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Laura Falcó Lara
Laura Falcó Lara (Foto: cedida por la editorial)

Hablamos con Laura Falcó Lara autora de “La maldición de la lanza sagrada”, su último libro

Por Javier Carrascosa
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miércoles 17 de junio de 2020, 10:19h

Laura Falcó Lara, Barcelona 1969. Es licenciada en filología inglesa En la actualidad es presidenta de la empresa de eventos y editora de revistas Prisma Publicaciones en Grupo Planeta. Además de trabajar como editora colabora en programas radiofónicos como La rosa de los vientos de Onda Cero y también en espacios televisivos como Hora punta en TVE.

La maldición de la lanza sagrada
La maldición de la lanza sagrada

Es copresentadora de El colegio invisible en Onda Cero. En el campo audiovisual, ha participado como asesora en el documental “Imborrable”, de Ándale Producciones, estrenado en el festival de Málaga.

Asimismo, es autora del libro de relatos Gritos antes de morir y de las exitosas novelas Chelston House, Última llamada. Vuelo CW0764 y Amanecer de hielo, así como del ensayo Ecos del pasado, basado en la sección del programa La rosa de los vientos, de Onda Cero.

Tras la pandemia, la escritora ha publicado una novela historia “La maldición de la lanza sagrada”.

Laura, en esta ocasión, cambia de registro y saca a luz una novela histórica donde mezcla la ficción con una base histórica muy sólida, ¿ha sido complicado escribir este libro?

No sé si la respuesta es “complicado” o “bastante más laborioso”. La novela de base histórica siempre requiere un trabajo de documentación adicional con respecto a otros géneros.

¿Como nació la idea de escribir la novela?

Fue a raíz de un artículo que leí en una revista de historia sobre el personaje de Helen Duncan. No había oído jamás hablar de ella y me pareció fascinante que en 1943 se pudiese todavía juzgar a alguien por brujería. Así que investigué un poco sobre ella y me di cuenta de que era coetánea a Hitler y que su historia (el haber anticipado hechos bélicos relacionados con la segunda guerra mundial) podía ser un detonante magnífico para una novela.

El libro comienza en 1939, ¿le ha resultado difícil encontrar información de esa época?

Al principio no me pareció tan complicado pero a medida que iba entrando en la historia descubrí que había preguntas que ni tan siquiera los avezados en la época podían responder con facilidad. Desde la forma de llegar a Alemania, sin tener problemas, viniendo desde Francia en según qué año, hasta por la forma de hacer llegar una carta a Inglaterra sin que fuese interceptada por la censura nazi. Por otro lado, es sorprendente descubrir las diferentes versiones que uno se encuentra en libros o páginas serias de algunos hechos que deberían ser irrefutables. Desde quién bajó a la Panier Platz y recuperó el tesoro de los Habsburgo, pasando por cuándo ocurrió, o por quién devolvió ese tesoro a Austria. Y aunque en la novela no se refleja ese momento, no paré hasta encontrar el documento original que acredita que fue Walter William Horn quién recuperó las reliquias y uno de los que las devolvieron.

Según escribía la novela, ¿ha tenido que modificarla muchas veces para no cometer errores históricos?

Sí, tuve que retroceder en más de una ocasión y cambiar cosas en la medida que fui descubriendo datos que no cuadran y que tenían que encajar a la perfección como los mecanismos de un reloj. Cuando no eres un especialista en historia, el pensar que puedas meter la pata en temas aparentemente obvios, te inquieta. Aún y así, yo siempre digo que es una novela y como tal puede permitirse algunas licencias.

¿Hay alguna característica que sea una constante en sus novelas?

Te diría que hay 4 cosas básicas que suelo perseguir cuando escribo y que marcan bastante mi estilo:

Un inicio impactante. Creo que al lector hay que engancharlo desde el principio.

Un ritmo trepidante que haga que desees seguir leyendo al terminar cada capítulo.

Un estilo muy cercano al guion de cine; más visual que literario y repleto de diálogo y acción.

Un final redondo e inesperado. No hay nada peor que ver una película o leer un libro apasionante y que al llegar al final te decepcione, o que este sea más que previsible.

¿Es difícil concluir la novela y quedarse contenta con el resultado?

Nunca es fácil, ni lidiar con el pavor que provoca el folio en blanco, ni el concluir algo con lo llevas meses comprometido. Siempre sientes que te dejas algo, que podría estar mejor, que le hace falta una última revisión…

La novela tiene un personaje fascinante, el de la médium de Portsmouth, Helen Duncan, la última mujer juzgada en Europa por brujería ¿Le ha costado documentarse sobre ella?

Menos de lo que pensaba. Afortunadamente, hay mucha información de ella en las redes, pero además una de sus nietas abrió una página web donde relata a fondo toda la historia de su abuela.

¿Desde cuándo se siente atraída por la parte más esotérica de la historia?

Desde niña, es algo que siempre me ha fascinado.

¿Qué misterio esconde la lanza de Longinos? ¿Se sabe qué fue de ella?

La lanza, al igual que otros objetos sagrados o reliquias, tiene el poder que le confiere el mito y la tradición oral que se arrastra durante siglos. Este enigmático objeto que empuñó Cayo Casio Longinos y que clavó en el costado de Jesús para verificar su muerte, pasó por las manos de personajes tan ilustres como los emperadores romanos Constantino y Teodosio, el rey bárbaro Alarico o el visigodo Teodorico, Carlos Martel, Carlomagno, el emperador Otton I, Enrique I «el Pajarero», Enrique IV, Federico I «Barbarroja», Carlos IV, el emperador Segismundo y finalmente cayó en manos de Adolf Hitler. Cuentan que quien lo sostenga entre sus manos, sostendrá el destino del mundo, pero por contra su pérdida se paga en casi todos los casos con grandes pérdidas o incluso con la vida. Tal suerte fue la que corrieron Carlomagno, Barbarroja o el propio Fürher, según defiende la leyenda.

Hoy sabemos que la que está en Viena no es la auténtica, ya que data del siglo VII y, por tanto, a mi entender caben tres posibilidades:

Que la auténtica esté en el Vaticano

Que la verdadera haga siglos que ya no existe y sólo quedan réplicas.

La opción más novelesca de todas es la que sostiene el Dr. Howard A. Buechner, un coronel retirado del ejército de los Estados Unidos. Asegura que Heinrich Himmler se encargó de reclutar un círculo de caballeros dedicados a custodiar la Lanza Santa y que hizo que el mejor fabricante de espadas de Japón creara un duplicado de la lanza con el fin de dejarla en Nüremberg, mientras que la verdadera fue utilizada en ceremonias de magia negra en el castillo de Wewelsburg. También afirma haber contactado con un antiguo tripulante de un U-Boat, quien le contó que la verdadera lanza fue enviada por Hitler a la Antártida junto a otros tesoros nazis, bajo las órdenes del coronel Maximilian Hartmann. Añadió a la increíble historia que, en 1979, Hartmann recuperó los tesoros y los llevó de vuelta a Europa. Bernhart enseñó a Buechner el diario de la expedición, así como las imágenes de los objetos, afirmando que la Lanza fue escondida en algún lugar de Europa por una sociedad secreta nazi en espera de la llegada del cuarto Reich. Tras contactar con la mayoría de los miembros de la supuesta expedición y otros implicados, incluyendo al líder de las Juventudes Hitlerianas, Artur Axmann, Buechner se convenció de que estas afirmaciones… eran ciertas.

En la contraportada hace la siguiente pregunta: ¿Y si la caída de Führer se debió en realidad a la perdida de la lanza sagrada? ¿Cree que la caída de Hitler se debió a esta pérdida?

Definitivamente no. Creo que las leyendas son eso leyendas, otra cosa es lo que la sugestión puede llegar a hacer en la mente de alguien que cree en ellas.

En la novela se relata un plan para cambiar la lanza por una réplica. En verdad, ¿se podría haber realizado tal hazaña?

Aunque estuvo muy custodiada, sí que es cierto que hubo momentos en que se podría haber accedido a ella con mayor o menor número de complicaciones. Bien fuese por contactos con algún jerarca nazi que pudiese llegar hasta ella, o porque en alguno de sus traslados pudiese colarse alguien, la posibilidad de robo de cualquier pieza, aunque remota, siempre existe. Y si no, sólo cabe analizar cuántas veces en la historia se ha conseguido sustraer piezas valiosísimas que en teoría estaban super protegidas.

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