas. El dealer, por así decirlo, es el contorno. Lo que nos rodea nos vende el material y nosotros nos lo chutamos insensatos creyendo que no existen consecuencias. Hay un toma y daca entre una obsolescencia social que te dificulta salirte de la rueda y un sentimiento de realización al zumbar en ella como un hámster puesto hasta las cejas. Si te alejas del amor, si caes en el identitarismo, el victimismo, la literalidad y el exhibicionismo constante vas a tener una compensación automática. Vas de flor en flor pillando el néctar de tu satisfacción sin dar un alto para desentrañar lo que hay detrás. Esa es la narcotización. Esa es la morfina; desentenderte del fondo porque disfrutas del cálido manto de lo superficial.

¿Es posible salir del letargo que la sociedad moderna nos impone?

No. Así de claro. Puedes marcarte un Thoreau o lanzarte a la carrera salvaje como en un relato de Jack London, pero son decisiones límite y Jon Krakauer dio fe de que no suelen salir bien. Ahora, puedes coger las riendas y hacerte consciente de aquellos patrones que aletargan al personal. No saldrás del todo, es inevitable vernos contaminados, sin ir más lejos, por el ego y su obeso apetito, pero tomar consciencia, señalar las pastillitas de la dormidera y reconocer a quienes las consumen es un paso en dirección a la verdad. Morfina aspira a revelar y hacerle una autopsia a esas dosis, con una buena porción de humor y sinceridad.

¿Y quitarnos de encima toda la culpa que nos cubre?

Tampoco. La culpa es, además, un material muy rentable para quien sabe hacerla brotar. No por nada es la piedra angular del negocio de lo divino. Pero, una vez más, cabe la posibilidad de ponerle un post-it con su nombre y una explicación de sus orígenes. Cuando uno conoce el magma de la culpa que lo corroe está mucho más preparado para bregar con ella. Quema ¡claro que quema! pero deja de ser lava y se convierte en roca volcánica con la que es más accesible trabajar. El rollo es bucear en los interrogantes sobre uno mismo y aspirar a un conocimiento elevado. Ya sabes, el principio Socrático de: "El saber os hará libres". Cierto que también te condena a la depresión y la amargura. A más saber, más se destilan los claroscuros. La verdad es un vicio duro, muchas veces inútil, pero necesario.

¿Qué papel juega el amor en este sinsentido socialmente aceptado?

El amor es lo que te permite sobrevivir. Sin amor, lo mejor es que te atajes la sudada vital y te vayas de visita a Villa-Difunto, a ver si te queda algo por ahí. Cada día el amor devoto está peor visto y se lo relaciona con la cancelación, la pérdida de oportunidades y demás expresiones que vienen a significar condena. Principalmente, en el amor romántico. Y lo cierto es que, como señala en El nuevo orden erótico Diego Fusaro, el amor se ha visto enterrado en beneficio de la experiencia de consumo rápida. Le hemos dado a las gallinas la mariscada para ponernos hasta el culo de hamburguesas de un euro que no hacen más que obstruir las arterias y darte una falsa sensación de saciedad. Exactamente lo que más desea el mercado, que no es que generes vínculos duraderos y placenteros sino bocados prefabricados que se vayan sucediendo entre sí sin dejar poso. Todo muy líquido. Un conjunto de relaciones horteras que vistan mucho pero abriguen poco.

¿La profesión periodística te hace más consciente de "la anestesia, de la hipocresía biempensante y la brutalidad que nos caracteriza"?

Yo soy escritor. Escribo. Y donde me dejan escribir cada día para vivir de ello es en los medios, así que me he adaptado a su formato. El reportaje, la entrevista, la columna, etc. Creo que pilotando en ese cielo corres el riesgo de ser rápidamente derribado por varias cosas, entre ellas la gilipollez popular, la censura y, efectivamente, todo lo que mencionas. Pero está en tu mano saber torearlas. Sacar banderillas y hacerte con la plaza bajo tus normas. Con suerte, puedes salir a hombros descubriendo algún pastel o apuntando a alguna diana que había pasado desapercibida con valentía y estilo. Lo que no puedes es dejarte someter por esas balas haciendo oídos sordos cuando te chisten para no caer en ellas.

¿Cómo imaginas un mundo sin esa morfina, un mundo en el que el dolor no pueda narcotizarse?

Un coñazo. Como siempre el problema es el exceso. Necesitamos estrategias vitales para sobrevivir a los cadáveres que nos llueven en tanto que seres conscientes. No es malo querer alejar el dolor, el problema es no ser capaces de enfrentarnos a él. Es terrible barrer bajo la cama la pelusa creyendo que así nos deshacemos de ella. Hay que aprender a convivir con el malestar, mirarlo a los ojos, provocarlo, no dejar que se apodere de nosotros, sin tirarse a una piscina de desentendimiento comatoso. La sola forma de decapitar definitivamente el dolor es darse de baja saltando de cabeza de un sexto, pero ya sabemos que esta vida es una teleoperadora muy hábil y te da muchas razones para no pedir la excedencia total.

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