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“Las voces del jilguero”, de Eva Losada Casanova

Precisión de cirujano y sensibilidad de poeta
viernes 05 de diciembre de 2025, 14:13h
Las voces del jilguero
Las voces del jilguero
Los que disfrutamos de la lectura anhelamos con gratitud esos libros que, de vez en cuando, llegan a nuestras manos, libros que reúnen varias de las cualidades que nos interesan; ya sea por la temática que abordan, por los personajes que desarrollan, o por la belleza del lenguaje en el que están escritos. Acabo de terminar uno de esos libros, a los que me gusta llamar librosuerte, porque lo tienen todo, como sucede con la novela “Las Voces del Jilguero”, la cuarta novela de Eva Losada Casanova, publicada por Funambulista en 2025.

¿Por dónde empiezo? Tomemos como ejemplo el inicio del libro, para anticipar la prosa lírica, la oda al lenguaje que la autora emplea a lo largo de todo el texto: “En las salas mortuorias los sonidos se rompen, no hay ecos, no hay sombras, son tan reales como la muerte […] no sabemos mirar hacia adelante, porque el presente es tan quebradizo como el fino cristal de una copa de vino”.

Reseñar esta novela, sin revelar aspectos esenciales, es complicado, pues su riqueza radica precisamente en aquello que no se puede contar, en lo oculto, en ese espacio a oscuras que ella tan bien maneja. Aun así, podemos anticipar al nuevo lector que la obra se lee también como un juego en el que es posible ir deshilvanando múltiples filamentos. Lo podemos hacer yendo al encuentro de los muchos ejemplos metaliterarios incrustados a lo largo de la historia de una manera tan sutil, poco pretenciosa e inteligente que sería una gran pérdida para el lector pasarlos por alto. Por ejemplo: “No querida mía, yo resido en la séptima planta, igual que usted, ahí donde deberíamos estar los sanos y los ciegos como Giseppe Corte”, “¿Cómo era aquella frase de Illich? Mi vida consciente ha sido un engaño”, y así podemos seguir con guiños a escenas o fragmentos de esa literatura a la que la autora se asoma con gusto y oficio.

O bien, podemos ir a la búsqueda de las precisas y bellas alusiones que hace al existencialismo más clásico, -que asoma en sus novelas-, cuya influencia se manifiesta en la configuración de los personajes y en la manera en que cada uno de ellos construye su realidad a partir de las experiencias subjetivas. Expresiones como: “Tenemos derecho a tener distintas versiones de nuestra vida, aunque la mayoría sean malas” o “Pasamos la mitad de nuestra vida creyendo vivir como queremos y la otra mitad intentando averiguarlo”, y “el amor nos ayuda a morir”. A todo ello podemos añadir el constante juego temporal -entre pasado, presente y futuro- que opera como principio estructurador tanto de las situaciones narrativas como de la identidad interna de los personajes: “Hoy tras el cristal, la vida va más rápido que aquí dentro. Las tardes hacen con el tiempo cosas distintas”. “[…] Tu reloj ha perdido la esfera, está desnudo frente al tiempo”. “Entre estas paredes que han perdido sus flores pinadas como los recuerdos pierden poco a poco sus formas”. La autora en esta y otras novelas juega permanentemente con el tiempo narrativo, lo deforma, pausa y acelera según convenga. La trama se aleja de lo lineal para difuminarse en el entramado temporal como una niebla que poco a poco se va disipando.

Sin duda, todos estos encuentros resultarán estimulantes para el lector; no obstante, el mayor logro de Losada en esta novela es, a mi juicio, la construcción del eje narrativo en torno al cual gravitan cuatro mujeres y un muerto que conforman un elenco de notable originalidad y profundidad. Se trata de figuras muy distintas entre sí, con voces peculiares y únicas que crean una polifonía, un coro que funciona; todas ellas atravesadas por las experiencias vitales que las sitúan en un permanente estado de tensión, como si caminaran sobre una cuerda floja, como si estuvieran a punto de quebrarse. Son personajes edificados a partir de antítesis y de vivencias extremas, cada una intenta ser libre a su manera, cada una intenta escapar de la jaula que se ha construido, ¿lo logran? Y, en el centro aparece un personaje-espejo: el muerto. La construcción de cada personaje también responde a las miradas entre ellos, es decir, volvemos al personaje-espejo una y otra vez.

Lo interesante de esta lectura es la fragmentación, el lector va encajando el puzle poco a poco. Losada nos conduce a través de estas cuatro trayectorias con la precisión de un cirujano y la sensibilidad de un poeta, estudiando y revisando una trama narrativa que nos va desgranando estas vidas llenándolas de misterios, sorpresas y originalidad.

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