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Antonio Sánchez Gómez
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Entrevista a Antonio Sánchez Gómez, autor de "Derrotero"

Derrotero, ficción para concienciar de un problema real
Por Francisco Jiménez de Cisneros
domingo 20 de febrero de 2022, 20:00h

En los últimos años, Antonio Sánchez Gómez, jurista, ha trabajado en varios países de Latinoamérica, llevando junto a organizaciones de derechos humanos casos de índole ambiental ante los tribunales. "Derrotero" surgió de una de esas ocasiones, que le llevó a instalarse en la Amazonía ecuatoriana en 2019 para trabajar con la Unión de Afectados por Texaco.

Derrotero
Derrotero

¿Cómo llegaste a trabajar con los afectados por Texaco? ¿Nos puedes resumir cuál era su reivindicación, su lucha?

Ya tenía alguna experiencia profesional con organizaciones de derechos humanos en Latinoamérica y al estar especializado en derechos de la naturaleza había estudiado el proceso judicial que la UDAPT mantuvo contra la Texaco por del desastre que esta petrolera causó la Amazonía ecuatoriana. Me ofrecí para desarrollar alguna demanda que tuvieran en mente.

Cuando llegaste, ¿qué panorama social, económico y humano encontraste?

A pesar de que es una tierra rica en recursos, económicamente el panorama es desolador. Ya llegar por la única carrera que conecta la región de Sucumbíos con el resto del país es difícil por los continuos cortes e inundaciones que se dan en la vía.

En lo social, la gente está muy concienciada con su historia reciente. Estando allá se produjo un paro nacional que duró dos semanas por las medidas antipopulares del gobierno y que fue secundado por todo el país.

¿Cuál fue tu tarea, cuánto tiempo estuviste trabajando?

Colaboré en la redacción de una demanda contra el uso de mecheros de gas por las petroleras en la zona, conocidos como mecheros de la muerte.

( Petroleras | Nueve niñas hacen frente a los “mecheros de la muerte” en Ecuador - El Salto - Extremadura (elsaltodiario.com); Niñas ganan sentencia contra mecheros de la muerte en la Amazonía (quenoticias.com)

Después los compañeros la defendieron en el juicio y la sentencia reconoció que aquellos mecheros vulneraban derechos fundamentales; sin embargo, los prohibió timoratamente, en muchas zonas podrán seguir funcionando hasta 2030 y a los que están cerca de poblaciones le dio 18 meses de funcionamiento, plazo límite que tampoco se está cumpliendo.

Entiendo que, terminado el trabajo, volviste a España… pero imagino que son experiencias que no se olvidan. ¿Qué te queda, personalmente, de todo eso?

Un ejemplo de forma de vida de las gentes de allá y una relativización de los problemas del primer mundo.

¿Y profesionalmente?

Participar en un proceso basado en la Constitución ecuatoriana que había estudiado mucho por ser pionera y puntal en derechos de la naturaleza y desarrollo sustentable.

Traerías un montón de material, experiencias, testimonios… ¿Cómo convertiste ese material en una novela?

Cuando se dio el paro nacional toda la actividad del país se suspendió, así que decidí viajar durante unos días. Pero todas las carreteras estaban cortadas, por lo que me eché a navegar por los ríos amazónicos. Llegué hasta Iquitos en Perú siguiendo el curso del Napo. Es un viaje de logística complicada y por días te quedas varado en comunidades de las orillas esperando a la siguiente embarcación. Para entretenerme, fui recreando la historia in situ y tomando notas.

Cuando conseguí regresar a Quito, la situación era caótica, se estaba produciendo mucha violencia policial y el gobierno decretó estado de excepción y toque de queda. Entonces tuve tiempo para leer sobre todo lo que la gente me había contado durante el viaje: la explotación del Yasuní, la lucha de monseñor Labaka, la minería ilegal, las dragas de oreros, la historia de Iquitos. Y aproveché aquellos días de encerrona para darle forma a las notas, que de no haberse dado ese confinamiento no habrían salido nunca de la libreta.

Esta es tu primera novela. ¿Te sentiste cómodo escribiéndola?

Sí, disfruté mucho tanto la documentación como la narración, especialmente porque la acción se desarrolla en un territorio fascinante, la Amazonía ecuatoriana y peruana.

La denuncia que contiene DERROTERO, ¿es más eficaz “oculta” tras una trama literaria?

En el sentido de que pueda llegar a más gente, creo que sí. En las oficinas de la UDAPT había una pequeña biblioteca con ensayos sobre el desastre de la Texaco y el proceso judicial. La miraba y pensaba que a pesar de la abundante literatura científica y de la magnitud del caso no es una historia que haya llegado a un público general.

En el curso de la escritura, ¿has tenido que elegir entre literatura y denuncia? ¿Has tenido que sacrificar algo en aras de hacer una novela?

No, de alguna manera conseguí insertar todo lo que quería visibilizar en la trama. Ahora habrá que ver si he conseguido que el lector comprenda las razones que llevan a los protagonistas a tomar sus decisiones.

¿Tienes otros proyectos literarios?

Tal vez seguir explorando las violencias que suelen aparejar los proyectos extractivistas pero en forma de crónica.

¿Sigues vinculado a aquellas gentes, a esas tierras?

Sí claro, hoy con las redes es muy fácil.

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