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Ángel Silvelo
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Ángel Silvelo (Foto: cedida por el autor)

Entrevista a Ángel Silvelo: “Leer a Fernando Pessoa nos ayuda a sobrevivir en la incertidumbre del día a día”

Autor de “Los dioses perdidos”
Por Oliaga & Ventosa
lunes 11 de septiembre de 2023, 23:22h

En ‘Los dioses perdidos’, Ángel Silvelo ofrece una novela de la memoria y de la escritura, que mezcla la prosa de ficción con la ensayística para contar en una doble acción la reconstrucción del pasado familiar del narrador y el relato de episodios de la vida de Fernando Pessoa, incluyendo poemas y otros textos del irrepetible escritor portugués.

Los dioses perdidos
Los dioses perdidos

En "Los dioses perdidos" se concibe la vida de Pessoa como “la geometría del abismo”, pues igual que Ángel Crespo no dudó en definir el "Libro del desasosiego" (el diario apócrifo del portugués) como un mapa de manchas, Ángel Silvelo nos plantea en esta novela la vida del portugués como un conjunto de formas, de vivir, y sentir, alejadas de la realidad, pero muy cercanas a la posibilidad de crear nuevos mundos a través de otros. El autor abulense ha publicado un puñado de buenas novelas con las que ha ganado diferentes premios como el Premio Carlos Matallanas de Novela Breve, patrocinado por la AFE con “La utopía del portero".

¿Se puede construir el pasado y recuperar los días que no volverán jamás?

Fernando Pessoa dejó más de veinticinco mil documentos en un arcón tras su muerte. Documentos condenados al olvido, como el mundo de los sueños. Sin embargo, la recuperación de su obra y de su vida han hecho posible desafiar a ese silencio tantas veces inexpugnable. La literatura, en este sentido, es una buena herramienta para dar luz al pasado. Bien es cierto que se trata de un pasado quebradizo, por lo que tiene de borroso y selectivo. Patrick Modiano nos dice que: «los recuerdos son sólo la realidad fragmentada y desordenada de nuestras vidas». Fragmentos que se unen y a veces se pierden. A pesar de todo, las historias que contamos y leemos a través de los libros son una magnífica oportunidad de revisitar nuestro pasado y atraerlo de nuevo a nuestras vidas.

¿Pessoa para alejarnos del abismo o para aprender a cruzarlo?

Pessoa para explorarlo y amarlo. Y Pessoa, también, para ayudarnos a sobrevivir en la incertidumbre del día a día, en las que en más ocasiones de las deseadas, no sabemos hacia dónde ir. Esa brújula sin norte es la que el poeta portugués nos muestra a través de su obra y de su biografía. Una biografía de un fantasma que andaba sin tocar el suelo con sus pies. No se nos debe olvidar que Pessoa, dijo: «Vivir es ser otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir: es recordar hoy lo que se sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que ayer fue la vida perdida». Ni, tampoco, que la válvula de escape de su desasosiego existencial fueron sus heterónimos.

¿Por qué una obra sobre Pessoa cuando tanto se ha publicado sobre él? ¿Qué queda aún por decir?

Es cierto que la vida y obra Pessoa se ha revisitado en infinidad de ocasiones, pero no es menos cierto que ambas abarcan muchos espacios literarios: novela, poesía, artículos periodísticos, biografías, etc. De hecho, su presencia en la actualidad es tan relevante que en muy poco tiempo se han editado varias biografías (en diversos países del mundo) que abordan de una forma extensa y profusa al hombre y al escritor. Yo resaltaría, sin duda, la que el escritor y poeta Manuel Moya ha publicado en Ediciones del Subsuelo bajo el título El hombre de los sueños, donde se nos proporciona una visión muy cercana, y distinta a la vez, de algunos de los aspectos más conocidos del poeta y tomados como ciertos sin serlo, como por ejemplo, es el de la noche triunfal del 8 de marzo, donde siempre se nos ha dicho que Pessoa dio vida a sus principales heterónimos. De ahí que, a la hora de afrontar esta novela, tuviera que intentar hacerlo desde un punto de vista diferente. Y el camino que elegí fue el de crear un personaje que nos contara la vida de Pessoa a través de la suya propia, o más bien de la de su abuelo, creando puntos de encuentro e inflexión que los alejaba y acercaba a ambos. Después de pensarlo mucho, como digo, me decidí hacerlo a través de una voz externa al poeta. Una voz que se comportara como si fuera un nuevo heterónimo pessoano. Desde esa imagen, de un Pessoa hombre, me acerqué al Pessoa escritor y poeta a través de la búsqueda de una dignidad que se ha perdido con el transcurso del tiempo. Pessoa representa esa dignidad. Una postura que le llevó a renunciar a su vida personal para dedicarse única y exclusivamente a su obra, por eso, su obra y su figura son tan inabarcables como infinitas.

¿Estamos condenados a vivir de nosotros mismos y de nuestras ilusiones?

Uno de los riesgos que corremos en nuestras vidas es el de encerrarnos como si fuésemos conchas. Ese abismo de soledad y aislamiento fue el que Pessoa trató de esquivar creando multitud de personas dentro de sí mismo, es decir, lo que hoy conocemos como sus heterónimos. Sin embargo, más allá de esa vía de escape interior, existe la posibilidad de traspasar la imaginaria línea concéntrica que nos separa del mundo real. Luis, el protagonista de "Los dioses perdidos", lo hace cuando quiere conocer qué circunstancias vitales le llevaron a su abuelo a robar dos Cristos de oro de una iglesia madrileña. Un acto que mancilló la reputación de su familia, por más que en el presente no quede rastro de ello más allá de los papeles que encontró guardados en una carpeta en el escritorio de su padre. Esa búsqueda es lo que le permite avanzar en una secuencia con la que darle cuerpo a un sueño: el de los dioses perdidos.

¿Se puede reconstruir una vida a través de una fotografía y unos recortes de periódico?

Bueno, esos pueden ser dos puntos de partida a la hora de recrear una vida. Una vida que desconocemos aunque se trate de la biografía de un familiar cercano, que es lo que le ocurre a Luis cuando aborda la vida de su abuelo a través unos papeles que encuentra en la casa de su padre cuando éste fallece. Ese pasado y ese olvido se transforman en luz cuando la documentación que cae en sus manos le deja perplejo, porque sobre todo, no entiende aquello que descubre y desfigura la cándida imagen que aún atesora de su antepasado. De ese desasosiego es del que parte para encontrar una verdad, su verdad. Lo que le lleva a iniciar un viaje iniciático por Madrid, Plasencia y Lisboa de la mano de Fernando Pessoa, cuya figura, por mera casualidad, se le presenta como una guía que le ayuda a mantener viva la llama de su lucha particular para recuperar la dignidad de su familia.

¿Daña más la inexistencia de la dignidad que la verdad?

En el caso de Los dioses perdidos van de la mano, pues sin el hallazgo de la verdad no cabe la restauración de la dignidad. La dignidad de una familia perdida en los entresijos del tiempo y que, en la novela, he tratado que sea una historia de altos y bajos, certezas y contradicciones, luces y sombras. Un camino por explorar que nos ofrece la posibilidad de crear nuevos mundos a través de otros, y una nueva ruta vital que, en muchas ocasiones, al protagonista de esta novela le resulta carente de sentido, pero que sin darse cuenta, le ayuda a crear un mundo nuevo e inesperado.

Palabras, emociones, número de libros vendidos… ¿Se puede ser escritor sin conocer el verdadero sentido del verbo “palabrear”?

Conversación, compromiso, acuerdo…, todas ellas son palabras que definen a palabrear. Y todas ellas, también, forman parte del mundo literario. Si sólo aceptásemos el término palabrear como la posibilidad de manejar las palabras como vínculo o vehículo que las transforma en arte, estaríamos hablando del camino que va desde la idea que nace en la mente del escritor a su materialización en un texto. Si ese texto, además, tiene la forma de libro, nos trasladaríamos a su vez al universo que conforma la literatura en sí misma con todas sus acepciones. Donde, por supuesto, tienen cabida las emociones y, sobre todo, los sueños. Sueños que en “Los dioses perdidos” se transforman en palabras como: alma, esencia, vida, sombra, fantasma, reflejo, espejo…, y también: desasosiego y esperanza.

“Somos el producto del lugar donde nacemos y vivimos, y de la familia a la que pertenecemos”

Sin saber cuáles son nuestras raíces, ¿podemos llegar a conocernos? Imaginamos, reinterpretamos sueños… ¿eso nos acerca a la verdad?

Tras la filiación de cada ser humano hay una serie de cualidades y defectos universales y comunes. Lo que nos diferencia a cada uno del resto es hacia donde inclinamos el fiel de esa balanza propia. No obstante, sí es verdad que somos el producto del lugar donde nacemos y vivimos, y de la familia a la que pertenecemos. Pero también es verdad, que todos tenemos la posibilidad de ir modelando nuestra figura inicial a lo largo de nuestras vidas, lo que en ocasiones nos acerca y también nos aleja de esa imagen inicial. Y, también, como hace el propio Pessoa, tenemos la opción de crearnos una nueva vida ajena a la del resto. Una nueva vida que nace de la necesidad de exploración de uno mismo. Una vida capaz de crear sueños que nos ayuden a reinterpretarnos. Una introspección que, sin embargo, cada vez está más ausente en el mundo que vivimos, porque habitamos un lugar donde coaccionamos a la oportunidad de convertir lo imposible en posible.

¿Qué es la verdad? Nada parece ser más ajeno al ser humano que la verdad que se se aleja de su propia acepción de la misma, sea ésta o no la real. En un mundo dominado por las noticias falsas y la postverdad creada al antojo de unos medios de comunicación cada vez menos imparciales, crecemos a merced de ese viento que nos mece de uno a otro lado sin apenas darnos cuenta. Creo que no somos conscientes de la manipulación masiva y cotidiana a la que nos exponemos cada día, y quizá, por eso, seamos tan permeables a todo lo que vemos y oímos sin saber si nos aleja de la verdad, o de lo que en verdad importa, lo que sin duda desdibuja nuestra propia esencia.

¿Cómo interpreta Ángel Silvelo la realidad? ¿Se pueden crear identidades a través de las de otros?

En Los dioses perdidos he intentado explorar la verdad que reposa más allá de lo obvio. Decía Pessoa que la vida es un teatro de máscaras cuyos moldes de realidad conforman el álgebra del misterio. Un misterio y su verdad al que Luis se va a enfrentar para saldar una deuda familiar, pero también personal, lo que le llevará hasta la literatura cuando decide novelar la vida de su abuelo de la mano de Pessoa. Y, en ese nuevo universo que se le presenta ante sus ojos, él intentará buscar certezas a través de las paradojas y contradicciones del poeta. Moldes de realidad materializados en las múltiples voces en forma de heterónimos a los que dio vida, forma y existencia literaria.

La metaliteratura también es una forma muy presente de la realidad

Dicen que todo escritor siempre escribe sobre sí mismo. Ángel Silvelo ¿también es permeable?

Siempre acudimos al manido discurso entre realidad y ficción, cuando ambas, al fundirse, son literatura sin más. El escritor, como el resto de las personas, es el resultado de aquello que vive y experimenta. De ahí que sea muy difícil escapar de esas coordenadas comunes. Lo que sucede es que cuando se escribe se retrata una vida y unos personajes que pueden partir de un hecho concreto vivido o experimentado por quien los crea, pero que poco a poco se van adaptando a la historia que se quiere contar hasta hacerlos apenas perceptibles respecto de la semblanza inicial que se ha partido. De ese modo, se teje una realidad paralela y distinta de la real, porque se convierte en mera ficción. Por ejemplo, en “Los dioses perdidos”, apenas hay datos autobiográficos míos, pero sí ejemplos y narraciones de aquellos autores que me han influenciado a la hora de escribir, y de ese modo, podría decir que la metaliteratura también es una forma muy presente de la realidad y la experiencia de un escritor y del resultado de su obra. Porque en realidad, ¿de qué estamos hechos sino de pequeños fragmentos que a medida que vivimos se nos van pegando a lo largo de la vida? Lo que de verdad importa, más allá del manido discurso que se establece entre realidad y ficción, es que aquello que se nos cuenta sea digno de ser leído y logre traspasar la barrera de lo anodino. En este sentido, para mí, la literatura es una herramienta de transformación y reflexión.

A veces, avanzar por el pasado provoca más incertidumbres que certezas y, no obstante, intentamos recuperarlo a toda costa… ¿Aplaca el desasosiego o puede llevar a la obsesión?

Eso es lo que le ocurre a Luis cuando trata de desentrañar los secretos de su familia. El pasado no es sólo un espacio de bonitos recuerdos, pues muchas veces nos enfrenta a una verdad para la que no estamos preparados. Una verdad distinta a la imaginada y difícil de asumir. Luis, por eso, busca un futuro sin recuerdos y sin la perversa necesidad de mirar hacia atrás, porque como decía Saramago al modo de un innato explorador: «la tierra espera».

El autor, a menudo, ¿echa mano de sus dioses perdidos?

La metáfora que lleva intrínseca el título de la novela es la de hacer posible lo imposible. Un viaje a la deriva que va en busca de aquello que no existe y necesita ser inventado. Ahí, donde la realidad nos habla del fracaso, y los sueños, de esa luz que nos obsesiona. No es casualidad que en el inicio de la novela Luis se plantee si merece la pena atrapar al luz con tan sólo cerrar nuestra mano. Un deseo imposible que es el último resquicio desde el que avistamos la esperanza, y que en esta historia se concita mediante pensamientos, ocurrencias, paradojas, poemas y un falso diario. Luis y Pessoa son esos dioses perdidos, donde Luis representa el camino y Pessoa la luz a la que llegar.

¿Es posible que todos necesitemos fingir que vivimos en un mundo que no es el nuestro? ¿De qué nos salva eso?

Decía Pessoa que «Vivir es pertenecer a otro […] Toda emoción verdadera es mentira en la inteligencia, pues no se da en ella. Toda emoción verdadera tiene por tanto una expresión falsa. Expresarse es decir lo que no se siente. […] Fingir es conocerse.» Y en su poema Autopsicografía que: «El poeta es un fingidor/ Finge tan completamente/ que llega a fingir dolor/ el dolor que en verdad siente.»

Él escapó de esa mentira a través del mundo de los sueños, en el que buscó un futuro exento de presente.

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