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Franz Grillparzer: "Autobiografía, diarios y otros escritos"

Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2018

martes 09 de octubre de 2018, 11:03h

He aquí el mejor argumento -que siempre ha sido- para la literatura: la vida de un hombre que ha sufrido, que ha sufrido en sí todos los avatares posibles, que ha conocido las dos cimas: la que propicia la compañía de los hombres más importantes de la época (Goethe, Beethoven, Humboldt o Rossini) y la de la soledad en su sentido más puro, acaso alcanzada ésta por la incomprensión de sus propios coetáneos.

Autobiografía, diarios y otros escritos
Autobiografía, diarios y otros escritos

La vida de un hombre por dentro. Un hombre inteligente y brillante que, tal como no podría ser menos, también ha tenido acceso a las primicias de la vecindad de las mujeres, los secretos del amor.

Le apreciaron autores como Kafka (otro perfeccionista de la soledad) y Heine, que resaltaron en él, en su obra (esta materia de antihéroes suelen identificarse más por su resultado intelectual que por sus hazañas físicas y materiales) la sobriedad en la descripción del alma humana, la precisión de los sentimientos, la frialdad exacta de los ambientes que propician el telón apropiado donde ha de desarrollarse una forma de tragedia, tan atractiva como lectura para cualquiera de los mortales.

Austríaco, vivió entre 1791 y 1872, y su dedicación intelectual fue la dramaturgia (‘Blanca de Castilla’, ‘Safo’ o ‘Las olas del mar y del amor’), habiendo escrito incluso el libreto de una obra por expresa solicitud de su amigo Beethoven. Fue un viajero atento y pertinente en cuanto a su perspicacia para reparar en los detalles más significativos, y, en todo ello, a decir del propio Kafka, ‘fue un ejemplo desdichado al que los hombres futuros deben estar agradecidos porque él sufrió por ellos’ No pequeño ejemplo, vive Dios, recordando en ello aquella famosa frase con que se ha definido la vida del músico melancólico inglés: ‘semper dolans, Semper Dowland’

Reparemos, sin embargo, que, como hombre inteligente, hizo gala de un refinado sentido del humor en ocasiones –un recurso muy oportuno y valiente para los grandes solitarios- y es así que algunos retazos de su Autobiografía sirven para poner bien a las claras, aunque sea en pocas líneas, su genio. En 1811 escribió: “Mi cabeza parece Hungría. Materia prima en abundancia, pero faltan el esfuerzo y la industria; la materia no se elabora. Hay entre los escritores gente que semeja a los fabricantes de anzuelos de pesca en Inglaterra: a partir de una idea que otro desecharía por considerarla una masa informe, ellos fabrican treinta mil; son pequeñas, muy pequeñas, pero afiladas y finas. Por desgracia no sé hacerlo.

Una mujer que cuenta que su perro enflaqueció por una pasión desdichada.

El sol de los favores regios tiene en común con el del cielo que los hombres a los que más ilumina son precisamente los más oscuros” Sólo por estos fragmentos merecería gozar de buena memoria eterna entre los escritores.

La lectura de este libro se hace en todo momento una compañía deseable: es ágil, graciosa y triste, extrovertida e íntima, amplia y sutil… Su capacidad de comunicación está en razón directa a su capacidad de sentir-observar desde un interior cultivado, siempre adecuado a cualquiera de las percepciones, éticas o estéticas, que la inteligencia pueda percibir. Uno, el lector, es fácil que se sienta enriquecido por dentro a su vez en la medida en que va siguiendo este discurso sereno, hondo, trascendente, perfectamente humano.

Es, pues, de agradecer al profesor Llovet en su serie de los Clásicos Alemanes de esta editorial, su sensibilidad por darnos a conocer los escritos, un tanto esporádicos y dispersos, inacabados, de este autor brillante y sagaz, y es una suerte reforzada el hecho de que sea un traductor tan fiable y culto como Adam Kovacsics quien nos traslade, en la traducción, un texto tan fecundo.

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