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Entrevista a Julius Ruiz, autor de “Paracuellos. Una verdad incómoda”

“Todavía hay gente que cree que investigaciones críticas sobre el terror republicano es necesariamente una defensa del régimen franquista”

martes 24 de noviembre de 2015, 21:37h

El hispanista Julius Ruiz es uno de los hispanistas británicos con mayor proyección en la actualidad. Desarrolla su trabajo como profesor de Historia de Europa en la Universidad de Edimburgo y ha centrado buena parte de su tarea de investigador en la historia de España durante el periodo republicano, la Guerra Civil y la etapa franquista. Después del éxito de su libro anterior, “El terror rojo”, regresa ahora con “Paracuellos. Una verdad incómoda”.

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Paracuellos no es sólo una verdad incómoda. Es también un episodio bastante desconocido de la historia de la Guerra Civil. El profesor Julius Ruiz, en su reciente visita a España, nos ha podido contar muchos de los secretos de este trágico episodio y sobre uno de los posibles responsables de esas matanzas, Santiago Carrillo, quien siempre negó su implicación pero que ha sido señalado por Paul Preston como un “mentiroso”.

Ahora que se cumplen 40 años de la muerte del Dictador Francisco Franco y que están próximos a cumplirse los 80 de la masacre de Paracuellos, ¿es el momento más indicado para publicar este libro?
Efectivamente. Las matanzas de Paracuellos han sido utilizadas como arma política desde la guerra civil hasta la actualidad. Por lo tanto, han corrido ríos de tinta sobre el tema, pero las atrocidades siguen envueltas en mito.

¿Fue el escribir “El terror rojo” el desencadenante para escribir “Paracuellos”?
Es verdad que el libro tiene mucho material sobre Paracuellos que por razones de espacio no salió en El terror rojo. Pero el desencadenante fue la reacción a la muerte de Santiago Carrillo en septiembre de 2012. Para sorpresa mía, vi que muchos de los tópicos sobre Paracuellos seguían vivos a pesar de la publicación de El terror rojo. Por ejemplo, me sorprendió el curioso consenso entre escritores militantes de la izquierda y la derecha sobre el papel de los soviéticos.

¿Cuánto tiempo ha tardado en documentarse y escribir el libro?
Llevo más de diez años trabajando sobre el tema. Después de la publicación de El terror rojo en 2012, volví a los archivos para buscar más datos.

¿Son los hispanistas británicos más objetivos que los historiadores españoles a la hora de contar la historia más o menos reciente de España?
No. Los mejores historiadores sobre la historia contemporánea de España, son (por supuesto) españoles. Les debo mucho. También es verdad que hay historiadores extranjeros tan militantes como algunos en España.

¿Ha sido consciente a la hora de escribir el libro lo políticamente incorrecto que es hablar de las masacres perpetradas por los republicanos?
No es por nada que el subtítulo del libro sea “una verdad incómoda”. Es triste que todavía haya gente que cree que investigaciones críticas y profundas sobre el terror republicano es necesariamente una defensa del régimen franquista. Cuarenta años después de la muerte de Franco, se puede escribir sobre las matanzas republicanas sin estar guiado por nefandos objetivos políticos.

España siempre ha estado dividida en dos bandos irreconciliables, es ahora cuando una tercera vía expone que en ambos bandos se cometieron las mismas atrocidades. ¿Hay algún bando, en su opinión, mejor que el otro?
Nunca he creído en el tópico de las “dos Españas’. La historia de España en los años 30 es una historia tanto de fragmentación como de polarización. En cualquier caso, después de 80 años, los historiadores –afortunadamente- no tienen que escoger bando en la hora de investigar la guerra civil.

Las ejecuciones de Paracuellos, Torrejón de Ardoz y Rivas-Vaciamadrid no han sido tratadas hasta hace pocos años por los historiadores. ¿A qué cree que se ha debido?
Después de la muerte del dictador en noviembre de 1975, hubo –como era de esperar- un interés enorme en investigar y publicar libros sobre los crímenes franquistas. Y también es verdad que la extrema derecha utilizó Paracuellos como arma política contra Santiago Carrillo. Por esas razones, y con excepciones (sobre todo el libro de hispanista irlandés Ian Gibson, publicando en 1983), Paracuellos “pertenecía” por demasiado tiempo a polemistas de derechas.

Paul Preston en “El holocausto español” acusó a Santiago Carrillo de mantener mentiras infantiles. ¿Se ha demostrado que fue el verdadero culpable?
Santiago Carrillo fue el facilitador y no el arquitecto de Paracuellos. Ni que decir tiene que el joven estalinista estaba al tanto de los fusilamientos, pero en la noche de 6-7 noviembre de 1936, adoptó una operación de limpieza que ya estaba en marcha.

En esos días de caos en Madrid, ¿quiénes fueron los realmente culpables de las sacas, el Gobierno por omisión o los incontrolados que las llevaron a cabo?
El gobierno no “ordenó” las sacas, pero estaba al tanto de los fusilamientos desde el principio. Las sacas empezaron la noche del 28-29 de octubre de 1936 con el consentimiento del ministro de la Gobernación, Angel Galarza, y el director general de Seguridad Manuel Muñoz. El caballerista Galarza luego dio cobertura política a los perpetradores, los dirigentes del Comité Provincial de Investigación Pública (CPIP), el tribunal revolucionario más mortífero en Madrid durante los primeros meses de guerra. No fueron “incontrolados”, sino militantes de todos los partidos y sindicatos del Frente Popular.

En las charlas radiofónicas de Queipo de Llano siempre hacía mención a la quinta columna. ¿Pudo ser eso un desencadenante para los asesinatos?
Antifascistas en el Madrid republicano temían al enemigo interno mucho antes de las referencias a la llamada quinta columna en las charlas radiofónicas de Queipo de Llano. De hecho, desde el principio de la guerra civil. Para ellos, ganar la guerra contra los “fascistas” dentro de Madrid era tan importante como la guerra en el frente. Es paradójico que la quinta columna no existiera hasta 1937, es decir, después de las matanzas de Paracuellos.

Algunos autores sostienen que no se pudieron realizar sin el conocimiento de la Junta de Defensa de Madrid y que incluso fueron premiados por esta a los perpetradores de esos crímenes. ¿Qué opinión tiene usted?
Sí, el apoyo logístico y político de la Junta de Defensa de Madrid fue muy importante. Las actas de sus reuniones indican que los consejeros le dieron a Carrillo “un voto de confianza”. También es verdad que la Junta emitió una declaración mendaz sobre la suerte de los presos.

Entre la Cárcel Modelo, San Antón, Porlier y Ventas. ¿Cuántos asesinados calcula usted que hubo?
Unas 2.500 personas fueron asesinadas a partir de la noche 28-29 de octubre de 1936. Esa cifra de 2.500 muertos viene de fuentes republicanas y contemporáneas. No tenemos las relaciones oficiales de los “evacuados” a Paracuellos los días 7-9 de noviembre, pero gracias a la labor de oficiales de prisión y diplomáticos durante esa época, sabemos que unas mil personas fueron fusiladas. Los nombres de las otras 1.500 víctimas aparecen en los órdenes de ‘evacuaciones’ cursados por la Dirección General de Seguridad que están en la Causa General y en el Archivo CNT en Ámsterdam. Hay que subrayar que no hubo sacas en dos cárceles, Conde de Toreno, la cárcel de mujeres, y la cárcel masculina de Duque de Sexto. Las intervenciones de diplomáticos extranjeros en el primer caso y la actitud resuelta del director en el segundo caso salvaron a los presos.

¿Por qué escogieron la población de Paracuellos de Jarama para asesinar a los presos?
Al principio fusilaron a las víctimas en los cementerios de Aravaca y Rivas-Vaciamadrid, pero estos destinos dejaron de ser aptos a partir de 7 de noviembre debido a su proximidad a la línea del frente. En cambio, Paracuellos estaba lejos del escenario de los combates y bien comunicada con la capital. También la particular topografía del campo de fusilamiento (el Arroyo de San José) prometía privacidad.

Los escritores Pedro Muñoz Seca y Ramiro de Maeztu y el falangista Ramiro Ledesma se encuentran entre los asesinados más conocidos. ¿Qué otras personas de relevancia murieron en esos fusilamientos?
Murieron muchas personas de relevancia. Políticos como Federico Salmón Amorín, exministro de la CEDA, Ricardo de la Cierva y Codorníu, monárquico y padre del historiador franquista recién fallecido Ricardo de la Cierva; militares como Francisco Salas y González, jefe de Estado Mayor de la Armada el 17 de julio de 1936; deportistas como Ramón ‘Monchín’ Triana, ex delantero centro del Atlético y del Real Madrid, etc. Pero hay que recordar que las matanzas fueron a la vez organizadas y arbitrarias. Se salvó, por ejemplo, José Arizcun y Moreno diputado de la CEDA por Guadalajara, pero su hermano Alejandro y cuatro sobrinos fueron fusilados en Paracuellos.

Políticos como el ministro socialista Ángel Galarza o el anarquista García Oliver defendieron esas matanzas. ¿Pudieron ser los responsables últimos de los crímenes?
Sin duda fueron cómplices. Ambos cubrieron la responsabilidad de los asesinos, y sabemos que a mediados de noviembre hubo una discusión en el Consejo de Ministros sobre las matanzas en la que Juan García Oliver, el ministro de Justicia, declaró que “hay que hacer la guerra cruel”. Hay que recordar también que Francisco Largo Caballero, el propio presidente del Consejo de Ministros, también cubrió la responsabilidad, informando al Presidente Azaña que no sabía nada de fusilamientos en Madrid.

Por el otro lado los ministros Manuel de Irujo y José Giral siempre estuvieron en contra de las mismas, al igual que Melchor Rodríguez García. ¿Por qué no se llegaron a realizar las investigaciones que propugnaron desde el gobierno?
Es una pregunta clave. Como he dicho arriba, por lo menos tres ministros destacados, el presidente del Consejo de Ministros incluido, cubrieron la responsabilidad. Cuando Irujo se quejó de las matanzas dentro del gobierno, se dio cuenta rápidamente de que era en la minoría. Es decir, el criterio de García Oliver- hay que hacer la guerra cruel- se impuso dentro de las más altas esferas del Estado republicano.

¿La presión de embajadores y políticos extranjeros, sobre todo británicos, favorecieron que no se produjesen tantas matanzas?
La presión de los diplomáticos como Félix Schlayer en conjunción con la actuación de republicanos como Melchor Rodríguez Garcia y Mariano Gómez, el presidente del Tribunal Supremo, fue imprescindible. A principios de diciembre de 1936, Largo Caballero no podía mantener la farsa de “evacuaciones” carcelarias y ordenó el cese definitivo de la operación asesina.

Solemos decir que los políticos españoles de la República estaban más y mejor preparados que los de la actualidad. Pero al leer libros como el suyo nos damos cuenta de que no es así, salvo en honrosas excepciones. ¿Tenemos los políticos que nos merecemos o el pueblo está por encima de ellos?
La llamada distinción entre el pueblo ‘virtuoso’ y la clase política corrupta no es nada nuevo. Basta leer los discursos populistas de Alejandro Lerroux a principios del siglo XX en Barcelona por ejemplo. Pero Paracuellos fue obra del ‘pueblo’ antifascista: los asesinos del CPIP fueron panaderos, estudiantes, empleados, albañiles, etc. Yo creo que los políticos son fáciles chivos expiatorios en tiempos difíciles; me preocupan más los demagogos prometiendo soluciones simplistas.

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