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La monja poeta
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La monja poeta

LA MONJA POETA

sábado 20 de febrero de 2021, 11:44h
Publicamos el relato "La monja poeta", del escritor y poeta "Emilio P. Ventero"

Sor Virginia era un tormento. Más que andar saltaba como los gorriones. Madrugaba para después de los maitines, salir al huerto del convento a respirar el aire fresco del amanecer y hablar a las mariposas, a las mariquitas y a los caracoles que allí habitaban.

Sor Virginia gozaba contemplando el crecimiento de las lechugas, los guisantes, repollos y demás verduras. A unas las acariciaba, a otras las cantaba, a cambio, ellas la ofrecían su fragancia y su color.

Mas la madre superiora, sor Ignacia de la Cruz, veia en sor Virginia poca devoción por los santos Padres de la Iglesia. Cuando venía el párroco, Don Aurelio a decir misa, sor Virginia le rehuía sin dar respuesta a los requerimientos de la superiora.

Meses antes, Don Aurelio en la confesión la preguntó por sus pecados de la carne, sor Virginia, ruborizada y sin dar respuesta se levantó y partió del confesionario con prisa hacia el huerto. Necesitaba llorar y desahuarse. Sus amigos los insectos, también las verduras, estaban tristes.

Sor Virginia escondía entre sus libros los versos inflamados de sor Juana Inés de la Cruz, poeta mejicana y amante de la virreina Maria Luisa Gonzaga Manrique de Lara, quien pregonaba el amor sin tabues.

Virginia bebió en "Un amor ardiente," título del libro, la influencia lésbica de su adorada poetisa sor Juana inés. Sí, ella había hecho voto de castidad, mas el amor no consumado mantiene la llama por largo tiempo.Sor Virginia amaba en silencio a sor Ängela. La soñaba, la adoraba, anhelaba sentir su pálpito y al no consumarse, su amor crecía dia a dia.

Sor Ángela intuía que sor Virginia suspiraba a escondidas. Sabía que con su mirada la acariciaba, se la comía.

Sor Virginia empezó a emular a sor Juana Inés, escribiendo requiebros en verso, sin destinatario aparente, pero sí, se los dedicaba con fervor a su adorada sor Ángela ansiando su mirada plena de mieles.

Los desmayos que fingía cuando sor Ángela, en la huerta, extraía las malas hierbas para que la siembra prosperara, ella simulaba un desmayo para que sor Ángela la cogiera en sus brazos. De esta manera sus cuerpos se acercaban y sus respiraciones anhelantes se confundían.

En uno de estos desmayos, sor Virginia depositó en el bolsillo del mandilón que usaban para las tareas en la huerta estos versos inflamados:

LA MIEL QUE HAY EN TUS OJOS

ME ALIMENTA,

TU CARITA,LUNA LLENA

ME EMBELESA,

ES TU TALLE JUNCO ENDEBLE

MI QUIMERA,

MIS ANSIAS, TUS AROMAS

A FLOR TIERNA.

Cuando ya repuestas las dos se despojaron del mandilón,sor Ángela no se percató del papel, fue sor Virginia y lo sacó obsequiando a su amor idealizado con los versos.

Esta, los leyó y mirando a los ojos a sor Virginia le dijo, los has escrito para mí ¿verdad?

Sor Virginia ruborizada la contestó: Si te gustan te escribiré más, muchos más.

Sor Ángela se acercó y besó los labios de sor Virginia.

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