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Roberto Villa García
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Roberto Villa García (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista a Roberto Villa García: “Primo de Rivera pasó por encima de Alfonso XIII”

Autor de “1923. El golpe de estado que cambió la historia de España”
Por Javier Velasco Oliaga
sábado 10 de febrero de 2024, 13:12h

Creo que nadie está trabajando la historia de España del primer tercio del siglo XX como Roberto Villa García. Con la rigurosidad que le caracteriza, está desvelando los entresijos de nuestro pasado reciente. Primero fue “1917. El Estado catalán y el Soviet español” y ahora “1923. El golpe de estado que cambió la historia de España”. Dos de las tres fechas claves de nuestra historia en el siglo XX. Ya se imaginarán ustedes cual va a ser el título de su nuevo libro y la fecha que ha escogido.

Roberto Villa García
Roberto Villa García (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Me encuentro con el autor granadino en una cafetería de Alcorcón, cerca de una de las sedes de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid de la que es profesor titular de Historia Política para hablar sobre el golpe de Estado que Primo de Rivera perpetró en 1923 y para desmentir ciertas impresiones que se tienen sobre dicho acontecimiento. Lamentablemente, sigue habiendo mucha distorsión y demasiada ideología sobre ciertos hechos históricos de nuestro país. Hoy ha venido a desmentir algunos de ellos, con la documentación que ha estudiado recientemente.

“Este libro va más allá del golpe. Desde luego, a la luz de las fuentes, desmiente lo que normalmente se dice de Alfonso XIII: que no sólo no se opuso al mismo, sino que concertó aquel levantamiento con Primo de Rivera. Eso es totalmente falso. Manuel García Prieto, el jefe del Gobierno por esas fechas, se quería ir del gobierno y fue Alfonso XIII quien forzó la continuación del gobierno de la Concentración Liberal, en última instancia la razón por la que Primo de Rivera dio su golpe de Estado. Si el rey hubiera querido cambiar el Gobierno e incluso nombrar al capitán general de Barcelona presidente, podría haberlo hecho porque la Constitución se lo permitía”, explica el profesor de historia y añade “el 13 de septiembre se produjo el golpe triunfante, al suspender la Constitución, quedaron suspendidas también las facultades del monarca. Primo de Rivera pasó por encima de Alfonso XIII que, a partir de entonces, dejó de ser uno de los factores clave de la vida política”.

Para el autor de “1923”, “Primo de Rivera era un general que siempre había tenido una gran vocación política. Era el teniente general más joven del Ejército y también el sobrino, casi el hijo, del fallecido Fernando Primo de Rivera, que hasta 1921 había sido el militar de mayor graduación tras el Rey. Había sido Capitán General de Cataluña, donde gozó de una innegable popularidad. No le faltaba carisma y dotes de caudillaje y era valiente y resolutivo, factores que explican su rápido ascenso en la milicia y que, descartados generales más antiguos que él en un momento, además, de grandes divisiones dentro del Ejército y también entre una elite política ineficiente, se acabara convirtiendo en el hombre fuerte que muchos ansiaban entonces en España”.

Las luchas dentro de la milicia eran especialmente graves. “De un lado estaban las Juntas Militares, un sindicato militar de jefes y oficiales que se había convertido en un factor de desestabilización clave desde 1917; de otro, los anti-junteros, cuya vanguardia eran los africanistas, aquellos militares que no se conformaban con los ascensos por antigüedad y con formar parte de un Ejército al que los junteros iban camino de convertir en una burocracia armada. Fue Primo de Rivera quien los cohesionó entorno a su caudillaje. A esto hay que sumar su popularidad entre la sociedad civil barcelonesa (los partidos monárquicos y los nacionalistas de la Lliga, las sociedades patronales y de propietarios, los sindicatos libres y una parte difusa pero amplia de la ciudadanía) que temía que retornase el predominio de los anarcosindicalistas de la CNT y, sobre todo, el de sus grupos de acción, duchos en el terrorismo. Todos estaban en contra de que se abriera otro periodo como el que sucedió a la huelga revolucionaria de 1919, incluidos los restantes sindicatos, amenazados por la competencia armada de los llamados “sindicatos únicos” de la CNT. El propio Primo tuvo un papel fundamental en la desarticulación del anarcosindicalismo tras la huelga revolucionaria llamada del transporte, que sumó veintidós muertos y al menos treinta y dos heridos graves”, expone el autor.

“El golpe de Primo de Rivera fue el mejor ejecutado en la España del siglo XX”

“El golpe de Primo comenzó la madrugada del 13 de septiembre en Barcelona, y aquella mañana ya se registraron las primeras demostraciones de apoyo explícito en la calle. En Madrid ocurrió lo mismo y, de hecho, una muchedumbre presenció en la Puerta del Sol, y llegó a vitorear, la declaración del estado de guerra. Hubo impresionantes manifestaciones por toda España y lo curioso es que ni siquiera los militares sublevados hicieron el más mínimo intento de restringir el derecho de reunión. En realidad, ese “arrastre de opinión”, que incluyó a la prensa, entraba dentro de los planes de Primo de Rivera y sus compinches. Fue el golpe mejor ejecutado la España del siglo XX, que mezclaba la presencia popular de los levantamientos del XIX con los modernos y fulminantes putsch”, analiza Roberto Villa y añade “los militares buscaban conscientemente un apoyo en la opinión que aislara al Gobierno y desalentara toda resistencia. Hasta los militares abrieron las puertas de las Capitanías y los cuarteles. El famoso manifiesto de Primo de Rivera se publicó inmediatamente en la prensa. Realmente el Gobierno pudo darse cuenta en pocas horas de que se movía en el vacío y dimitió”.

Muchos calificaron 1923 como “una revolución cívico-militar”, una revolución parecida a la de 1868, “la Gloriosa”, pero sin Alcolea. “No hubo ocasión para los enfrentamientos. Enseguida se organizó en Madrid un Directorio Inspector Militar, formado por el Capitán General de Madrid y otros cuatro generales. Este directorio fue el que, sin querer destronar al rey, lo obligó a apartar al Gobierno, a no abrir nuevas consultas y a entregar el Poder a Primo de Rivera. Cuando este tomó posesión como jefe del Gobierno, el 15 de septiembre, quedaron en suspenso el régimen constitucional. Desde ese momento, era Primo el que, al concentrar todo el Poder en su persona, tomaba todas las decisiones. Al principio fue percibido por todo el mundo, del rey abajo, como la típica dictadura romana, un Gobierno de excepción que, resueltos los problemas en África y restablecido el orden público, volvería a dejar paso al régimen constitucional”.

Alfonso XIII no tenía otra alternativa a Primo de Rivera

“Primo de Rivera conquistó el poder, pero da la impresión de que también llenó un vacío. La Concentración Liberal estaba rota y en barrena, y tampoco el jefe del Partido Conservador quiso hacerse cargo del Poder en aquellas circunstancias, pese a los intentos del monarca de encontrar una salida constitucional al golpe de 1923 en términos muy parecidos al pronunciamiento de 1917. Desde luego, estoy en posición de afirmar que el rey no tenía otra alternativa a Primo de Rivera que la abdicación o la expatriación, como su abuela Isabel II”, cuenta Roberta Villa.

Para el historiador, “Annual no fue tan importante como se cree en la quiebra del régimen constitucional. Hay que relativizar su importancia, por lo menos en relación con el Ejército, en el que hizo bastante más mella la política de la guerra de la Concentración Liberal, que para los militares suponía llevarles a la derrota frente al sagacísimo caudillo rifeño Abd-el-Krim y a anular los triunfos contra Raisuni. Empeñado en una política que pretendía combinar la presencia española en Marruecos con la paralización de toda ofensiva, las unidades acumulaban bajas inútiles frente a un Abd-el-Krim que interpretaba, con razón, que sus ataques selectivos acabarían por provocar la retirada de los españoles del norte de África.

Roberto Villa García sostiene que “Alfonso XIII se tomaba muy en serio su papel de rey y especialmente su función de válvula de seguridad del sistema, y probablemente su actuación explica por qué el golpe acabó siendo relativamente incruento. Pese a la leyenda de su actitud despreocupada y frívola en medio del golpe, lo cierto es que se pasó prácticamente sin apenas dormir desde la madrugada del 13 de septiembre hasta la noche del 15, tras la jura de Primo de Rivera, y enfermó, cosa que ya le había ocurrido durante las crisis de junio y octubre de 1917 o la de marzo de 1918, en medio de la cual sufrió una pancreatitis y perdió en apenas dos semanas diez kilos”. Según Villa, “Alfonso XIII tenía una buena relación personal con Primo de Rivera y estaba seguro de su lealtad a la Corona, pero contra lo que suele decirse, no eran íntimos y, desde luego, Primo no era un general palatino, ni estaba dispuesto a ser la marioneta de nadie”. El capitán general de Barcelona estaba, por aquellas fechas, indignado con el rey por haber evitado el cese de Santiago Alba, como los militares querían al considerarle el obstáculo que impedía un giro ofensivo en Marruecos: “Desde luego, de haber salido Alba del Gobierno en la crisis de gobierno del 2 de septiembre, no hubiera habido golpe, no al menos entonces”.

En aquellos años, las monarquías europeas estaban en crisis. Algunas cayeron. Lo increíble es que, de no ser por sus convulsiones políticas, España era una balsa de aceite comparándola con el estado de la Europa de la primera postguerra. Alfonso XIII no era peor monarca que sus homólogos de Europa occidental y, de hecho, estaba obsesionado por la modernización del país. “A veces se ignora a sabiendas todo lo que puede ayudar a un balance más equilibrado de aquel rey y, desde luego, todo lo que pueda favorecerle. Desde luego, la leyenda del rey perjuro no se ajusta a lo que sucedió. Y a un historiador lo que le debe importar es establecer los hechos sin pensar en las implicaciones presentistas”, apunta.

En cuanto a lo que estamos viviendo en España, desde la perspectiva de un siglo, Roberto Villa se muestra crítico. “Existe una fragmentación del sistema de partidos. Cuesta cada vez más conseguir mayorías estables, estamos sometidos a la imposición de minorías a las que la conservación de la democracia nada les importa y el problema del nacionalismo se agrava hasta un punto de que no sólo se pone en cuestión el marco constitucional sino la comunidad política que lo sustenta, que es la nación española. En algunos factores hay coincidencias con la crisis de aquella Monarquía liberal, pero también hay disonancias y, de hecho, en algunos aspectos la crisis actual parece peor. Especialmente por la semilealtad oportunista a la que ha retornado el PSOE, que recuerda bastante desde luego a la de 1923.

Para finaliza, el autor quiere dejar claro que “el primer refutado con este libro he sido yo mismo. Escribirlo me ha supuesto abandonar el 95% de mis ideas preconcebidas sobre aquella quiebra. Se han venido abajo. Es un libro complejo y poliédrico, una historia en la que es prácticamente imposible distinguir “buenos” y “malos”. Muy lejos, desde luego, del viejo mito de que la muerte de aquella Monarquía liberal fue exclusivamente el fruto de una acción concertada entre Primo de Rivera y Alfonso XIII, buen reflejo de hasta qué punto sobreviven las mitomanías de la Segunda República”, concluye el profesor de Historia.

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