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"La soledad del caracol zurdo", de Chema Gómez Hontoria

Editorial Juglar, 2023
sábado 08 de julio de 2023, 17:16h
La soledad del caracol zurdo
La soledad del caracol zurdo

El libro ha merecido la espera. Quienes seguimos la trayectoria literaria y quehaceres en el ámbito cultural de Chema Gómez Hontoria, sabíamos que el autor trabajaba en la elaboración de un nuevo poemario. Sin embargo, los avatares pandémicos que hemos vivido en los últimos tiempos habían frenado y, en consecuencia, retrasado la aparición del mismo. Finalmente, el pasado mes de abril, con un título sorprendente que no pasa desapercibido, llegó a las librerías ‘La soledad del caracol zurdo’, publicado por Editorial Juglar y prologado por la reconocida escritora panameña Giovanna Benedetti.

Antes de proseguir es preciso anotar que, por decisión expresa del autor, los beneficios que se recauden con la venta de esta obra irán destinados a la Asociación Española de Lucha contra la Esclerosis Múltiple (AELEM), para apoyar la investigación científica dirigida a combatir esta enfermedad.

Autor de dos poemarios anteriores, ‘Vértigo Idóneo’ (2013) y ‘Vientos Secretos’ (2017), el libro objeto de esta recensión es, a mi juicio, el más acabado y sólido de los poemarios publicados hasta la fecha por el poeta. Sin desmerecer un ápice a los que le han precedido. Estas características de la obra pueden ser fruto de la notable progresión literaria del autor o de la madurez expresiva alcanzada. Quizá, esto último, sea consecuencia de determinadas experiencias vitales que han tenido su lógico reflejo en el discurso poético de Gómez Hontoria. Estas consideraciones no son excluyentes, por lo que mencionados rasgos pueden ser también producto de la suma de ambos factores.

En cualquier caso, estamos ante un poemario con enjundia, bien estructurado, armónico, con un léxico afinado y una composición que establece un dialogo de hondo calado con quien se adentra en sus versos, donde el poeta desviste su ser más íntimo con honestidad y expone, sin ambages, su sentir sobre una amplia y variada gama de temas que tratan los poemas de este libro dividido en tres capítulos: ‘La soledad del caracol zurdo’, ‘Mi vida sin mielina’ y ‘Vientos, vértigos y espinas’.

Vida, soledad, incertidumbre, derrota, amor, esperanza, enfermedad y humor inteligente (más allá de unas cuantas notas frívolas, aunque no tantas como al parecer quisiera permitirse el autor) son, entre otros, basamentos indiscutibles de estos poemas, precedidos por una cita de Pablo Neruda, para afirmar que “llegar a un beso” puede ser el mejor antídoto contra la “soledad errante”; y por unos versos de Cavafis, para aclarar —esto es relevante en los tiempos que corren— que la poesía es arte, y arte poético, en toda su extensión, es lo que hallaremos en ‘La soledad del caracol zurdo’.

Tras leer este poemario hay quienes han observado una considerable dosis de tristeza en sus versos. Es evidente que cierta melancolía recorre las páginas del libro, pero esta obra es ante todo el reflejo del devenir existencial del poeta. De esta forma, pronto aparece un poema donde se habla sobre ‘El Sol’, con lugares y escenas inquietantes como “…una cama / de cualquier hospital.” o la de un astro rey que quiere “…beberse aquel planeta / tan azul que le orbita /…”. Otro sobre ‘La Tierra’ —con algunas resonancias que traen a la memoria al poeta Rafael Soler— revela que “Como breve gin-tonic, / bebida refrescante para un astro / que pasa mucha sed, no estamos mal.” El poeta se sitúa y nos ubica en ese universo terrenal “que acumula incontables existencias, / besos inesperados, guerras, muertes, / decisiones fortuitas en desvíos, / dudas aleatorias en encuentros, / que crearon mi esencia de ambrosía.” Y un tercer poema, donde se aborda un tema capital en la poesía del autor, ‘Y el amor. Sí señor’. En este, como en los anteriores, atisbamos autobiografía: “Con juegos, soledades, y el aroma / de las jaras, retamas y de pinos / que imploran mi socorro, maceré.”; el esbozo de una huida idealizada a un rincón paradisiaco del mundo: “El sueño de marcharme, harto del todo, / hasta Honolulú.”; y, para concluir, unas pinceladas de ironía y del influjo reparador de la poesía: “Y aquí estoy, / ya lo veis, / hecho todo un poema.”. Algo que está presente también en otros poemas posteriores como, por ejemplo, en ‘Poética en las tardes de hospital’: “Y solo cuando todos los poemas, / las imágenes sueltas, las metáforas, / se unan en un poema con mis sueños, /…”.

Princesas, reinas, piratas y sirenas, son las teselas que configuran el poema que da título al libro y al primer capítulo del poemario. Ese caracol zurdo cuya singularidad parece abocarle a un existir desventurado y a un porvenir incierto, como si de un personaje galdosiano se tratara. Ese caracol que, como se apunta en el poema ‘Las soleares del caracol zurdo’, busca entre millones a un doble suyo; que quizá muera solo y sin descendencia; que persigue con “…desespero / otros destinos.” y también “… busca el gran amor / que nunca tuvo.”.

El autor conoce bien los recursos del oficio de poeta, tanto las fórmulas clásicas —su empleo del endecasílabo es notable—, como los modelos más propios de la poesía actual, sin abandonar por ello el ritmo o la musicalidad inherente al poema. Lo primero podemos constatarlo sin duda en el ‘Último sol’, una sextina de excelente factura, cuyos tres versos finales deslizan en la lectura —es una apreciación personal— el eco del gran poeta galés Dylan Thomas.

Además de la soledad extrema del caracol zurdo que solo puede reproducirse con otro de su especie que comparta dicha peculiaridad, un asunto complejo ya que al parecer sólo uno de cada cuarenta mil de su género es zurdo, el autor identifica, como avezado empirista, tres clases más de soledad: la “…del que camina solo / por caminar.”, la que “…es solo estar.” y la que surge por la mañana, cuando “…todo lo que me dejas / se me derrama”. Porque la soledad en sus diferentes estados y posibilidades es uno de los ejes fundamentales sobre los que gira esta obra. Aunque no siempre es una soledad doliente. También es productiva, pues en ella germina la creatividad literaria y las reflexiones que vuelca el poeta en sus versos.

Según avanzamos por las páginas del poemario, la multiplicidad temática ya citada se hace patente. En el poema ‘Tres apuntes para un tratado sobre la amistad’, los versos de Gómez Hontoria subrayan cuestiones como su “…fe en el ser humano,…” que se entrevera con advertidas envidias y traiciones, pues la áspera realidad es “que, cuando una cabeza sobresalga, / debe cortarse para no hacer sombra / a los viejos mediocres de la corte.”. C’est la vie.

Asimismo, el valor de los sueños, el fugaz paso del presente, la memoria maleable o “la ansiada trascendencia / de la inmortalidad.”, son temas que el autor plantea en el tríptico que compone el poema ‘Todo lo que no se sueña es mentira’.

Recuerdos para poner en el balance de lo vivido, reflexiones suscitadas a partir de la experiencia, registros culturales que forman parte de la identidad del poeta, ironía a veces mordaz, ámbitos propicios donde tomar impulso, existencia y amor, cotidianidad, búsqueda de la belleza, cautelosa espiritualidad o el poder de la palabra…, son piezas o ingredientes con los que el autor cimienta y erige su poesía.

Un poema sobre una pesadilla que tuvo John Travolta en 1978 después del estreno de Grease, permite al autor rememorar la figura del mítico Danny Zuko. En otro, titulado ‘Esplendor en la hierba’ —como la célebre película de Elia Kazan que a su vez se inspiró en el poema ‘Oda a la inmoralidad’ de William Wordsworth—, podemos oír la música de Loquillo y leer unos versos a modo de apología de esa belleza que “…subsiste / por siempre en el recuerdo.”.

Por otro lado, el poema ‘En la cripta’, lejos de referirse a un lugar escalofriante al estilo de H.P. Lovecraft, nos traslada a un escondido refugio en el emblemático Cafetín Croché de San Lorenzo de El Escorial que —con poderes propios del mago Frestón de Don Quijote— nuestro poeta ha mutado a lo largo de los últimos años en templo de la poesía. Es ahí donde Gómez Hontoria se siente “…caballero en esta tarde / entusiasmada, llena de poemas, / en la sagrada cripta que me acoge.”

El tema del amor emerge, ligado a un delicado erotismo, en el poema ‘Clases de dibujo’: “Uniendo los lunares de tu espalda / dormida, te dibujo otros tatuajes, / más rosas de los vientos que señalan / tus nombres en los puntos cardinales.” Una miscelánea de humor, ironía y cierto acento autocompasivo, al igual que “…ese café mezclado de la vida.”, nos aborda en el poema ‘Oscar de plástico’ para esa “…película absurda e inverosímil / de la Vida de Chema…”.

La lectura del poemario nos ofrece magníficos poemas, como ‘Epifanía en Roa, agosto 1996’ o ‘En espíritu’, un poema algo trascendente y, digámoslo, espiritista: “Muchas veces invito sin dudarlo / en mis actos a algún amigo muerto. / No miente por lo menos cuando dice / seguro, que podrá estar en espíritu.”. Y poemas —es el caso de ‘Al abrir aquel armario’— donde lo cotidiano coge aliento para señalar: “Tus zapatos preguntaron por ti, / los de verano claro, / los invernales ya lo sabían todo.”

Comentar, igualmente, que al encarar la recta final del primer apartado de la obra surge de nuevo la imagen del sol en el poema ‘Dédalo’: “Lo terrible del sol es la belleza / de una estrella cercana y tan letal /…”, y sin dilación se enuncia el valor y la potencia de la palabra en el poema ‘Otra’, cuyos postreros versos tratan sobre lo que quizá sea la elección más difícil: encontrar la palabra justa. “Otra vez, otra más / que se va sin saberlo. /…/ Otra más que se pierde. / Siempre por no hablar, / siempre por no decir / esa palabra justa.”, escribe el poeta.

No es posible internarnos en el siguiente capítulo de este libro sin referirnos, aunque sea brevemente, a la mielina, una capa aislante, o vaina, que se forma alrededor de los nervios. Está compuesta de proteína y sustancias grasas. La vaina de mielina permite que los impulsos eléctricos se transmitan de manera rápida y eficiente a lo largo de las neuronas. Si la mielina se daña, los impulsos se vuelven más lentos, lo cual puede causar enfermedades como la esclerosis múltiple.

El título del segundo apartado del poemario es inequívoco sobre lo que descubriremos en su interior: ‘Mi vida sin mielina (una docena de poemas obvios)’. En efecto, doce poemas que pivotan en torno a la enfermedad mencionada al inicio de estas líneas, la Esclerosis Múltiple. Doce poemas que junto a los restantes que componen el libro están dedicados, expresa o tácitamente, a los afectados por esa compleja patología y a quienes investigan para combatirla.

Como el dios Jano, la vida tiene dos caras. Por un lado, la constante y siempre ardua búsqueda de la felicidad o, cuanto menos, de instantes tocados por la dicha. Por otro, el imperativo de enfrentarnos, más tarde o temprano, a esas situaciones aciagas que no podemos eludir. En este sentido, los poemas del apartado ‘Mi vida sin mielina’ son un dodecálogo sobre cómo hacer equilibrios para afrontar dicha dualidad y los vaivenes a los que nos somete la existencia.

Para quienes por suerte no padecen una enfermedad complicada, seguramente no será fácil llegar al trasfondo de estos poemas, ya que todos ellos, en mi opinión, se sustentan sobre una realidad: la certeza de la incertidumbre. Poemas que intentan dar una respuesta poética, conmovedora y serena. Porque si hay algo capaz de horadar a un ser humano es —no tengan duda— el desasosiego que genera la incertidumbre recurrente propia de ciertas dolencias, cuya evolución es difícil determinar. Frente a lo cual el autor opone aquí su poesía: “Patino sobre el lago helado, siempre / en un soplo final de primavera, / entre silencios, grietas y crujidos, / mi ágil cuerpo que ignora los presagios, /…”, apostillando unos versos más tarde: “…la tierra / orbita todavía favorable /…/ para los que seguimos en el lago / de grietas que barruntan precipicios.”

En estos poemas nos tropezamos también con “bares grasientos, churros y patatas”, y una atmósfera pop deja en ellos hasta “un perrito / piloto y otro y otro perrito piloto, /…”. Aunque no se exonera al lector de entrar en el poema ‘La cueva’, donde el autor proclama: “Ciegas a quien observa y, sorprendido, / ve cómo te levantas con sonrisas / de ese limo de vida que resiste / en las profundidades de la cueva / que habitas hace tiempo.”

Entre estos ‘poemas obvios’ descubrimos uno muy breve de dos versos, con un marcado matiz místico: “Dime Chema dónde irás / cuando dejes tu cuerpo atrás”; a continuación un soneto, ‘Consejos vendo…’, en el que Gómez Hontoria reafirma la significación de la poesía: “Lucha por escribir esos poemas / con los que sueñas siempre cuando duermes / y te hacen despertar esperanzado.”; acto seguido otros tres sonetos, isabelinos para más señas, y como corolario un collage de versos en los que el poeta proclama: “no quiero hablar de futuro / la leyenda contará lo que ocurrió.”

El tercer y último capítulo del libro, ‘Vientos, vértigos y espinas’, contiene dieciocho poemas que son, a pesar de los sinsabores, un canto a la vida. Eso sí, a la manera personalísima del autor, después de liberarse “…aquella tarde, / de las mazmorras sucias del palacio, / al que subimos solo para hablar.”

Son poemas entrañables, escritos por quien ha conocido pronto esferas cuya visita intentamos posponer todo lo posible. Versos en los que hay sensibilidad, agudeza y arte de ingenio —empleando las palabras de Baltasar Gracián—, y un anhelo de vivir plenamente. Muestra de lo indicado son poemas como ‘A veces se me olvida’, ‘Como un niño’ u otro donde está presente el amor inesperado que llega hasta nuestro poeta con forma de ‘Sorpresa’: “Yo no sé cómo fue, pero ella entró. / Derribó susurrando mis murallas / con un soplido puertas / de alta seguridad. /…/ Aunque yo ignoro cómo fue, ella entró / y entonces yo volví a sentir la vida;”. Entonces el autor parece determinado incluso a ser ‘Regalo’: “Si te quieres quedar / conmigo para siempre / me envuelvo en un paquete con un lazo.”

Reparamos de igual manera en otros versos, donde irrumpen percepciones menos optimistas, como la decepción: “Eran puzles tramposos que trucabas /…”, “Eran juguetes nuevos pero rotos /…”, “Eran todo mentiras los espejos /…”, signos que en este caso configuran el poema los ‘Restos del duelo’.

Acercándonos a las últimas páginas de la obra seguimos encontrando poemas espléndidos: ‘Somos viento’, ‘Viento del norte’ (el viento es una idea frecuente en la poesía de Gómez Hontoria) o ‘No es pecado querer ser feliz’. De este modo, como no podría ser de otra forma, antes de los ‘Agradecimientos’ el autor se despide del público lector con unos versos impregnados de cierto tono irónico y provocativo a partes iguales, donde se hace referencia a un pueblo mítico (posiblemente los cretenses) que aparece en un episodio de la Odisea de Homero, previo al regreso de Ulises a su ansiada Ítaca: “Ya me voy. / ¡Feacios esperadme que ya vuelvo!”.

En definitiva, más allá de la tristeza, la soledad, la aflicción, el amor, la incertidumbre o la esperanza, ‘La soledad del caracol zurdo’ es un poemario colmado de vida sobre el devenir de la existencia. Solo eso. Nada más y nada menos. Cuando lo lean…, podrán comprobarlo.

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