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Patricia Highsmith
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Patricia Highsmith

“VOCES DEL MÁS ALLÁ”

Por Álvaro Bermejo
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beralvatelefonicanet/7/7/18
jueves 19 de mayo de 2022, 12:33h
Cuántas páginas suma el periódico que acabas de leer, o cualquiera de los libros que ilustran esta web? No las cuentes, ojalá sean más las de tu vida. Unas y otras, todas van llenas de información pormenorizada. Sin embargo, en la vida siempre hay algo más, algo que no se ve, ni se escribe, ni se imprime.

Algo de cuya existencia sólo eres consciente, por ejemplo, cuando pierdes a un ser querido para siempre, o tal vez por sólo unos instantes. De repente, la ausencia de ese niño que caminaba de tu mano abre un espacio oscuro. Es el espacio de la pérdida. ¿Quién vive ahí? Te lo preguntas porque lo sientes como un vacío habitado.

Responde Francesco Alberoni, con una frase inquietante: “antes del nacimiento la madre salvó muchas veces a su hijo de la nada”. Se diría que está nombrando una dimensión invisible. Tal vez aquélla que sostiene la existencia, la que confiere a nuestros actos todo su sentido, por encima de la consciencia. Quien se pregunta, como Alberoni, qué hay antes de la vida, también se está preguntando qué hay más allá de la muerte.

Dejo a un lado filosofías, teologías, ontologías. Esta digresión nace de un hallazgo casual. Hace unos días, ordenando archivos, encontré las notas de una entrevista que marcó mi vida. Sucedió allá por los ’80, cuando visitó nuestro Zinemaldi la gran dama del crimen, Patricia Highsmith. Pese a verse abordada por un aprendiz, ningún problema en cederme una hora larga de conversación. Hasta me consintió entrever la novela que le ocupaba, ‘Gente que llama a la puerta’. A su manera deliciosamente perversa, estaba evaluando incluir una escena inspirada en los predicadores del cinturón bíblico americano. “Creen que las almas se comunican con nosotros” -no olvidaré su sonrisa al decírmelo-, “pero no entienden nada”.

Seguro que tenía una escena en mente. Pregunté en mi torpe inglés. Su voz lenta me la esbozó en tres frases: “Durante una sesión de ouija, un espectro se hace oír diciendo: ‘Mary ya no va a la escuela’. A quienes escuchan les parece una tontería. ¿Qué le importa a un alma en pena si Mary va a la escuela o no?”. Sin una palabra más, la creadora de Ripley me clavó una mirada y una lección magistral. Ahí se escondía la clave.

Una niña caminando hacia la escuela, una mañana de marzo, sobre la nieve, es un milagro. Sólo quienes habitan más allá de lo trivial pueden percibirlo. Nosotros, habituados a la ceguera de lo evidente, no lo advertimos.

¿Por qué, finalmente, Highsmith no incluyó esa escena en su novela? No lo sé, pero la dimensión invisible de Alberoni estaba ahí. Aquella que sustenta la esencia última, “infinitamente precaria, infinitamente prodigiosa”, del misterio de la vida.

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