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Miguel Albero
Miguel Albero (Foto: cortesía de la editorial)

Entrevista a Miguel Albero: “Ya nada será igual, proclamamos casi a coro después de la pandemia, y sin embargo ya estamos igual que antes, ya ni nos acordamos”

Autor de “Ya nada será igual"
miércoles 30 de agosto de 2023, 17:16h

Con “Ya nada será igual” el escritor madrileño Miguel Albero se hizo con el XXVI Premio de Novela Ciudad de Badajoz. La obra es una novela negra que tiene un ritmo frenético que transcurre en el Madrid de 2009. El autor consigue un retrato de una sociedad y de una época marcada por la crisis de los mercados financieros. La familia protagonista da un vuelco inesperado cuando el hijo se ve involucrado en la muerte de un indigente.

Ya nada será igual
Ya nada será igual

Miguel Albero ha publicado ya más libros de los que debiera. Tiene en su haber el Premio Gil de Biedma de Poesía, el Premio Vargas Llosa de Novela y el Premio Málaga de ensayo, y con ellos ha conseguido pasar de tener, avergonzado, más libros que lectores, según dice él, a disponer, orgulloso, de más premios que lectores. “Ya nada será igual” ha sido publicado por la editorial Alrevés. En la entrevista, nos da nuevas claves sobre su nuevo premio literario.

Muchos años lleva escribiendo Miguel Albero, que comenzó a darse a conocer con el pseudónimo de Gabriel Lumeo. Afirma tener más libros que lectores y, ahora, con el XXVI Premio de Novela Ciudad de Badajoz, más premios que lectores. ¿Es posible que, con este galardón, se cambien las tornas y empiece a contar con el reconocimiento que merece por parte de los lectores y no solo el de la crítica?

Sí, es verdad que son ya muchos años y demasiados libros. Pero los lectores son, somos, soberanos, no creo que un premio me saque de pobre en ese apartado, de hecho yo no pasaría a leer a un autor porque ganara un premio, igual ejercía más bien de amuleto contra la lujuria. Por otro lado, hay que verle al asunto sus ventajas, al menos no me debo a mi público, como Lola Flores, porque público no tengo.

¿Cuántas veces, a lo largo de la vida, nos repetimos ya nada será igual, y después continuamos sin haber aprendido nada ni cambiar nuestra conducta?

Muchas veces, la última de forma colectiva durante la pandemia, ya nada será igual, proclamamos casi a coro, y sin embargo ya estamos igual que antes, ya ni nos acordamos. Recuerdo que le preguntaron a Norman Foster si habría un antes y un después de la pandemia en la arquitectura, se acabaron los espacios con mucha gente, y él que es perro viejo les recordó que las grandes salas de cine, que albergaban a masas apiñadas en la oscuridad, se construyeron justo después de la mal llamada gripe española. Así que aprender lo justo.

¿Estamos condenados a tropezar con la misma piedra una y otra vez?

Sí, como nos recuerda Ángel González en su poema "Glosas a Heráclito", nada permanece, menos la historia y la morcilla de mi tierra, se hacen las dos con sangre, se repiten. Así que no solo tropezamos con la misma piedra una y otra vez, arrojamos esa misma piedra contra el prójimo, una y otra vez.

¿Una trasgresión moral pasa a segundo plano cuando está en juego nuestra reputación social?

El qué dirán es fuerza poderosa, la salvaguarda de la reputación es causa de muchos crímenes, de muchas trapacerías.

¿Cuando ante una desgracia o una situación adversa nos preguntamos por qué me está pasando esto a mí, en el fondo estamos convencidos de que los demás se lo merecen más que nosotros?

Sí, el ¿por qué yo? es un clásico que se cumple a rajatabla, siempre encontramos a nuestro alrededor a personas que se merecerían mucho más que nosotros las desgracias que nos asolan, ¿por qué yo y no todos ellos? se pregunta el enfermo, aunque lo sea de cirrosis y sea él y no todos ellos quien se ha bebido el Nilo en sus sucesivas crecidas. Yo me destruyo para saber que soy yo y no todos ellos, decía Panero que decía Artaud en el Desencanto.

"Vivimos sobre todo en una sociedad líquida y no es que haya una involución de los valores, es que son de quita y pon"

Su libro refleja una sociedad y una época concreta. ¿Avanzamos o hay una involución cada vez mayor de valores?

Como dijo en su día Oscar Arias, ex presidente de Costa Rica, en una frase que me encanta repetir, el progreso no es inevitable, yo pertenezco a una generación que creció pensando que el progreso era inevitable, en todos los sentidos, y los hechos tercos vinieron a demostrarnos lo contrario. Vivimos sobre todo en una sociedad líquida, como la llama Bauman, y no es que haya una involución de los valores, es que son de quita y pon.

¿Es tan cómplice el que actúa como el que observa impasible sin intervenir?

El uno es autor, el otro cómplice, el que actúa es el responsable, el que calla y otorga peca por omisión, y puede que la culpa no sea menor, porque al final nos arrepentimos más de cuanto dejamos de hacer que de lo que hacemos.

Las nuevas tecnologías están consiguiendo saciar el hambre de protagonismo de muchos que sólo de esa manera encuentran reconocimiento social. ¿Tanto nos estamos equivocando?

La idea de la novela surge de una noticia del periódico de unos adolescentes que le dan una paliza a un mendigo y lo filman. Las nuevas tecnologías nos hacen confundir la imagen con la realidad, y ese proceso de confusión lleva a que quien comete una fechoría la grabe, es decir, que en lugar de ocultar las pruebas del delito, se convierte en el principal suministrador de pruebas contra sí mismo. Si eso no es el reflejo de una sociedad enferma no sé qué lo será.

Su novela es una crítica, una denuncia a la vez ¿A quién se lo dirige?

No hay tanto denuncia como exposición de una realidad que tenemos delante de nuestras narices pero con al que no queremos enfrentarnos.

No hacen muchas razones para matar, puede basta que haga mucho calor

¿Dónde están las raíces de la violencia en personas que, aparentemente, lo tienen todo? ¿Arraigan en lo más profundo del ser humano, independientemente de su clase social?

Camus ya nos enseñó en El Extranjero que no hacen falta muchas razones para matar, puede bastar que haga mucho calor. La violencia tiene un punto hereditario, es mal que tiende a repetirse, el que aparentemente lo tiene todo puede tener esa pulsión por nihilismo, por pura maldad.

La víctima aparece en escena cuando su estado influye en la suerte del agresor. ¿Nuestra sociedad acabará aboliendo el sentimiento de culpa también?

El sentimiento de culpa es una herencia judeocristiana de muy difícil abolición, heredado como la alopecia, la mala baba o la nariz chata. Lo que es muy nuevo es la carrera por convertirse en víctima, parece como si el serlo le otorgara a uno mérito, cuando el que lo es de verdad no quiere para nada jactarse de su condición, más bien le gustaría no serlo.

Y el agresor se convierte en víctima… ¿Reservamos la compasión para nosotros mismos cuando el agredido no tiene rostro?

La falta de rostro dificulta la compasión, si no le ponemos cara no hay compasión, esa víctima es un número, si lo es en una batalla no tiene ni nombre, salvo que seas Aquiles o Héctor, y no es que seas un número, configuras uno, el de víctimas de tal o cual suceso, agrandado convenientemente con el paso de los años.

¿En que género literario encuadraría su novela? ¿Qué elementos confluyen para que en la sinopsis la cataloguen como thriller urbano?

No la incluiría en el género negro, aunque hay secuestro, policía y caso por resolver, habrá que precisar que aquí no se dispara un solo tiro. Es thriller porque pretende ser trepidante, porque sucede en un espacio corto de tiempo, porque trata de tener un ritmo ágil. Y lo urbano lo pone Madrid, que funciona como un personaje más de la novela. Supongo que el objetivo de la etiqueta de Thriller urbano es que alguien se anime a hacer una serie, miniserie incluso, y así el autor pueda retirarse feliz a sus cuarteles de invierno.

¿En qué proyecto trabaja ahora Miguel Albero, si se puede decir?

Estoy trabajando en un Diccionario Provisional de Pérdidas, que por mor de lo provisional sigue creciendo sin parar. Me lo estoy pasando en grande, porque me encanta el ensayo, y esto no deja de ser una colección de micro ensayos, cada entrada uno, de la más evidente y personal ALOPECIA, Pérdida del pelo, a la más conceptual NUNCA, pérdida de la posibilidad, pasando por otras como PERDIDA, pérdida de la tilde de pérdida, al fin y al cabo la vida no sólo es un proceso de demolición, es una fiesta de la pérdida, son las pérdidas las que configuran regias nuestro existir.

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