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"La complicidad de los amantes", de Jesús María Gómez y Flores

Editorial Takara, 2019

Por Francisco J. Castañón
martes 17 de septiembre de 2019, 08:25h
La complicidad de los amantes
La complicidad de los amantes

Jesús María Gómez y Flores es una de las voces poéticas más personales e interesantes de nuestras letras actuales. Una voz sólida, con una amplia trayectoria en la que destacan libros como El otro yo, El último viaje, A contracorriente, Arcanos Mayores, Escenarios, El tacto de lo Efímero o Líneas de Tiempo. Su último poemario, "La complicidad de los amantes", publicado bajo el sello editorial Takara, atesora en su interior poesía de calidad que emociona y nos traslada a escenarios y ámbitos muy diferentes separados en el tiempo, para dar cuenta de la necesaria complicidad de los amantes.

Si hubiera que describir con una imagen este libro, podría decirse que es como entrar en un gran bazar, donde todo refulge, donde todo llama la atención, donde uno no sabe que escoger porque todo atrae, donde encontramos poemas muy diversos y, al tiempo, unidos por un mismo hilo conductor que nos va llevando por la serena corriente de la palabra poética, hasta su desembocadura en el poema dedicado a esa radiante estrella del cine que fue Audrey Hepburn.

La complicidad de los amantes es un retablo poético de registros culturales que conforman el bagaje del poeta. Este es un rasgo característico de la poesía de Jesús Maria Gómez y Flores. La música, la pintura, la escultura, la literatura, los personajes históricos o de la intrahistoria son motivo de sus poemas o inspiran los versos de sus obras. En este sentido, los libros de nuestro poeta van un paso más allá, pues contienen un notable elenco de elementos y saberes, casi eruditos a veces, que proporcionan una gran riqueza temática a sus poemas.

Dividido en ocho apartados, en el primero de ellos, ‘La obsesión de Dante’, el poeta establece un dialogo entre Dante Alighieri, el célebre autor representante de la transición entre el medievo y el Renacimiento italiano, y la que fuera su musa, Beatrice Portinari. De esta manera, evoca el encuentro de Dante y Beatriz en la pequeña iglesia florentina de Santa Margarita de Cerchi, a partir de un cuadro de la pintora inglesa prerrafaelista Marie Spartali Stillman. Un diálogo entre los personajes citados, pero también entre Gómez y Flores y los personajes mismos. Todo ello sirve a nuestro poeta para indagar en la figura de Beatriz, a la que recupera y confiere vigencia. De los diez poemas que contiene este apartado del libro, el titulado El tiempo nos aporta algunas claves para entender mejor mencionado diálogo. Ese tiempo que ha terminado por difuminar los rasgos de Beatriz Portinari, ‘ha elevado varios centímetros el nivel del agua / en los canales Venecia / ha inclinado un poco más la torre Garisenda / ha dado alas a la locura que alimenta el olvido’.

Avanzando por el hilo cronológico del poemario llegamos al segundo acto, por decir así, titulado ‘La tempestad’. Aquí el libro toma un tono propio del romanticismo. El poeta incorpora a su poesía personajes emblemáticos de la literatura como el poeta Perry Bysshe Shelley, fallecido en un naufragio debido a una tempestad, a Mary Shelley, esposa de Perry, a Lord Byron o a Keats.

Dos poemas deliciosos resaltan en esta segunda parte: ‘Somos peces’ (‘Pasaban las horas / el estertor de la galerna / y nosotros / enhebrando la cotidianidad de lo innombrable /…’) y ‘Villa Donati’, que nos transporta a aquel famoso lugar cercano a Ginebra donde los Shelley junto a Byron, Polidori y Claire Clairmont pasaron el verano que no fue tal en 1816, cuando el volcán indonesio Tambora decidió oscurecer el mundo con sus cenizas.

Por otra parte, los seis poemas que contiene el tercer apartado bajo el título Ophelia son un guiño a Shakespeare, una digresión que, en palabras del autor, ‘se convierte en una travesía anárquica de la noche a la medida de la atmósfera del escritor japonés Haruki Murakami, con referencias temáticas a su novela After Dark’. La literatura de Haruki Murakami sirve también a Jesús para construir otra digresión en el séptimo apartado de este poemario, Amantes sin rostro, en torno a tres personajes de un libro del escritor japonés, ‘mujeres muy distintas, con desiguales destinos’.

La inquietud intelectual del poeta le lleva a preguntarse en el siguiente capítulo del poemario ‘¿Qué es la inmortalidad?’ Para intentar dar respuesta a esta cuestión centra su discurso poético en varios personajes femeninos cuyo trágico final, real o ficticio, les condujo irremediablemente a la inmortalidad. Es el caso de Isabel de Portugal; la emperatriz Isabel de Austria-Hungría; Mary Jane Kelly, la última víctima de Jack el destripador; la poeta Sylvia Plath; Marilyn Monroe, unos de los grandes mitos del siglo XX, o la doncella de la película ‘El señor de la guerra’ de Schaffner llamada Bronwyn.

Llegados a este punto, el poeta nos vuelve a sorprender con los poemas del quinto capítulo del poemario en torno a la escultura ‘Esperanza y ella en el libro’ de Julio López Hernández, donde se establece una conexión con la poesía mística del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.

En el siguiente apartado, ‘Complicidad del estío’, introduce al lector en varios episodios de aquella aciaga y cruenta Guerra Civil que dio comienzo en el verano de 1936 y, entre otras cosas terribles, trajo consigo el asesinato de Federico García Lorca, los fusilamientos del Cementerio Este de Madrid (como tantos otros en otros tantos lugares), el bombardeo indiscriminado de Guernica o la muerte de otro gran poeta, Miguel Hernández. Sucesos que tienen en este libro de Gómez y Flores sus correspondientes poemas. Un ejercicio de memoria histórica sin exclusiones sobre aquella escalofriante contienda.

El libro finaliza con el capítulo ‘Buscándonos’ que inicia su recorrido con un poema titulado Bulevar de los sueños rotos, un lugar donde empezar la búsqueda, como nos propone el poeta, de uno mismo ‘con el amor como bastión al que aferrarse’. De este modo, se aproxima el poeta a la figura de Borges, la ya citada Audrey Hepburn o Neruda. Gómez y Flores apelan a la ‘complicidad como antídoto con el que combatir el veneno del tiempo’. Unos versos del poema Solo los amantes sobreviven son una excelente muestra de lo que podemos hallar en este último capítulo del libro: ‘nos hemos jurado fidelidad / prescindiendo del tiempo / pues solo a nosotros pertenecen los trayectos de lo vivido / nadie nos pedirá cuentas / embadurnamos nuestros cuerpos con los colores del ámbar / mientras el mundo / envejece ahí fuera /…’

En las páginas de La complicidad de los amantes de Jesús Gómez y Flores descubrimos una poesía honesta, dotada de armonía, lograda con esmero, ingenio y un leguaje cuidado. Una poesía que siempre nos sorprende y merece ser leída con la atención que requiere. Sin duda, un libro que reclama un lugar en nuestra biblioteca.

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