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José María Manuel García-Osuna y Rodríguez
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José María Manuel García-Osuna y Rodríguez (Foto: Inmaculada Roces Fonseca)

Entrevista al Dr. José María Manuel García-Osuna y Rodríguez: “La Historia nos permite realizar un análisis sociológico pormenorizado sobre la época o personajes de que se trate”

Autor de “La batalla de las Navas de Tolosa. Un mito histórico”. Editorial Alderabán. 2023
Por Javier Velasco Oliaga
domingo 02 de julio de 2023, 18:17h

Conozco a pocos nacionalistas leoneses, pero el más insigne es el Dr. José María Manuel García-Osuna y Rodríguez, historiador medievalista y médico de familia. Es un fiel luchador de la causa del reino de León, que perdió su preponderancia frente al de Castilla, quedando en un segundo plano. El mismo en el que quedó en la batalla más señera de la Reconquista. Los reinos de León y Portugal fueron los únicos de la península Ibérica que no participaron en tan fundamental batalla.

La batalla de las Navas de Tolosa. Un mito histórico
La batalla de las Navas de Tolosa. Un mito histórico

Todo esto nos lo cuenta en su último libro “La batalla de las Navas de Tolosa. Un mito histórico” aportando nuevos datos, y escrito con un rigor exquisito. En la entrevista, el célebre medievalista nos muestra por donde huyeron los almohades tras ser derrotados, cuál fue el botín que consiguieron los cristianos y muchas otras cuestiones que han dado de lado otros historiadores.

¿Nacer en la urbe de León imprime carácter?

No necesariamente, pero sí es cierto que los leoneses tenemos, cada vez más, un acendrado sentido de identidad, definida como leonesista. Sobre todo, porque esta urbe fue capital imperial durante siglos, del Reino de León o Regnum Imperium Legionensis. Y desde esta ciudad se crearon todos los adelantos sociales mayores de todas Europa. Desde la foralidad (leyes locales y regionales) donde se respetaba ya hasta la inviolabilidad del domicilio; luego, nació el Parlamentarismo con las Cortes del Reino de León de 1188 (Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, 2013). A continuación, desde esa ciudad se trasladó a toda la Corona de León, desde la Galicia lucense, a la Extremadura legionense, pasando por las Asturias de Oviedo y, sobre todo a las otras dos capitales leonesas: Zamora (la gran capital de las Cortes leonesas. “¡Allá en Tierra Leonesa, un rincón se me olvidaba, Zamora lleva por nombre, Zamora la bien cercada!”) y Salamanca (la gran urbe de la Universitas Legionensis fundada por Alfonso IX de León).

¿Los historiadores pueden ser acusados de cuidar poco la historia?

Depende de cada historiador. Yo, modestamente soy muy riguroso en todos mis textos relacionados con mi profesión de historiador (7 libros; 40 biografías de música culta y 234 trabajos de Hª), como con la de Doctor en Medicina. Quizás en algunos contados casos se tienda a la generalización y, sobre todo, a repetir comportamientos aprehendidos. Es una pena, porque la Historia y, en mi caso concreto la Medieval o la Antigua, nos permite realizar un análisis sociológico pormenorizado sobre la época o personajes de que se trate. Yo, como médico, realizo estudios de las patologías de los personajes de mis libros, en función de las Crónicas de los historiadores medievales o de la Antigüedad, y los datos que dan sobre de que murieron.

Por su labor como crítico literario, ¿qué opina del auge de la novela histórica en nuestro país y de que se ficcionen hechos históricos alegremente para que los no doctos acaban creyendo todo lo que se cuenta en esas obras?

Estimo que muchos de los que escriben novela-histórica se documentan, a mí me gustan la mayoría y, sobre todo, porque suelen realizar un apunte al final sobre la historicidad de los personajes y de la obra que narran. Yo tengo la suerte de realizar ensayo-crítica literaria en Todo Literatura (hasta ahora unas 348), y solemos, todos lo que ahí escribimos, discriminar lo bueno de la paja. Mi deseo es que la historicidad de la novela debe ser de un 70%.

¿La historia no ha dado a León la relevancia histórica que por méritos propios le corresponde? ¿Seguimos cometiendo una injusticia con el Reino de León?

Es indudable que el castellanismo anhistórico nos ha perjudicado enormemente, apoderándose de nuestras señas de identidad legionenses, y globalizándolas. Sea como sea, la identidad leonesa está creciendo en el País Leonés en miles. Concretamente este libro, que es la joya preciada de mis afectos, es una muestra del rigor con el que se puede acercar uno al medievalismo. La injusticia con el Reino de León; y no se debe olvidar que fue uno de los cinco reinos o coronas peninsulares, con sus territorios acompañantes, con Aragón, Portugal, Navarra y Castilla; se sigue produciendo, aunque los discrepantes ya somos muchos. Verbigracia, cuando se habla de la inexistente Corona de Castilla, que ya se dice de Castilla y de León. Entre otras razones de mayor o menor enjundia, porque en 1230 con el infante leonés y rey Fernando III "el Santo" no se unen los territorios ni se subsume uno en otro, sino que existe un monarca para León y para Castilla, que es el mismo; pero las legislaciones y las cortes se reúnen por separado hasta casi Pedro I “el Justiciero” de León y de Castilla. El Rey Alfonso X “el Sabio” de León y de Castilla (mi 3º libro. “Lobo Sapiens”. 2017): a) reúne Cortes por separado (las leonesas en Zamora, Toro y hasta en Medina del Campo), b) divide hacendísticamente los dos reinos y el de León es uno solo, c) reivindica el Algarbe portucalense como territorio del Reino de León, y d) el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, indica al Papa (Gregorio X) que el derecho imperial del Rey Sabio provenía de la titulación imperial de los reyes de León.

Sin embargo, el papel que desempeñó Alfonso IX de León fue bastante ruin con las fuerzas cristinas. ¿Ha querido justificar lo injustificable?

En ninguna circunstancia. Cuando el Papa Inocencio III envía, a Jiménez de Rada (navarro) que es el arzobispo de Toledo y Metropolitano de las Españas, la bula de cruzada contra los almohades del ‘Miramamolín’, le da la orden de que la envíe a los cinco reyes hispanos: 1º) PEDRO II “EL CATÓLICO” (medía 2 metros de altura) contesta rápidamente que acudirá, ya que los Papas siempre han apoyado, en todo el Medievo, a Castilla, Aragón y Portugal en contra de Navarra y , sobre todo, de León (dos matrimonios disueltos, excomunión de Alfonso IX y entredicho del Reino de León).

Aunque conviene no olvidar un hecho apriorístico y que es: LA LIGA DE HUESCA:

El 12 de mayo de 1191, en Huesca, se concertó una gran alianza, en la que todos se otorgaban ayuda recíproca contra la obvia prepotencia castellana, sin realizar paces por separado. No se trataba de luchar contra Alfonso VIII, sino de impedir que el rey de Castilla negociase con cada uno individualmente, imponiendo a todos su hegemonía. Se repartían zonas lógicas de reconquista y se impedía que el más poderoso desbordara otras fronteras, manu militari.

En dicha urbe aragonesa se reunieron los reyes: Alfonso II “el Casto” de Aragón, Alfonso IX “el Legislador” de León, Sancho I “el Poblador” de Portugal y Sancho VI “el Sabio” de Navarra, con el propósito primigenio de hacer la guerra contra el voraz imperialismo castellanista de Alfonso VIII de Castilla “el de Las Navas de Tolosa”.

Será Sancho I quien se lo proponga al monarca de Aragón, y este exige que se extienda el tratado de mutuo apoyo a los reyes de Navarra y de León, quien es el más fuerte de los cuatro. El compromiso conllevaba que se comprometían a no entrar en guerra sin el asentimiento de los cuatro soberanos. El más molesto era el Rey de León, que comprobaba como su primo seguía sin devolverle las plazas leonesas de la Tierra de Campos, lo que se había comprometido a realizar en las Cortes de Carrión de 1188. Tras sellar el pacto, Aragón y Navarra invadieron Castilla, atacando las tierras celtibéricas de Soria. No obstante, la coalición quedó, pronto disuelta, ya que Alfonso II de Aragón firmó, en 1192, un tratado de paz con Castilla, orillando los pactos firmados. 2º) ALFONSO II “EL GORDO” DE PORTUGAL tampoco está decidido a ir a la batalla, ya que teme que Castilla le ataque. En ese momento ha perdido una guerra contra León, por lo que no está muy entusiasmado con ir a Las Navas de Tolosa. 3º) ALFONSO VIII DE CASTILLA “EL DE LAS NAVAS” (medía 1’80 de altura) es el monarca de Jiménez de Rada, será el centro de la conflagración, y por supuesto quiere lavar su derrota previa en Alarcos (19 de julio de 1195). 4º) SANCHO VII “EL FUERTE” DE NAVARRA (medía 2’13 metros de altura) es presionado por el Papa para que vaya a la guerra, amenazándole con la excomunión si no lo hace; el monarca navarro tiene ya 58 años, y no quiere más problemas con el Vaticano. Irá con un reducido grupo de caballeros, pero muy aguerridos, y se dice que conquistó la tienda del califa almohade, derrotando a la encadenada guardia negra. 5º) ALFONSO IX DE LEÓN “EL LEGISLADOR” (medía 1’90 de estatura) es, en efecto, el verdadero problema para Jiménez de Rada, quien retrasa todo lo posible el envío de la bula a la curia regia leonesa por: a) No existe interés en que la milicia leonesa vaya a la batalla, ya que es la más fuerte de la Península, con su caballería pesada a la cabeza; b) Cuando recibe la norma papal, el monarca de León responde entusiasmado que irá, pero antes debe consultar con sus Cortes, cuyos ciudadanos tienen ya mucho poder, desde 1188; c) Dicha Curia le indica al soberano que lo piense concienzudamente, ya que antes debe exigir a su primo castellano que le devuelva las plazas fuertes leonesas de los Campos Góticos, conquistadas por Alfonso VIII de forma espuria. Le recuerdan qué si muere en dicha guerra, su primo castellano será el Rey de León, algo indeseado; d) Alfonso VIII se niega, por lo que, CON TODA RAZÓN, Alfonso IX declina ir a la guerra. No obstante tropas leonesas estarán en Las Navas de Tolosa, incluyendo en el centro de mando al propio hermanastro del rey de León, Sancho Fernández. Asimismo, es preciso no olvidar que el Rey de Portugal tampoco estuvo.

¿Cuál fue el papel de las órdenes militares en la batalla?

Como todos los cristianos que apoyaron a las mesnadas o ejércitos regios de los tres monarcas, su rol fue muy importante. Estos caballeros estaban muy bien pertrechados, y eran muy profesionales. Los caballeros o freires (hermanos) estaban auxiliados por los denominados como escuderos o sargentos. La confraternización entre los diversos componentes de las cuatro órdenes militares de la batalla fue muy grande, a saber: la de Calatrava, la de Santiago, los del Temple o templarios y los del Hospital u hospitalarios. En el año 1178, las tres últimas órdenes militares ya habían llegado a un acuerdo de ayuda mutua absoluta contra cualquiera, incluidos los propios monarcas. A posteriori formaría parte del acuerdo la propia orden de Calatrava.

Los caballeros iban vestidos con la LÓRIGA (armadura de pequeñas láminas de acero en escamas), con el CAPILLO (vestidura de tela blanca para cubrir la cabeza), y con el ALMÓFAR (cortina flexible de malla en un casco que cubría cuello y hombros, unida por un cordón de cuero o por tornillos de latón en el borde de la cabeza).

Los escudos eran de madera forrada de cuero y llevaban pintada una cruz. Además, podían portar una túnica sin mangas o sobrevesta forrada de armiño con la cruz roja o el escapulario negro (prenda que consiste en una pieza de tela que cuelga sobre el pecho y por la espalda, con la pertinente abertura para pasar la cabeza).

Los sargentos llevaban un jubón o gambax rojo acolchado. La disciplina militar, su eficacia en la batalla y su fidelidad a la cruz eran encomiables. Los caballeros de las órdenes militares se encargarían de reforzar a la vanguardia de las milicias concejiles, cuando estas retrocedieran ante el empuje de la infantería de las fuerzas agarenas. Se encargaron de la toma del puerto del Muradal y eligieron el campamento en el lugar llamado Mesa del Rey. Su caudillo será el conde Diego López II de Haro.

Utiliza un lenguaje muy cuidado y culto que puede escapar al lector medio… ¿A quién va dirigida su obra?

Creo, modestamente, que no; ya que el libro ya ha sido divulgado o adquirido, y los calificativos son, hasta ahora, muy laudatorios. Mi libro no realiza distingos, y va dirigido a cualquier lector, pero deben existir unos mínimos conocimientos sobre la batalla, y lo que significó el hecho bélico. Yo poseo unos 8.500 libros de Historia, todo lo que he manejado para mi libro está en la bibliografía; y los volúmenes específicos sobre Las Navas de Tolosa utilizan igual terminología. Estimo que la Historia escrita debe ser cuidadosa, sí comprensible, pero no vulgar.

¿Qué opina de que el latín haya desaparecido de los programas educativos españoles? Muchos estudiantes no podrán comprender citas que aparecen en su libro…

Creo que es un error y coincido, absolutamente, con la Sociedad Española de Estudios Clásicos (del CSIC) de la que formo parte, de que esta valoración decreciente del Latín, del Griego, de la Filosofía o de la Historia será perniciosa para el desarrollo intelectual de los ciudadanos. Lo paradójico es que, desde siempre, incluyendo a la Antigüedad (Egipto, Asiria, Hatti, Babilonia, Elam, etc.), los políticos tratan de que los ciudadanos pensemos lo menos posible. Además, la lengua de Roma está en gran parte de los vocablos de ella derivados, en las Españas en el: gallego, castellano, aragonés, navarro-medieval, leonés-llionés o asturiano, portugués, etc., por eso se llaman lenguas romances. Yo, asimismo soy médico, y la terminología médica presenta muchos latinismos. Inclusive se utilizan, muchas veces de forma pésima, frases latinas coloquiales, verbigracia: sensu stricto; grosso modo; motu proprio, etc.

“Realizo el estudio sobre los comportamientos psicológicos de cada personaje, introduciendo datos sobre sus familias y sus vivencias”

¿Considera que ha sabido llegar al alma de los personajes que conforman el libro?

Pues, modestamente, estimo que sí; ya que siempre suelo realizar un estudio, ciertamente pormenorizado, sobre los comportamientos psicológicos de cada personaje, introduciendo datos sobre sus familias y sus vivencias. Y más, si cabe, en esta obra donde aparecen cinco reyes, el papa, prelados importantes, múltiples soldados, condes, e incluso un hermano, Sancho Fernández, del monarca Alfonso IX de León, etc. En este libro, incluso, he presentado dos cartas escritas por dos mujeres de la familia del Rey Alfonso VIII de Castilla. Son de las infantas Berenguela (luego reina-consorte de Alfonso IX, y madre de Fernando el Santo), y Blanca (reina-consorte de Luis VIII de Francia y madre de San Luis IX), quedando clara su idiosincrasia. Además de referir las causas de la muerte del khalifa almohade ‘Miramamolín’ (Amir al-Mu’minin o Príncipe de los Creyentes), que fue asesinado (25 de diciembre de 1213 en el alcázar real de Marrakech), cuando era ya un alcohólico notorio y se había degradado hasta límites insospechados, probablemente con un síndrome maniaco-depresivo.

Ha realizado una ardua labor de investigación, ¿qué personaje, de los que aparecen en su obra, le ha costado más analizar? ¿Cuál es su preferido?

El número de personajes es cuantioso. Se trata de proseguir la Reconquista, además del peligro que suponen los almohades, que ya llevan un tiempo en la Península, y el anterior khalifa Abu Yúsuf Yaacub al-Mansur (1160-1184-1199) se ha enseñoreado por las tierras andalusíes, consiguiendo derrotar a las mesnadas castellanas de Alfonso VIII en la batalla de Alarcos (19 de julio de 1195). “Halláronse en Alarcos veinte mil cautivos, a los cuáles dio libertad Amir Amuminin después de tenerlos en su poder, cosa que desagradó a los almohades y a los otros muslimes; y lo tuvieron todos por una de las extravagancias caballerescas de los reyes”. Se puede decir que todos los personajes cristianos y sarracenos tuvieron el mismo esfuerzo por mi parte, sin olvidar que participan tres reyes y un khalifa. Los más costosos han sido tres: Alfonso VIII, Jiménez de Rada y Sancho VII. Y, obviamente, mis preferidos por dejar las cuestiones prístinas con respecto a su devenir vivencial son: Lucas de Tui y el Rey Alfonso IX de León.

He esbozado lo que pensaban los emires de las taifas andalusíes, que habían salido muy descontentos de los almorávides

¿Queda mucho por saber aún sobre la mitificada Batalla de las Navas de Tolosa?

Siempre se pueden realizar más estudios, ya que aparecen nuevos textos o, porque no decirlo, novedades en la forma de juzgar a los personajes implicados. Estimo, con toda humildad, que he abierto puertas hasta ahora cerradas; sobre todo en lo relativo a los comportamientos de Portugal y de León, para mí indubitables. Asimismo, he esbozado lo que pensaban los emires de las taifas andalusíes, que habían salido muy descontentos de los almorávides, y ahora, contemplaban que el fanatismo almohade era más pavoroso.

¿Qué fuerzas mercenarias participaron en ambos bandos?

Aunque no se citan, de manera expresa, este tipo de soldados, sí existían ya, en esta época histórica, ENTRE LOS CRISTIANOS estaban los denominados:

A.- ALMOGÁVARES, los cuales fueron unas tropas de choque, espionaje y guerrilla presentes en todos los reinos cristianos hispánicos durante la Reconquista. Se trataba de una infantería ligera originaria de los reinos de Aragón, para la conquista del Mediterráneo en los siglos XIII y XIV, estaban conformados, sobre todo, por una muy valerosa infantería ligera.

B.- GOLFINES, estos mercenarios provenían de Centro-Europa, comenzando sus andanzas como bandoleros dentro de las mesnadas de León y de Castilla, terminarían quedándose en las Extremaduras leonesa y castellana dedicándose a la rapiña de ovejas, hasta llegar a conformar la nobleza cacereña ya en la época de los Reyes Católicos.

C.- ZUIZOS, ya documentados en el siglo XIII, pero de los que no está claro cuándo llegaron a las Españas. Se trata de las compañías suizas o “Zuizas”.

D.- ULTRAMONTANOS FRANCOS Y BORGOÑONES, que serían alrededor de 20.000 hasta 60.000, proclives al pillaje y al exterminio o degollación, y cuyo deserción y abandono de la expedición fue vista con gozo por Alfonso VIII.

Los almogávares eran los patognomónicos guerrilleros hispanos, y por consiguiente soldados de infantería, que llevaban una especie de red de hierro en la cabeza, e iban vestidos con pieles de animales, calzaban rústicas abarcas, e iban armados con el CHUZO (palo con púa de hierro en un extremo, utilizado como una lanza para ataque-defensa), que era semejante a la lanza corta o pilum de los romanos, además de dardos y espadas. Siempre atacarían en tropel, eran hombres y luchadores muy duros, se alimentaban con los animales cazados y de plantas silvestres y pan.

Se posee una información, a posteriori, relatada en Las Partidas II, título XXIII, ley XIX, en el que se cita que las tiendas de los reyes estaban en el centro, para evitar golpes de mano de los agarenos y que se pudiese matar a alguno de los soberanos.

«En las de los oficiales que le habían de servir en derredor de ella. E todas las puertas de estas tiendas deuen estar fazia la del Señor e deuen dexar en derredor desta plaza para en que descabalguen los que uinieren a uer al rey e onde se alleguen si algún rebato acaeciese en la hueste».

ENTRE LOS MUSULMANES estaban:

En la época califal, los sarracenos tenían siempre un ejército permanente, conformado por la leva o recluta andalusí obligatoria y los pertinentes soldados mercenarios, a estos dos cuerpos militares había que añadir los fanáticos voluntarios de la guerra santa o ahl al-ribat, los cuales eran semejantes a los miembros de las órdenes militares cristianas.

A) LOS ÁRABES:

Esta formación militar de los almohades se componía de beduinos nómadas llamados Banu Hilal. El Miramamolín encuadraría a estos Banu Hilal o hilalienses en su ejército, al considerarlos muy necesarios tanto en el norte de África como en Al-Andalus. Eran indisciplinados pero muy tribales y corajudos. Durante los dos días previos a Las Navas de Tolosa, al pie de la denominada como Mesa del Rey hostigaron continuamente a los soldados cristianos utilizando la táctica de “torna fuga”, que consistía en simular una huida para atraer al enemigo a una posición ventajosa. Estos beduinos podían tener enfrentamientos con los almohades, pero sus jefes participaban con los sayyid o señores almohades en las ceremonias o actos oficiales.

Estos hilalienses fueron reclutados por medio de una intensa propaganda de exaltación del yihad o guerra santa contra los infieles, y la anhelada recompensa de las huríes celestiales. Cobraban más que los militares almohades, 25 dinares frente a 10.

Si uno de los soldados musulmanes perdía su armamento en una batalla, recibía 8 dinares si era almohade y 15 si era árabe. Estos jinetes árabes eran preclaros en la carga con lanza y espada, por lo que sus bajas mortales solían ser muy numerosas, e iban a las guerras con sus mujeres, que eran las encargadas de darles agua en el fragor de la confrontación.

B) LOS ANDALUSÍES:

Eran los primigenios habitantes musulmanes de la Península Ibérica, conformaban la caballería pesada mahometana, que se encargaba de rivalizar con la homónima de los cristianos, montaban a la brida, por lo que se puede colegir que eran unos muy expertos jinetes. No obstante, su relación con los almohades era pésima.

En el Libro de los Estados del infante Don Juan Manuel se escribe: «Que andan mucho en la guerra guerreada et pasan con muy poca vianda, van sin adaragas et sus armas son azagayas que lanzan y espadas con que fieren con gran ligereza».

C) LOS CRISTIANOS:

No hubo soldados cristianos mercenarios en la batalla de Las Navas de Tolosa, ya que fue calificada como cruzada por el Papa Inocencio III. Por el hecho de ser considerada una cruzada contra el infiel, los cristianos que apoyasen a los enemigos ismaelitas serían automáticamente excomulgados, lo que significaba una separación de los sacramentos de forma fulminante. Aunque, sí existieron espías renegados cristianos que se iban a encargar de notificar, secretamente al khalifa Miramamolín sobre la deserción de los caballeros cruzados ultramontanos, y las evidentes dificultades existentes para el avituallamiento entre las numerosas tropas del rey Alfonso VIII.

D) LOS GUZZ o GOZZ:

Eran soldados de la etnia de los kurdos, provenientes del territorio del Kurdistán, descendientes probables de los medos. En la batalla de Las Navas de Tolosa eran denominados como agzaz o caballería ligera de arqueros.

Eran arqueros preclaros sobre todo en el uso del arco compuesto o turco, y formaban escuadrones de caballería muy eficaces y valerosos. En el momento de la batalla estaban mandados por su jefe mameluco llamado Qaraqus o Qaraqosh.

E) LOS VOLUNTARIOS DEL ISLAM:

Eran los fanáticos o integristas musulmanes más fervorosos, se encargaban de la defensa de puestos fronterizos o rabitas. Realizaban las necesarias funciones de los exploradores, inclusive a campo abierto. Sus jefes supremos eran los denominados como walís o valís de la frontera. Procedían de la zona magrebí de Marrákech, y serían masacrados en primera instancia como chivos expiatorios en Las Navas de Tolosa.

F) LA GUARDIA PERSONAL DEL KHALIFA MIRAMAMOLÍN:

Eran las personas más afectas al khalifa. En este momento histórico son africanos del Kumi o Kumía, en realidad soldados-esclavos subsaharianos o imesebelen, llamada la Guardia Negra, protegerán el palenque (tienda roja-jaima-matjar’ahmar). Se les llamaba “los despojados”, estaban atados con cadenas por sus rodillas o, más comúnmente, al suelo o a un poste. Provenían de las riberas del río Senegal. No eran esclavos en sentido propio, pero sí sumamente fanáticos. Llevaban un taparrabos de tela gruesa negra. Iban armados de una larga lanza dirigida hacia los enemigos cristianos, en este caso contra los trescientos caballeros navarros de Sancho VII el Fuerte. Se alimentaban de leche de camella. El estandarte de Al-Nasir era blanco con unas letras en oro que rezaban la esencia del Islam: «No hay otro Dios que Allah. Mahoma (Muhámmad) es el profeta enviado de Allah. No hay otro vencedor que Allah».

El pabellón real del khlalifa era rojo o púrpura, lo que presentaba un significado simbólico más acorde con la filosofía imperial almohade, y estaba rodeado por una especie de tela o al-farag que remedaba una alcazaba o fortaleza. Los comandantes generales de las tropas almohades eran los hijos del califa o sassid. Entre las filas de los soldados se movían un grupo de predicadores que los incitaban a la guerra santa contra los infieles, las tropas eran enardecidas y, además, se incrementaba su valor por medio de instrumentos musicales tales como tambores, pífanos, bocinas y trompetas.

Los cronistas musulmanes denominan lo que pasó en Las Navas como “la batalla del castigo”

¿Por qué denomina mítica a la batalla de las Navas de Tolosa?

Indica el Prof. Fdez. Conde: “Para los responsables de cada relato cronístico, la historia se convierte así en historia sagrada o historia de la salvación. Y esta perspectiva ideológica, en definitiva mítica, vale también para los cronistas musulmanas que denominan, por ejemplo, lo que pasó en Las Navas como “la batalla del castigo". A lo que yo añado que, sin negar el valor de las Navas de Tolosa, que lo fue y mucho, permitiendo al Rey Fernando III “el Santo” de León y de Castilla la Reconquista de Sevilla (agosto de 1247 y noviembre de 1248). No obstante, existe una batalla paradigmática para la Reconquista, y que es el culmen de las confrontaciones bélicas entre cristianos y musulmanes en la Península Ibérica, y me refiere a la gran derrota del khalifa omeya cordobés Abd Al-Rahman III Al-Nasir frente a las tropas leonesas del rey más eximio de la primera mitad del siglo X en Europa, es decir Ramiro II “el Grande o el Invicto” de León (mi 6º libro. Alderabán, 2021), denominado Magnus Basileus, es decir Simancas/Alhandega (1-6 de agosto de 939), y que permitió la repoblación de Salamanca, Madrid, y hasta Talavera de la Reina, la cual es muy poco conocida entre los hispanos.

¿Táctica militar por parte de las fuerzas cristianas o suerte al escoger el lugar de la batalla o ayuda divina con los caminos del Señor?

Para la gran batalla de Las Navas de Tolosa, las tropas de los cristianos se reunieron en Toledo, acompañados de sus magnates laicos y religiosos; todos estos señores serían los encargados de conformar la curia regia, para la planificación de la batalla, que se presumía era de vital importancia para ambos contendientes y para ambas religiones.

Tanto el rey de Castilla, rector del hecho bélico desde el bando de los cristianos, como el soberano de los agarenos desde el de los seguidores del profeta Mahoma, habían dotado a todos los participantes de los necesarios medios económicos y materiales para vencer al enemigo en el empeño tan anhelado. De igual manera, las mesnadas cristianas y las de los sarracenos caminaban con gran lentitud hacia el lugar previsto para la confrontación.

En la batalla de Las Navas de Tolosa, Alfonso VIII de Castilla constituyó una vanguardia muy agresiva en forma de cuña, con las tropas voluntarias leonesas, portuguesas y caballeros ultramontanos en ella, sus adalides eran:

1º) El magnate leonés Fernán Gutierrez de Castro, pertiguero mayor (acaudillaba las milicias episcopales) de la orden militar de Santiago.

2º) Sancho Fernández “el Cañamero”, infante de León e hijo del rey Fernando II de León y de la reina Urraca López de Haro.

3º) Lope Díaz II de Haro. Y mandados todos ellos por el Señor de Vizcaya, Diego López II de Haro.

El gran rey de Castilla estaba al mando de la zaga o la postrimera con su pendón de Castilla. Las alas derecha e izquierda respectivamente estaban comandadas por el rey Pedro II “el Católico” de Aragón, y por el rey Sancho VII “el Fuerte de Navarra.

Cuando se llegaba al cuerpo a cuerpo, la victoria quedaba en manos de los más valerosos y arriesgados, pero todos ellos confiaban todo a la voluntad del Dios de los cristianos.

Los procedimientos tácticos bélicos desarrollados en la Edad Media eran fundamentalmente tres: La suma de varias lanzas daba origen a una bandera o mesnada. Se define “MESNADA” como aquella hueste de hombres armados perteneciente a un rey, un ricohombre, un concejo, parroquia o distrito, que era la unidad orgánica del ejército medieval, por el contrario, el “HAZ” era una unidad táctica para desarrollarse en el campo de batalla. Una reunión de mesnadas conformaba una “HUESTE”. Los soldados que servían en las mesnadas se llamaban MESNADEROS, y el salario percibido era la MESNADERÍA. La bandera o mesnada estaba constituida por cien caballeros del mismo linaje, agrupados en torno a su señor feudal.

¿Qué datos importantes aporta su libro que antes se habían ocultado o no conocíamos?

Todo lo relativo a la Reconquista se decidió en la batalla de Las Navas de Tolosa que marcó un punto de inflexión en ella, ya que el Imperio almohade se derrumbó pocos años después. Asimismo, dejar claro el comportamiento de monarcas, falsamente, vilipendiados, como Alfonso IX “el Legislador o el de las Cortes” de León y Alfonso II “el Gordo o el de Borgoña” de Portugal; a los que se ha calificado de ‘traidores a España’, falso de toda falsedad, ya que las Españas nacerán como unidad territorial con los Reyes Católicos.

¿Se podrían cuantificar las fuerzas por ambos bandos y las pérdidas humanas sufridas?

Las cifras relativas al volumen de soldados de la cruz en Las Navas de Tolosa escritas por el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada no solo son exageradas sino estrambóticas: 10.000 caballeros y 100.000 peones de ultrapuerto, 3.000 aragoneses y 200 caballeros navarros. Se estima por diversos historiadores que el ejército de los cristianos podría estar conformado, por ejemplo, según Huici Miranda por entre 60.000 y 80.000 soldados, con, obviamente, un margen de error de unos 20.000 soldados.

La unidad táctica del esquema de la milicia en la época medieval era la lanza, y que en Las Navas de Tolosa estuvo compuesta por un caballero, su escudero, un paje, y dos peones armados estos con ballestas y lanzas, por lo general estaba conformada de 4 a 10 soldados. Por todo lo que antecede, aceptamos que el rey de Aragón aportaría unos 3.000 caballeros de la nobleza acompañados de sus escuderos, y unos 200 caballeros por parte de la nobleza navarra del rey de Navarra.

Por consiguiente, según el esquema indicado, y en la fórmula utilizada por C. Vara Thorbeck, este autor manifiesta que: 3000 de Aragón x 5=15.000; 200 de Navarra x 5=1000, como soldados globales. Alfonso VIII aportaría la suma total de los otros dos reyes o el doble de ellos, oscilando entre 33.300 y 49.950, además de unos cinco mil cruzados procedentes de los Reinos de León y de Portugal. Y 650 ultramontanos (130 x 5) que permanecieron hasta el final.

En el otro extremo se encuentra el historiador granadino y profesor J. E. Ruiz Domenech (1948) en su estudio sobre la batalla de Las Navas de Tolosa, del año 1984, en el que realiza un prolijo y pormenorizado estudio, que asimismo también se debe tener en consideración, e indica la cifra global de 11.000 hombres.

B) EL EJÉRCITO MUSULMÁN:

El arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada “el Toledano”, propone unas cifras auténticamente disparatadas para la época, sobre un montante de 185.000 caballeros e innumerables peones en el bando mahometano.

El monje cisterciense Alberico-Alberic-Aubray de Tres Fuentes-Trois Fontaines, en su Crónica homónima que abarca hasta el año 1241, no se ruboriza en lo más mínimo y da unas cifras apoteósicas y falsas de toda falsedad, de 925.000 soldados sarracenos, y hasta el Raw al-qirtas se dispara citando sin ambages que los agarenos eran unos 600.000. Todas estas cifras son absurdas e inaceptables.

El militar, escritor y arqueólogo Manuel González Simancas (1855-1942), en su estudio sobre la batalla del año 1925 estima que eran unos 50.000 los musulmanes. El profesor Huici Miranda considera que el número de los ismaelitas, en Las Navas de Tolosa llegaba hasta los 150.000.

El profesor Vara Thorbeck llega más lejos, ya que se fundamenta en que el prelado toledano escribe qué: tras la victoria en la batalla, la milicia cristiana vencedora solo tuvo efectivos suficientes como para poder ocupar la mitad del campamento mahometano. Pero, si lo estereotipado del numerario fuese lo aceptado, el gasto de alimentos, el número de transportes animales a utilizar, el ingente dinero a pagar a los combatientes y el forraje para los animales serían, posiblemente, casi total y absolutamente inasumibles para cualquier Reino de la época en la Península Ibérica.

¿A cuánto se elevó el botín de las tropas cristianas?

“Este año los reyes cristianos de Castilla, Navarra y Aragón entraron en batalla contra el Miramamolín, rey de los sarracenos, y por el favor de Dios consiguieron la victoria. Para alegría y alborozo de todos los orientales, el rey de Castilla escribió cartas al papa Inocencio sobre tan gran triunfo concedido por el cielo a los príncipes cristianos. Envióle además honrosos presentes del botín cogido a los sarracenos, como fueron una tienda toda de seda y un estandarte tejido de oro que se colocó en la basílica del Príncipe de los Apóstoles para gloria del nombre de Cristo”. La captura de un muy rico y valioso botín fue una de las causas, entre otras varias, que movilizó a ambos ejércitos enemigos a enfrentarse en un campo de batalla de dudoso resultado, y no solo influyeron los factores religiosos y los socio-políticos

En función de lo que antecede, como conocía cuales eran las intenciones codiciosas de los almohades, y para evitar este comportamiento de rapiña de los sarracenos, Alfonso VIII prohibió a sus caballeros el lujo y los adornos ostentosos. Asimismo, el arzobispo Ruy o Rodrigo Ximénez o Jiménez de Rada apoyó la orden del rey, claramente en el caso de los caballeros de Castilla sobre los que tenía jurisdicción, esto bajo pena de excomunión, prohibiendo taxativamente el pillaje, y de esta forma evitaba que no siguieran persiguiendo a los sarracenos una vez ganada la batalla.

El reparto del botín obtenido tras la batalla se pretendía que fuese lo más equitativo posible, percibiendo en primer lugar y más cantidad los adalides, a continuación, iban los caballeros y en último lugar los peones. 1/6 parte era para el conde de la urbe de que se tratase o para el soberano de turno. Como se sabe, los ejércitos cristianos no poseían soldados profesionales en sus milicias, no percibían sueldos fijos y solo participaban en las ganancias.

Una vez tomado el campamento del Miramamolín en Santa Elena, Rodrigo Jiménez de Rada apostrofó al rey de Castilla indicándole, según la propia Crónica del Toledano, que: “Tened presente la gracia de Dios, que suplió vuestras carencias y que hoy borró el deshonor que habéis soportado largo tiempo. Tened también presentes a vuestros caballeros, con cuyo concurso habéis logrado tanta gloria”.

Se cita que a continuación se cantó un Te Deum laudamus, que resultó tan transido de emoción que todos aquellos varones tan fornidos no pudieron evitar las lágrimas. A pesar de los pesares el botín fue ingente, desde ricos vestidos de seda y de tafetán, hasta ornamentos muy valiosos, metales preciosos y mucho dinero. “Como es sabido la tienda del Miramamolín era de color rojo carmesí y bordada en oro, y la misma le correspondió al rey Pedro II "el Católico" de Aragón. El magnífico soberano navarro Sancho VII el Fuerte pudo poner una gran esmeralda en su escudo a partir de Las Navas de Tolosa”. El estandarte y la lanza califales fueron enviados por el rey Alfonso VIII al Papa Inocencio III.

¿Cuánto tiempo le ha llevado documentar su obra, no sólo con datos contrastados, sino también con las ilustraciones que incluye?

Creo que estuve un año documentándome, y leyendo, grosso modo, todas las obras existentes, sensu stricto, sobre la Batalla de Las Navas de Tolosa. Desde la estupenda del profesor García Fitz, hasta la del doctor Vara Thorbeck, y para mí fue un descubrimiento mayestático poder conseguir la del profesor Huici Miranda con todos los textos que contiene. Muy destacada la de Alvira Cabrer, y de mucha ayuda las dos de Lago y López Payer. Dentro de las fuentes destacaré cuatro: Estoria de España y Las 7 Partidas, ambas del Rey Alfonso X “el Sabio”; De rebus Hispaniae de Jiménez de Rada y el Chronicon Mundi del Tudense. El volumen contiene una muy amplia y trabajada bibliografía.

Usted como hombre docto y un gran investigador de la historia, ¿cuál es su nuevo proyecto?

Mi octavo libro, que ya está en su última fase de realización se titula: «RAMIRO III, REY DE LEÓN. ‘SEÑORÍO DE MUJERES’». Que espero y deseo sea para mi casa editorial, es decir Alderabán. Donde narro, en más de 250 páginas, uno de los momentos históricos más complicados de la Historia de la Corona de León, y de sus territorios dependientes, que fue una guerra civil crudelísima entre dos primos carnales: Ramiro III y Vermudo II “el Gotoso”, con el todopoderoso hayyib andalusí, Ibn Abu Amir “Almanzor” decidiendo todo lo relativo a la política hispana manu militari. Hasta tal punto es así la cuestión, que cuando muere Almanzor en Medinaceli (año-1002), un monje de San Pedro de Cardeña escribe con todo rencor. “Obiit Almansur et sepultus est in infero”, que se puede traducir por: ‘¡Ha muerto Almanzor y está sepultado en los infiernos!’. El subtítulo relativo a las féminas, traduce la indubitable igualdad legionense medieval entre varones y mujeres, que no existía en ningún otro sitio de Europa. Verbigracia, la primera reina-titular de Europa será Urraca I de León (mi 5º libro. Lobo Sapiens, 2020).

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