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"América Hispánica", de Borja Cardelús y Muñoz-Seca

Ed. Almuzara. 2021
viernes 27 de enero de 2023, 23:00h
América Hispánica
América Hispánica
En el espacio de casi 900 páginas, el autor realiza un grandioso acercamiento a toda la Historia de los hispanos en Hispano-América. Son toda una serie estupenda de trabajos publicados por el profesor Borja Cardelús y Muñoz-Seca, a lo largo de su acercamiento a dicho asunto histórico. Sentido común e indudable preparación historiográfica están plasmados en este volumen, que es otro indubitable acierto de la editora radicada en Córdoba, para toda la Hispanidad.

«La obra de España en el Nuevo Mundo es aún muy desconocida, pese a que el sorprendente descubrimiento de un continente hasta entonces ignoto revolucionó la realidad geográfica y el orden vigente del mundo medieval. El fruto más relevante de esa obra es el nacimiento de un nuevo espacio cultural, la Civilización hispánica, 600 millones de personas que comparten una misma sangre mestiza, así como unas comunes lengua, religión cultura y costumbres, y que se extiende sobre España, Iberoamérica y los Estados Unidos. La huella de España en Estados Unidos es profunda, ya que permaneció allí durante tres siglos, con soberanía sobre tres cuartas partes de su territorio, dejando un inmenso legado explorador, material, cultural y humanístico, y logrando a través de las misiones la supervivencia de las razas indias hasta el momento actual. Aún más desconocida es la gesta de España en el Pacífico, que descubre y emplea para circunnavegar por vez primera el planeta, y que luego explora profundamente hasta dominarlo, llegando a ser llamado ‘El Lago español’, incorporándolo a su acervo colonizador a través del Galeón de Manila, la primera globalización del mundo. La Leyenda Negra ha falseado la realidad de la colonización española, ya que a través de las Leyes de Indias, cuerpo jurídico precursor de los derechos humanos, proteccionistas a ultranza del indio americano, logró la supervivencia a largo plazo de las razas nativas, de tal modo que, pese a la mortandad inicial indígena causada por los virus, cuando España salió de América vivían más nativos que a su llegada, y en los Estados Unidos solo quedaba abundante población india en las áreas ocupadas por España. ‘América hispánica’ constituye, en esencia, el encuentro entre dos mundos, una simbiosis trascendental de la que emergen una historia, una raza, unas tradiciones y una filosofía vital híbridas que conforman una de las grandes culturas del mundo occidental: la civilización hispánica».

Dentro de este extraordinario libro, que no tiene desperdicio de ningún tipo, y que debería ser adquirido y leído, de forma concienzuda, por el ingente número de hipotróficos intelectuales hispanos, tanto en América como en Europa, que niegan la verdad lógica de lo que la cuestión histórica de la América Hispana, y que suelen presentar, lo que es muy habitual en las Españas, un grado importante y lamentable de barniz cultural; recomiendo la lectura de lo relativo a las Leyes de Indias, como protección total y absoluta del indígena hispanoamericano, entre las páginas 856 y 888, está todo y es fácilmente comprobable en su veracidad.

Extraordinaria recopilación jurídica, que evitaría los abusos contra los aborígenes’, y que no ocurrió, en ninguna ocasión, en la América anglosajona. En los EE. UU. se está produciendo un intento, que en ocasiones se está consiguiendo, de destrucción absoluta sobre lo que representó la herencia hispánica en ese país, y para ello se acuden a los tópicos más absurdos y falsos que existen; entre otros el relativo a la falsedad absoluta de la malhadada Leyenda Negra, que se cree veraz. Aunque la toponimia estadounidense está plagada de nóminas españolas, en estados tales como Florida, California, Texas, Arizona, Montana, Colorado o Nuevo México; asimismo todo ello se ve reflejado en múltiples ciudades con nombres españoles, verbigracia: Toledo, San Antonio, San Francisco, Los Ángeles, San Diego, Albuquerque, Las Vegas, Santa Fe, etc., entre otras de mayor o menor enjundia. Y, no deseo olvidar a San Agustín de la Florida, vinculada al Adelantado Pedro Menéndez de Avilés. Todos aquellos, indígenas muchos de ellos, que destruyen estatuas de Junípero Serra o de Juan de Oñate, inclusive (con la incultura típica norteamericana) de Cervantes y del Quijote; están aquí, porque el fraile franciscano los dignificó, los enalteció y consiguió salvarlos.

Las Leyes de Indias les protegieron y respetaron sus tierras, y las misiones fundadas de costa a costa los incorporaron a la civilización occidental grecorromana, adiestrándolos en oficios, técnicas, religión, lengua y cultura. Cuando España abandonó el territorio y penetraron los angloamericanos, los indios fueron despojados de sus tierras, como sucedió en el este, donde por ello se extinguieron del todo los nativos”.

Pero, paradójicamente, en la actualidad los tribunales de justicia norteamericanos devuelven esas tierras a los aborígenes o indígenas, y para ello se ven obligados a aceptar todos los derechos que estos indios tenían reconocidos, y que los amparaban, en las Leyes de Indias, o en el Código de las Siete Partidas del Rey Alfonso X “el Sabio” de León y de Castilla, y asimismo que por las concesiones realizadas por los soberanos de España a aquellos súbditos, que nunca fueron considerados como esclavos. Las tribus indias que conservan esos privilegios o cédulas reales son afortunadas, como les ocurrió a los indios-pueblos californianos. Los esclavos negros podían escaparse de las plantaciones de algodón de Carolina del Norte o Carolina del Sur o Georgia, estados confederados patognomónicos, y dirigirse al estado de la Florida español, donde automáticamente eran considerados como seres humanos libres. “… e incluso les construyó un fuerte para alojarse, el fuerte Mosé, refugio de los que lograban escapar de las garras inglesas de la esclavitud, y todo un símbolo, porque es el primer asentamiento de negros libres en los Estados Unidos”.

Estamos ante una obra magna, en todos los sentidos del término, sumamente documentada y esclarecedora, y que es de una necesidad perentoria para dejar las cuestiones americanas en su justo sitio, sin manipulaciones anihistóricas. La España del Rey Carlos III de Borbón ayudó, de forma desinteresada, a los patriotas norteamericanos, que luchaban contra el Reino Unido de la dinastía Hannover, y George Washington, su primer presidente, lo reconoció y agradeció; armas, pólvora y dinero; y para terminar, enviando al joven Bernardo Gálvez quien expulsó a los británicos del territorio del río Misisipi y del golfo de México. He dejado, claramente, el resto del libro para que se lea, con fruición, todo lo relativo a la relación entre las Españas con los indígenas hispanoamericanos; y lo que opinaban muchos de ellos de los imperios inca o azteca. Esta obra, fuera de serie, permitirá a los lectores realizar una documentación correcta sobre los conocimientos debidos, para juzgar el comportamiento español en Las Indias, incluyendo en lo positivo hasta a Cristóbal Colón. ¡Extraordinario libro! «Ceterum censeo Carthaginem esse delendam».

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