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TARTESSOS Y GRAN TEATRO DE MIGUEL ROMERO ESTEO, PREMIO EUROPA

Por Francisco Morales Lomas
domingo 07 de mayo de 2023, 18:17h
Tartessos
Tartessos

La penúltima vez que tuve oportunidad de hablar con Miguel Romero Esteo fue para comunicarle la concesión del Premio de la Crítica en Andalucía a la reedición de Tartessos en 2013, aunque en 2008 había sido también Premio Nacional de Dramaturgia y en 1985 había recibido el Premio del Consejo de Europa por Tartessos. No pudo asistir al acto de entrega del Premio de la Critica en Granada por encontrarse enfermo y lo hizo su buen amigo el director de teatro Rafael Torán. Fue un modo de reconocer una de las grandes obras del teatro español del siglo XX, equiparable a Luces de Bohemia o La casa de Bernarda Alba, por no decir que las supera. También lo consideraba así Pedro Aullón de Haro, al final de su estudio introductorio a Tartessos cuando decía: «Tengo la convicción (...) de que la obra de Romero Esteo es junto a la de Valle-Inclán, lo más original y renovador que ha producido la literatura dramática española con posterioridad al Siglo de Oro.»

La considero una de las grandes obras contemporáneas por la conformación de un mundo primigenio que nace con la circunspección, el rigor y el alcance de la palabra poética. Nos transporta a un mundo originario (el siglo XI a. de C.), casi un mundo recién creado, como diría García Márquez en Cien años de soledad, a otra forma de entender y de vivir la existencia muy alejada pero, en esencia, con grandes puntos comunes con nuestra forma de pensar en la actualidad, porque la dignidad, la violencia, la guerra, la muerte, la vida y el amor son temas universales.

Con gran verosimilitud y con un enorme poder creativo lleva a cabo una obra inmensa, hermosa, una ópera andaluza del siglo XX, con una sublime inteligencia y un saber hacer preciso en los más mínimos detalles. Todo un canto al teatro como acto creador y representativo pero también como instrumento simbólico y agitador.

Tartessos es una obra clásica en el mismo sentido que podríamos considerar cualquier obra de Shakespeare o del genial Sófocles con cuyo teatro puede tener relación sobre todo en la intensidad dramática de una Antígona en las partes tituladas "Liturgias XIX y XXIII de la Jornada Segunda de la Solemnidad". Pero también lo tiene con el teatro épico de un Esquilo y sus hierofanías diversas.

Aunque ha sido considerada por el autor como un poema épico, así lo es en gran parte de su conformación estética y en su espíritu. Sin embargo, en su intensidad dramática, sobre todo en la segunda parte, debo considerarla como una gran obra de creación trágica. Una tragedia en el gran sentido del término que nos ha hecho vibrar ante los diálogos de Oonókopo y su hermano Aaraklos o entre aquel y Bosummuro.

Tartessos está organizada en dos grandes partes que llevan por título De la gran luna de los racimos y el sol (41 liturgias o escenas) y De la grande luna de las lluvias y las aguas (43 liturgias). En ellas aparecen extensas acotaciones que poseen un enorme valor narrativo pero también descriptivo, porque Romero Esteo cuida la escenificación hasta el último detalle. Largos recitados, monólogos de gran profundidad existencial y creadora y un enorme lirismo épico que va creando a raudales.

Romero Esteo es un hondo conocedor de este mundo. Su documentación ha sido exhaustiva y sus ensayos sobre la civilización de Tartessos (el más interesante publicado en Editorial Sarriá, Málaga) así lo acreditan. Ese conocimiento le permite crear un lenguaje y con él configurar todavía más ese mundo en el que el lirismo brota con fuerza y las sensaciones primigenias de una civilización que todavía está en proceso de gestación. Pero su gran labor arqueológica es la reconstrucción de ese mundo. Un trabajo de titán y sobre todo la verosimilitud del mismo tanto conseguida lingüísticamente pero sobre todo en el imaginario de la representación y en toda la ambientación de su dramaturgia. Y existe mucho más: la entrada de los grandes sentimientos de la humanidad. Cuando Tartessos se plantea ceder el paso a los ejércitos de Quart Hadasht que pretenden atravesarlo, Oonókopo se niega porque sabe que es una excusa perfecta para ser invadidos y diezmados. Esto crea una situación dramática de extraordinario valor teatral en la que se enfrentan Oonókopo y su hermano Aáraklos partidario de dejarlos pasar y así evitar la guerra y/o la muerte. Se plantea así "la libertad de o vivir libres o morir con dignidad". Pero también otros grandes temas como el concepto de la vida, de la muerte, de la resistencia: "¿Qué es la vida sino resistir contra la secreta herida de la muerte?"

Aquella fue la penúltima vez, en cambio, la última vez que pude hablar con él fue con motivo de una invitación que le hice para hablar de su teatro en el Ateneo de Málaga, hace aproximadamente tres años. Ya andaba recluido en su casa y apenas si salía. Entonces se hallaba bastante melancólico y alejado de los focos mediáticos, y tras darme las gracias, me dijo: que no iría porque "si España no ha hecho nada por mí, yo no haré nada por los españoles". Fue un resumen explícito con el que se quejaba del abandono de su obra sobre todo desde los estamentos oficiales, y también, acaso más populares.

Romero Esteo fue una persona de enorme vitalidad y de una sutil inteligencia y, sobre todo, un hombre de teatro en el gran sentido de esta palabra. Montoreño afincado en Málaga, Romero Esteo, pertenecía a la generación simbolista, se había licenciado en Ciencias Políticas y había sido profesor de la universidad de Málaga, con una producción teatral que se había iniciado en 1961 con Pizzicato irrisorio y gran pavana de lechuzos y Pontifical. y ya en la década de los 70: Patética de los pellejos santos y el ánima piadosa (1970), Paraphernalia de la olla podrida, la misericordia y la mucha consolación (1971), Pasodoble (1973), Fiestas gordas del vino y del tocino (1973), Horror vacui (1974).; y, muerto el dictador: El vodevil de la pálida, pálida, pálida rosa (1979), La oropéndola (escrita en los ochenta para televisión), Tartessos (1983), Liturgia de Gárgoris, rey de reyes (1987). Obras que se estructurarían en dos ciclos del que el segundo, al que pertenece Tartesssos, es considerado de mayor complejidad estructural y temática por el lenguaje, así como por la integración de contrarios mediante procesos de andamiaje romántico pero con translación vanguardista. Un tipo de teatro que se caracteriza también por la extensión de sus textos teatrales y la dificultad de acomodarlos a una duración habitual dentro de los cánones actuales, hecho que ha generado inconvenientes para la representación de sus obras. Pero realmente es un "fenómeno estético" y también un "fenómeno histórico" sin precedentes por su conexión con la cultura popular y, como decía Ruiz Ramón, por la «ruptura total con la ´cultura oficial´, y en todos los niveles». Un teatro, que debe ser entendido dentro del canon del realismo grotesco con una superabundancia de elementos populares que lo insertan en las fiestas populares, en las plazas públicas, en los mercados y en el que se sintetizan y asocian todo tipo de elementos de arrabal, provocadores, con multiplicidad de sentidos, perspectivas y ambigüedades, pero también muy atento a todo tipo de obscenidades y códigos divergentes que lo insertan en la libertad más absoluta.

Finalmente, como decía Fernando de Diego, de la universidad de Iowa, el teatro de Romero Esteo se fundamenta en un discurso cuya riqueza lingüística y referencial le otorga la doble función de texto dramático y teatral. Un teatro que no solo se representa sino que se puede leer con delectación por su red de referencias históricas y literarias.

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