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Marta Prada: "La infancia es la etapa más pura y más decisiva de la vida del ser humano"

Autora de "Las cinco máquinas del amor"
Por Briseida Zenobia
domingo 23 de julio de 2023, 17:16h

Lúa está preocupada por su hermano Max, su máquina de besos no funciona correctamente y no le permite besar a nadie, ni siquiera a su padre. Y para colmo de males, la máquina de Lúa empieza a fallar justo esa tarde, ¡con lo fácil que le ha resultado a ella besar hasta entonces!

Las cinco máquinas del amor
Las cinco máquinas del amor

Por suerte, el abuelo les explica, mientras toman una deliciosa taza de chocolate, que el amor pone en funcionamiento cinco máquinas en nuestro interior y que los besos son solo una forma más de demostrar el cariño que sentimos.

A través de “Las cinco máquinas del amor” (Carambuco, 2023) Marta Prada muestra a los pequeños que hay muchas formas de expresar el cariño más allá de los besos y que el amor habla múltiples lenguajes. Asimismo, fomenta su asertividad al animar a los niños y niñas a elegir las personas con las que quieren o no compartir su amor.

Marta, eres guía Montessori, educadora en disciplina positiva, profesora de yoga para niños y educadora de masaje infantil. Pero, ¿qué es la infancia para ti?

La infancia es la etapa más pura y más decisiva de la vida del ser humano. Es descubrimiento, es asombro, es experimentar todo por primera vez… Por eso tiene esa magia, porque en la infancia somos un lienzo en blanco, lleno de potencialidad y todo lo que vivimos es nuevo y fascinante. Por eso me gusta tanto la infancia y considero que es un privilegio poder acompañar a un niño o una niña: porque te contagian de ese asombro y te permiten vivir tus segundas primeras veces. Vuelves a emocionarte con un paso, con una palmada, con una sonrisa, con la lluvia… Todo lo que es nuevo para ellos, también lo vuelve a ser para ti al acompañarlos. En la infancia somos puros y absorbemos todo de una manera increíble y sin esfuerzo, simplemente viviendo, y con el objetivo de adaptarnos al medio que nos rodea.

Eres mamá desde hace varios años, ¿cambió la maternidad tu visión sobre la educación?

Por supuesto, la maternidad no solo cambió mi visión sobre la educación, también me cambió la visión sobre la vida. Ser madre es un renacer en el que te transformas. Todo en ti se transforma: tu espacio vital, tu tiempo, tu energía, tu atención, tu disponibilidad, tus prioridades, tu cuerpo… Con la maternidad aprendí a ser más consciente de la influencia que podía tener mi actitud, de la huella que podía dejar con mis palabras, de la importancia de mi presencia plena y de mi equilibrio… Porque nuestros hijos nos hacen aprender de nosotros mismos simplemente con su existencia. La maternidad te cambia la visión sobre muchos aspectos de ti misma que ni siquiera te has planteado hasta que no sostienes a tu hijo por primera vez en brazos. Con el tiempo fui aprendiendo que educar no va tanto de hacer, de enseñar… Educar va de ser, de aprender de los errores, de estar dispuesta a crecer con tu hijo, de estar dispuesta a conocerte, a quererte mejor y más bonito. Porque así como tú te quieres es como tu hijo aprende a quererse. Eso es algo en lo que probablemente no había pensado antes de ser madre. Y fue quizá la lección más heavy que me dio la maternidad.

En muchas ocasiones no percibimos el amor de la forma que lo necesitamos

En tu nuevo libro, "Las cinco máquinas del amor", explicas las diferentes formas de mostrar cariño, ¿qué ha sido lo que te ha llevado a escribirlo?

Llevo muchos años formando y asesorando a familias para integrar en sus hogares una educación consciente. En este tiempo he podido ver a cientos de familias que tenían todas las herramientas pero no eran capaces de aplicarlas en la práctica en su día a día porque arrastraban heridas de su infancia que en situaciones de tensión o retos diarios sacaban a relucir viejos patrones aprendidos de forma inconsciente en los primeros años de vida. ¿Por qué se generaron esas heridas? En muchas ocasiones porque no percibimos el amor de la forma en la que lo necesitábamos. Hay diferentes formas de expresar amor: a través de las palabras, a través de actos de servicio, a través de detalles, de tiempo de calidad juntos o de contacto físico… Pongamos un ejemplo: puede que nuestros padres hicieran mucho por nosotros para mostrarnos su amor: trabajar duro para que no nos faltase de nada, ponernos límites… Pero quizá recibimos pocos abrazos, pocas palabras bonitas… Y eso en la adultez sigue doliendo inconscientemente. Y no solo duele, también nos condiciona a la hora de relacionarnos con nuestra o con nuestros propios hijos: puede que seamos más fríos con ellos, hiperexigentes... Aprender que hay diferentes formas de expresar el amor y de recibirlo nos ayuda a crear una inteligencia emocional más sana y por tanto a establecer unas relaciones más saludables y satisfactorias. Ojalá todos hubiésemos integrado y absorbido todo esto desde la infancia.

A quién crees que le cuesta más cambiar sus hábitos de comunicación y comportamiento y quiénes están más dispuestos a hacerlo, ¿los adultos o a los niños?

Por supuesto que es más difícil para los adultos. El gran reto en la educación no es conseguir que los niños cambien su forma de relacionarse, el gran reto es darnos cuenta de cómo nos relacionamos nosotros, porqué lo hacemos así y empezar a actuar diferente. Para el adulto el cambio supone crear nuevos patrones diferentes a los que lleva años transitando y salen de forma automática. Es un trabajo consiente, que requiere dedicación, voluntad y perseverancia. Para el niño es un trabajo inconsciente y natural que realizará simplemente observando el ejemplo que vea en los adultos. Cuando el adulto comienza a actuar diferente el niño lo nota y lo absorbe de una forma instantánea, porque su cerebro tiene una plasticidad increíble que le permite adaptarse y crear nuevas conexiones neuronales a un ritmo vertiginoso. Este tipo de mente absorbente solo se da en la infancia, por lo tanto, el reto lo tenemos nosotros como adultos a la hora de dar ejemplo y crear un ambiente saludable.

¿Por qué es tan importante que niños y adultos aprendamos a reconocer y expresar nuestros sentimientos y emociones?

Porque eso es lo que da lugar a una inteligencia emocional sana. Durante muchos años los esfuerzos de la educación han estado centrado en acumular conocimientos matemáticos, geográficos, históricos… Que también es importante, pero no podemos relegar las emociones a un segundo plano porque el éxito en la vida, entendido como el bienestar humano depende en un 80% de nuestra inteligencia emocional, que es la que condiciona nuestro día a día. Las emociones están presentes en cada instante que vivimos. Vemos a muchas personas llenas de dinero, bienes, fama… Que acaban suicidándose o autodestruyéndose con adicciones, o se sienten vacías y carentes de sentido. ¿Eso es el éxito? El éxito en la vida es algo mucho más profundo, y tiene mucho que ver con la capacidad de apreciar lo que te rodea, la habilidad para darte cuenta de tu potencial y saber perseverar en tus objetivos, la facultad para establecer relaciones satisfactorias… Una buena inteligencia emocional es decisiva para brillar en el ámbito laboral y en el personal.

¿Cómo crees que influyen los medios de comunicación actuales (TV, Internet, redes sociales) en el desarrollo de los niños y niñas?

Los medios de comunicación siempre han existido, más rudimentarios o más evolucionados. La cuestión es el uso que hacemos de ellos. ¿A alguien se le ocurriría exponer al fuego a un bebé de 7 meses para que mandase señales de humo? Obviamente a nadie, porque sabemos que no está preparado para ello y que podría ser potencialmente peligroso. Sin embargo, sí que exponemos a los bebés a móviles, tablets, televisión... A pesar de que científicamente está demostrado el daño que pueden ocasionar en el desarrollo del cerebro la exposición temprana a a pantallas. No podemos negar que los niños están cada vez más expuestos a las pantallas, y a pesar de los consejos de la OMS y de los estudios científicos los niños y niñas pasan horas expuestos. Ya nos ocurrió con el tabaco. Hicieron falta muchos años, muchas muertes y muchas enfermedades para empezar a concienciar a la sociedad y regular su consumo. Con las pantallas ocurrirá lo mismo. En algún momento, confío en que tomaremos conciencia como sociedad y comenzaremos a darnos cuenta de la importancia de hacer un uso sano en los entornos familiares y escolares: la sobreexposición a pantallas influye en la capacidad de atención, en el desarrollo del lenguaje, en la capacidad para crear habilidades sociales, en la autorregulación emocional, en la autoestima, en el sueño… Son cuestiones tan básicas y tan importantes para la humanidad que confío que más pronto que tarde comencemos a hacer un uso responsable.

Puedes comprar el libro en:

9788417766795
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