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Emilia Pardo Bazán
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La Fundación Lázaro Galdiano publica “Aficiones peligrosas” de Emilia Pardo Bazán

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
La escritora Emilia Pardo Bazán comenzó a escribir su novela Aficiones peligrosas cuanto tan sólo tenía trece años, antes de entregarla para su publicación como folletín en El Progreso de Pontevedra. Años después, en 1898, doña Emilia daría a su amigo y coleccionista José Lázaro el manuscrito autógrafo, conservado hasta hoy en la Fundación Lázaro Galdiano
Un siglo después, la Fundación Lázaro Galdiano, en colaboración con la Casa-Museo Emilia Pardo Bazán y Analecta Editorial, publican íntegramente, y por primera vez, esta novela primeriza de la autora gallega, que inaugura la colección Textos inéditos y olvidados.

“Sus páginas sorprenden por la profunda madurez narrativa de la autora", explica en la presentación Jesús Rubio Jiménez, catedrático de Literatura de la Universidad de Zaragoza, para quien este texto esboza el comienzo de la obra de la que sería la “gran novelista” española del siglo XIX y principio del XX que fue doña Emilia Pardo Bazán.

En el manuscrito expuesto en la Fundación Lázaro Galdiano, junto con otros manuscritos e impresos de la autora conservados en la Institución, se aprecian borrones y tachones, algún dibujo, (que se ha incorporado a la portada del libro) y la caligrafía de la autora, en distintas tintas, por lo que se piensa que Emilia Pardo Bazán fue escribiendo esta obra entre los trece y los catorce años. La novela se publica a partir del autógrafo conservado en la Fundación Lázaro Galdiano, un manuscrito que doña Emilia entregó a José Lázaro en 1898.

En Aficiones peligrosas, la escritora reivindica el papel moral de la literatura y el derecho de la mujer a formarse y a crear, y advierte contra el peligro de las "aficiones peligrosas", que eran para ella las malas lecturas, en una sociedad con "estrechos criterios morales" y en la que la difusión de la lectura estaba empezando a crear un "nuevo tipo de mujer", señala el catedrático zaragozano.

“Con tan solo trece años -prosigue Rubio Jiménez- Emilia Pardo Bazán ya tenía buen gusto literario, dominaba el arte del diálogo y era capaz de convertir en asunto novelesco un tema como las buenas o las malas lecturas”.

Juan Antonio Yeves, director de la Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano, destacó la gran amistad existente entre José Lázaro Galdiano y Emilia Pardo Bazán, el episodio de amor “fugaz” que tuvieron ambos y la sólida relación que se estableció entre ellos y sus familias.

José Lázaro conoció a Emilia Pardo Bazan durante la Exposición Universal de Barcelona, en el mes de mayo de 1888. Por aquellas fechas, Pardo Bazán mantenía una relación con otro grande de las letras, Benito Pérez Galdós, pero parece ser que el encuentro con Lázaro dio lugar a un "fugaz" episodio amoroso, que llegó a ser de dominio público. Así Pérez Galdós se enteró de aquella infidelidad y la escritora gallega tuvo que confesar su falta y pedir perdón.

La obra se conocía parcialmente –en una edición corregida – porque fue publicada en 1866 por entregas en un periódico de Pontevedra, El Progreso, y en 1989 por Juan Paredes Núñez. Consta de diez capítulos y epílogo y sólo se habían editado hasta la fecha los dos primeros y parte del tercero, del cuarto y del quinto, mientras que el resto de la novela permanecía inédito.

Ahora se presenta la primera versión, la que recibió Lázaro, el editor y amigo que no publicó la obra, tal vez por expreso deseo de la autora, pero que conservó el manuscrito como un recuerdo personal y un testimonio del talento precoz de Emilia Pardo Bazán. En la trascripción realizada se ha respetado el texto original del manuscrito de la Biblioteca Lázaro Galdiano y únicamente se han actualizado la acentuación y la ortografía.

Fue primera novela de doña Emilia, escrita a los trece años, según su testimonio, aunque pudo concluirla poco antes de su entrega para la publicación en El Progreso de Pontevedra, cuando ya había cumplido los catorce.

Por otra parte, con esta novela se inaugura la colección Textos inéditos y olvidados, en la que irán apareciendo obras de creación, ensayos o estudios de carácter histórico que aún no han visto la luz en letras de imprenta o que son casi desconocidos y que alberga la Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano.

Emilia Pardo Bazán conservó el manuscrito original de Aficiones peligrosas hasta 1898 y el 12 de junio de aquel año se lo entregó –resignada y
«por santa obediencia»– a su amigo José Lázaro Galdiano que siempre mostró predilección por los autógrafos de personajes ilustres del pasado o contemporáneos y que debió de pedírselo con insistencia.

Algunas obras de la escritora gallega habían llegado a manos de Lázaro anteriormente, entre ellas el libro titulado Jaime que incluye una dedicatoria elocuente:
«A José Lázaro Galdiano. Este ejemplar va encuadernado con un guante mío y con la intención le acompaña la mano que vistió el guante y escribió los versos. Emilia». Que también se ha expuesto en la presentación.

Cabe la sospecha de que aquel mismo día de 1898 pudo entregarle –además de Aficiones peligrosas– otros manuscritos con obras poéticas que se conservan en la Fundación Lázaro Galdiano, algunos ya conocidos y estudiados (
Álbum de Emilia Pardo Bazán y el Libro de apuntes) y otros de los que no se había dado noticia.

Tras la revisión de los fondos que tuvo lugar con ocasión de otro
proyecto editorial: la colección «Archivo epistolar de la España Moderna», se organizó la documentación existente en la Fundación relacionada con Emilia Pardo Bazán. Se transcribieron y publicaron las cartas y, después de examinar el resto de los papeles, se configuró en 2003 el «Archivo Pardo Bazán» con una cifra próxima al centenar de documentos.

Entre la documentación encontrada se hallaban también manuscritos de creación literaria encontrados –en buena parte fragmentos muy dispersos, como es el caso de Aficiones peligrosas –. Después de una reconstrucción laboriosa pasaron a formar parte de la Biblioteca de la Fundación en 2004.

La razón de este “desorden” se debe a que no podemos obviar que muchos libros y documentos salieron de la casa de Lázaro en 1936 y no todos fueron restituidos a su propietario a pesar de sus reclamaciones. No es fácil averiguar las peripecias de este manuscrito que se encontraba entre aquellos papeles desordenados pero, sin duda, pasó por alguna situación extraña y ajena a la voluntad de su dueño.


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