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Rebeca Argudo
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Rebeca Argudo (Foto: Dani Cardona)

Entrevista a Rebeca Argudo: "Lo que mueve el mundo es el desamor, no el amor"

Autora de "Todos los hombres tristes llevan abrigos largos"
Por Briseida Zenobia
jueves 11 de enero de 2024, 08:07h

No me puedo quitar de la cabeza un estribillo de Carmen París: «Anda que no tiene guasa, lo que a mí me pasa». También la tiene lo que le pasa a la protagonista de "Todos los hombres tristes llevan abrigos largos", de Rebeca Argudo, periodista y novelista de firme convicción: el desamor es comiquísimo, y creencia inquebrantable: en la ficción, cabe todo lo que acepte la imaginación; en la realidad, todo lo que permita la conciencia.

Todos los hombres tristes llevan abrigos largos
Todos los hombres tristes llevan abrigos largos

¿Qué tienes, si algo, contra los abrigos largos?

Nada. De hecho, me encantan. El libro no habla de una aversión por los abrigos largos, ni siquiera se trata de un título descriptivo. Habla más de una sensación de que la tristeza nos supera y nos empequeñece. Quiero aprovechar para mandar un mensaje de tranquilidad a los hombres que llevan abrigos largos: que yo diga que todos los hombres tristes llevan abrigos largos no significa que todos los hombres que llevan abrigos largos sean unos tristes. Apelo a la comprensión lectora y hago un llamamiento a la calma.

Sobre la mesa de la cocina hay un manuscrito esperando a Martín. LÉEME, lee. ¿Hace bien en leer?

Hace bien en leer. Siempre hay que leer. Otra cosa es responder. Pero toda información es importante. Luego ya la gestionaremos como mejor podamos o sepamos. Pero también hace bien en parar si quiere, ojo. Yo he dejado muchas cartas a mitad porque prefería no seguir leyendo por la razón que fuera. Yo estoy muy a favor de la libertad de unos para decir lo que quieran y de los otros para decidir si prestar o no atención.

¿Qué cabe entre la primera palabra y la palabra FIN?

Si hablamos de ficción, cabe todo lo que te deje tu imaginación. Si hablamos de la realidad, todo lo que te permita tu conciencia.

Las confesiones, ¿mejor por escrito?

Mejor con copas.

Los secretos, ¿son la salsa o la tumba de una relación?

Yo estoy muy a favor de no compartir toda la información en una relación. Me parece una falta de respeto y muy egoísta. Porque yo no quiero saberlo todo de nadie ni quiero que lo sepan todo de mí. Necesito mis parcelas privadas, mis pequeños secretos. Y no tiene nada que ver con mentir ni con ocultar, sino con no compartir. Contarlo todo es, de alguna manera, imponer al otro que gestione determinadas emociones o información. Y a mí no me gusta imponer nada y mucho menos que me lo impongan.

Es llamativo lo poco que sabemos de nuestras parejas, lo mal que calibramos nuestras relaciones. Pienso, además, en todas esas historias de vidas dobles en las que uno permanece completamente engañado sobre quién es, qué hace y qué y a quién quiere el otro…

Cada uno gestiona su vida como puede, imagino. No hay un manual de uso y disfrute de la vida. Lo hacemos lo mejor que somos capaces. Y, a veces, hacemos daño sin querer o nos vemos arrastrados en situaciones complicadas. Como no somos maquinitas, que somos humanos e imperfectos y complicados, pues lo difícil es relacionarnos entre nosotros. Y, a veces, por no hacer daño hacemos mucho más y complicamos todo muchísimo. Yo en esto soy bastante benevolente, creo que a veces hacemos más daño por tratar de no hacerlo que por hacerlo. Bastante tenemos con tratar de salir de esto indemnes sabiendo que el final será siempre el que es. La vida no da tregua.

¿Qué hay, o puede haber, de cómico en las historias de (des)amor?

El desamor es comiquísimo. Hacemos cosas loquísimas, no por amor, sino por desamor. El amor, mientras dura, te anestesia. Nos vuelve un poco Filis: todo nos parece precioso, los colores son más brillantes, nos vemos más guapos, la vida nos sonríe… Y de pronto el desamor nos sacude y hacemos cosas que pensamos que nunca haríamos, decimos cosas que no pensamos realmente, reaccionamos de modos rarísimos. Y eso es mucho más cómico que un sol radiante y musiquita celestial. Yo creo que lo que mueve el mundo es el desamor, no el amor.

Se ha definido la novela como «un thriller delirante como el gazpacho de Rossy de Palma, al borde de un ataque de nervios». ¿Te ves en una peli de Almodóvar?

No, no, para nada. Me hace gracia porque todas las comparaciones que han hecho, y que me encantan, son con obras o autores que a mí no me entusiasman. Voy a tener que pararme a pensar en ello. A mí no me gusta Almodóvar y no me gusta El diario de Bridget Jones, ni me gusta Bonjour, Tristesse. No es el tipo de cine que me gusta ver ni los libros que suelo leer. Pero, por lo que sea, al sentarme a escribir yo lo que sale remite a eso. En esa brecha entre lo que me gusta ver y leer y lo que me gusta escribir hay un misterio y voy a tener que descifrarlo.

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