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"Historia de Felipe II. Rey de España (3 tomos), de Luis Cabrera de Córdoba

Editorial Junta de Castilla y León
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
domingo 01 de noviembre de 2020, 00:00h
Historia de Felipe II. Rey de España
Historia de Felipe II. Rey de España
Estamos ante otra joya de la historiografía hispana, en este caso publicada por la Junta de León y de Castilla, en edición magistral, casi facsímil, de José Martínez Millán y Carlos Javier de Carlos Morales, del año 1998. Sorprenden los versos del canónigo de la leonesa Real Colegiata de Arbás, nacido en la toledana Oropesa en 1584, que se refiere a Luis Cabrera de Córdoba como la gloria de Castilla: “El Tácito Español Luis de Cabrera eternize Castilla en docta historia, Y el Coronista Antonio de Herrera sirva de lauro a la española gloria”.

Luis Cabrera de Córdoba nació en Madrid en 1559, murió en la capital de la villa y corte el 9 de abril de 1623. Se casaría con Baltasara de Tapia y Zúñiga. Este historiador del Siglo de Oro español es de un rigor y una exactitud a prueba de cualquier crítica; es un auténtico seguidor a ultranza de lo que él estima es la verdad de lo que relata, su cronología está fuera de toda duda. Su prosa es seca y críptica. No obstante, los análisis sobre esta magna obra han sido disímiles. La Real Academia de la Historia (1876): “A pesar, pues, de todos los defectos enumerados, la HISTORIA DE FELIPE II, escrita por Cabrera de Córdoba, será de hoy más, por las circunstancias especialísimas que concurrieron en su autor, el monumento histórico más importante, la pintura más viva y fiel, y la guía más segura para estudiar y comprender la historia de España y de aquel monarca en la segunda mitad del siglo XVI”, demostrando que estaba totalmente a favor, y reconociendo el indubitable valor y el esfuerzo riguroso realizado por Cabrera de Córdoba.

Por el contrario, un rígido y ciertamente autoritario Marcelino Menéndez y Pelayo, con su habitual dogmatismo no dejaba títere con cabeza, comparando su discurso con el críptico y pedante de Luis de Góngora y Argote: “… Luis Cabrera de Córdoba, enfático e intolerable cronista de Felipe II, y hombre que con pretensiones de profundidad y cándido maquiavelismo, manifestado en frases enmarañadas y huecas, que a él le parecían sentencias de recóndita política, estropeó los buenos documentos que tuvo a mano, llegando a hacerse ininteligible y enigmático”. Este sesgado y lamentable juicio de valor del polígrafo de Cantabria ha dejado un poso, que ha caído sobre algunos intelectuales posteriores como una losa, por ejemplo el historiador Rafael Ballester y Castell escribía: “Hay, además, en la obra de Cabrera documentos apócrifos, y desde luego desconfíese de los discursos puestos en boca de ciertos personajes. Es, por tanto, libro muy desigual. Enseñanzas precisas, de buen origen, con todos los caracteres de autenticidad; pero también numerosas inexactitudes, errores, lagunas enormes. Cabrera es injusto en sus ataques a Herrera, que dice más y mejor que él, y sus adulaciones y condescendencias dan pobre idea de su carácter. Su negligencia en la transcripción de nombres, de lugares y de personas, las faltas tipográficas de la edición de la Primera Parte que sirvió de modelo a la reimpresión, y los descuidos e incoherencias de la transcripción del mss. de la Segunda Parte exigen, aunque sería costosa, una completa revisión de esta obra, que puede prestar grandes servicios a la Historia”. Antonio Palau y Ducet afirmaba, sin el más mínimo estilo historiográfico y científico descalificaciones apresuradas:“Obra difusa y enigmática. El autor dispuso de buenos documentos, pero con sus pretensiones de erudito y su estilo enmarañado, echó a perder toda la sustancia. En cuanto a la ortografía, bastará saber que antes de la b y p pone n en vez de m: escribe aver, erege, etc., sin h y usa i latina en vez de y griega”. Pero, en la actualidad, los historiadores consideramos a Cabrera de Córdoba como un riguroso historiador, esforzado en la creación de esta magna obra, de una importante fiabilidad, porque, en este caso, la proximidad de los hechos produce rigor. El propio cronista forma parte de un importante número de cortesanos, los cuáles buscaban el medraje continuo, para poder elevar su nivel económico y social. Todo era posible en aquella villa y corte, a la sombra del poderoso rey Felipe II, así se podía mantener un nivel de vida adecuado a esa hidalguía tan empobrecida en las Españas.

Será el mismo Cabrera de Córdoba quien dejaba al descubierto la desazón que le había producido su acercamiento al trono, sin haber podido obtener los frutos apetecidos: “Yo solo en esta profesión he sido el consuelo de desgraciados por haberme dado la suerte de los dos cofres el de arena, dexándome confortado el conocerla, y aún en la baxa fortuna me calumnia la escrupulosa o demasiado religiosa atención a la perfección que no admite, de que doy barato en la comunicación lo poco que he sabido y se debiera acusar antes el venderlo caro. Satisfaga mi opinión haber sido el fin de los sabios enseñar las ciencias que hallaron con discurso y trabaxo para que aprendiéndolas otro creciese recíproca sabiduría en todos, porque también aprende el que enseña”.

Tras la muerte del monarca, Cabrera de Córdoba siguió en la corte, y en febrero de 1599 ya era el tapicero mayor de la reina Margarita de Austria; el incremento de su tiempo libre le permitió relanzar su profesión de historiador. “No obstante, parece que su influencia disminuyó a juzgar por la añoranza que muestra en sus obras sobre los tiempos del Rey Prudente, al que considera como el mejor monarca que ha existido en España, y por la acritud con que escribe las ‘Relaciones de las cosas ocurridas en la corte’”. Cabrera de Córdoba pasaría a mejor vida en su casa de la calle Preciados de Madrid, el 9 de abril de 1623 a la provecta edad de 64 años. Estamos ante una de las obras más rigurosas y acabadas sobre la vida y la obra de Felipe II, y a la que calificó cum laude, y en edición conspicua y paradigmática. Timeo Danaos et Dona Ferentis!

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