En este caso Walser, el solitario Walser (el que nos hace tanta discreta y buena compañía) repara, más que en otras ocasiones, en el sentido de la música, en el valor de la música, y ello desde una rara distancia que pareciera como no querer interrumpirla a pesar de que está hablando de ella con reverenciado cariño, con un amor muy próximo en los sentidos. Y lo dice, en este caso, habiendo recurrido a unos versos desnudos y, por ello, significativos, que han de acompañar la sensación de felicidad que Chopin sabe generar como una forma de armonía interior en nosotros: “Qué grato es escucharlo./ En el acto te hace soñar/ y fantasear. Si hasta hoy/ nunca has amado, ahora eres/ un amante y ya no te perteneces,/ y te regocijas por ello”.
Con el tiempo, dentro de mi condición de lector, he llegado a considerar que cada uno de estos riquísimos libros del genial solitario Walser –libros como un a modo de aquella ‘Silva de varia lección’, esto es, misceláneas repletas de sabiduría- es como un árbol donde cada una de sus hojas es prometedora, fecunda, curadora de soledades. Su compañía siempre es nutriente y grata; y de una tan humilde sencillez! “Ay, qué felicidad no pensar más/ en sí mismo, en la propia pobreza; sentirse rico porque cualquier/ sentimiento se ha desprendido ya de la/ opresiva, maligna individualidad” Y todo ello derivado de la voluntaria percepción de la música de Chopin: “¿Las notas de Chopin son reclamos;/ lo es una sonrisa seductora, el aroma de cigarrillos egipcios,/ la forma y el olor de las flores? Oh, cómo/ florece el corazón y se deleita el alma”.
El hombre sensible percibe la realidad, y la entiende, enriquecida. Es como vivir más, más apasionadamente, más vinculadamente. Y Robert Walser nos ayuda siempre en ese camino de la comprensión: de lo exterior, de uno mismo. Lo demuestra en su humilde percepción de la música entrañable de ese otro ilustre solitario, su reverenciado Chopin, quien “Tocaba como si lo hiciera/ para sí –sociedad y soledad/ eran lo mismo para él-, pero/ quizá abría su intimidad/ de par en par/ en medio del bullicioso mundo; por eso/ tocaba tan bien, porque le satisfacía/ regalar su música. Para una naturaleza/ noble, dar es una necesidad”.
Sea, pues, así que esta lectura haga de su atención una necesidad espiritual. Como no podía ser menos viniendo de un tan delicado poeta.
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