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Pedro Feijoo
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Pedro Feijoo (Foto: Yago Ray)

Entrevista a Pedro Feijoo: “Creo que no estaría adoptando una postura honesta si me limitases a narrar la historia desde un único punto de vista”

Autor de “Nadie contará la verdad”
Por Oliaga & Ventosa
domingo 17 de diciembre de 2023, 22:58h

Vuelve el escritor vigués Pedro Feijoo con “Nadie contará la verdad”, un intenso thriller político que le ha valido el premio Xerais de Novela 2023. Una novela osada sobre la corrupción y el poder en la Galicia actual en cuya trama el lector encontrará evidentes referentes reales. Con más de 60.000 ejemplares vendidos de su obra Feijoo se consolida como uno de los autores más sólidos de la narrativa actual.

Nadie contará la verdad
Nadie contará la verdad

Pedro Feijoo (Vigo, 1975) es licenciado en Filología gallega por la Universidad de Santiago de Compostela. Su primera novela, Los hijos del mar (Os fillos do mar), fue un auténtico fenómeno literario en Galicia, finalista al Premio Xerais de Novela 2011 y ganadora del Premio San Clemente 2014. Los hijos del fuego retoma su personaje principal y supone la consolidación de Feijoo como uno de los autores más leídos de Galicia. Ha publicado cinco novelas más, la última de ellas, Un fuego azul, en el año 2020.

Acepta un encargo muy especial de un antiguo compañero Marosa Vega, una talentosa y hábil periodista que fue despedida por su inquebrantable compromiso con la verdad. Salva Lamas le pide ayuda para destapar un caso de corrupción política que está dejando un reguero de víctimas y que afecta al presidente de la Xunta de Galicia. «La verdadera máquina», como ellos mismos la llaman, es utilizada por constructores, banqueros, abogados, altos cargos políticos y directivos de medios de comunicación, todos los cuales participan y obtienen beneficios de la administración pública. Son capaces de cualquier cosa, por terrible, violenta y destructiva que sea, con tal de conseguir lo que les corresponde por su colaboración en favor del partido político en el poder, su ambición es absolutamente desmedida.

¿Por qué un thriller político en estos momentos, cuando nuestro sistema está tan revuelto?

Pues… quizá precisamente por eso mismo. Porque, si cada vez es más y más evidente el descaro en el asalto, cada vez es más y más evidente la falacia en los argumentos con los que pretenden que nos traguemos su discurso, cada vez es más y más evidente lo grosero en la mentira, lo soez en el insulto, lo repugnante en el beneficio, tal vez sea cierto aquello que cantaban los Rage Against The Machine: si hay que decirlo en algún momento, si hay que decirlo en algún lugar, qué mejor momento que este, que mejor espacio que esta historia… Al fin y al cabo –y aun sin salir de la canción–, una vez tomada la decisión de levantar nuestra voz, ni todo este infierno de miseria y corrupción que nos envuelve debería detenernos.

"Nadie contará la verdad" se aleja de los clásicos thriller que triunfan en la actualidad. ¿Marcar esa diferencia le ha hecho ganador de un premio tan importante como el Xerais de novela 2023?

Hasta donde yo sé, por las charlas que pude mantener con los miembros del jurado en la ceremonia de entrega del premio, parece ser que lo que más les atrajo fue lo que ellos entendieron como la valentía del texto al construir una novela cuya verdadera intención era envolver en la comodidad de la ficción una historia absolutamente real, con situaciones reales y, sobre todo, abusos reales. Al parecer, consideraron que se trataba de un ejercicio tan valiente como necesario en un espacio literario en el que, sorprendentemente, no abundan propuestas de este tipo. O por lo menos eso es lo que en su momento me transmitieron a mí… Ahora, y respondiendo desde la mayor de las honestidades, agradezco esa lectura y esa conclusión, pero sinceramente, no me considero capacitado para decir cuáles son las razones que, a título personal, podrían convertir a Nadie contará… en la novela merecedora de un premio tan importante y de tanto prestigio como el Xerais.

¿Los que buscan la verdad son soñadores en un mundo tan corrupto?

Es cierto… Supongo que en determinados momentos podríamos considerarlos de tal manera, sí. Pero yo prefiero verlos como gente comprometida, decidida y, sobre todo, noble. Gente buena y valiente en un tiempo en el que las calles están llenas de bandidos disfrazados de personas respetables e importantísimas…

Su novela está bien documentada y se pueden conocer hechos y personajes reales. ¿Es una denuncia ante la impunidad de los poderosos?

Sinceramente, soy muy consciente de mis limitaciones como autor, de modo que, a la hora de pedirle al lector que comparta conmigo un bien tan preciado como es su propio tiempo, siento el deber de contarle la historia que le voy a proponer del mejor modo posible. Uno en el que en ningún momento sienta que le estoy tomando el pelo, ni que la historia le parezca hecha de plástico, que no se le vean las costuras. En definitiva, una historia que esté hecha de verdad, de honestidad. Para eso, considero imprescindible iniciar su construcción a partir de una buena base. Y, para ello, creo que no hay mejor recurso que buscar y manejar una buena documentación. Si el lector puede, por ejemplo, deslizarse con facilidad por los diálogos de la novela, sin que le parezcan irreales es precisamente por eso, porque en la mayoría de los casos son casi transcripciones de diálogos reales, mantenidos con muchas de las personas reales que se ocultan tras los personajes ficticios. De modo que sí, claro, en muchos aspectos es una denuncia en tanto en cuanto los personajes prestan su voz a las personas reales que denuncian esos hechos. Pero algo que me gustaría señalar es que, en buena medida, Nadie… también es un espejo. Porque del mismo modo que me entrevisté con las víctimas de esos casos de corrupción, también me reuní con algunos de los implicados “al otro lado”, también para que ellos me prestasen a mí su voz, con el fin de poder relatar la historia desde la mayor veracidad posible. Como autor, creo que no estarías adoptando una postura honesta si te limitases a narrar la historia desde un único punto de vista, desde una perspectiva partidista. Si lo que pretendes es realizar una crónica sincera y veraz de la corrupción a tu alrededor, tu obligación como narrador es ponerte en la piel de todos los personajes, de todas las partes implicadas, y contarlo todo desde la mayor de las transparencias. Exponer los argumentos con la mayor claridad posible, y confiar en la mirada del lector. Tu obligación como autor es, en todo caso, plantear preguntas, no dar las respuestas antes de permitirle al lector que saque sus propias conclusiones…

¿Teme alguna consecuencia por lo que ha escrito? ¿Se reconocerán los protagonistas?

Teniendo en cuenta la ferocidad de los tiempos que vivimos, temo a los griegos hasta cuando hacen regalos… Pero, sinceramente (y ahora tal vez sea mi parte más inocente la que responde), quiero pensar que no habrá consecuencias. Porque, al fin y al cabo, ordenar algún tipo de represalia sería darle la razón al texto. Reconocer que lo que he dicho es verdad. Y señalarse. La verdad, no creo que nadie sea tan torpe…

Su libro está agotando todas las ediciones… ¿Necesitamos saber lo que ocurre tras las bambalinas?

Es cierto que la novela está teniendo un éxito asombroso, también en lo tocante a las ventas, es verdad. Pero, si la gente está respondiendo con tanto interés, supongo que no será porque necesitemos saber lo que está ocurriendo. En realidad, eso lo hemos necesitado siempre, nunca debimos haber dejado de prestar atención a lo que sucedía a nuestro alrededor, sobre todo cuando nosotros íbamos a ser los principales afectados, los principales pagadores de todas las deudas generadas. Siempre necesitamos saber… Ahora, lo que me alegra es el comprobar que, además de necesitarlo, también queremos hacerlo. Por fin…

Si usted está contando la verdad, ¿por qué los periodistas no lo hacen? ¿Falta ética en la profesión o más que la verdad se trata de mantener el puesto?

En absoluto. De hecho, ese es uno de los pilares de la novela, intentar poner en valor una profesión, un oficio de un tiempo a esta parte tan vilipendiado como el del periodista. Como los médicos que nos mantienen a salvo, como los científicos que investigan contrarreloj para salvar nuestras vidas, como la gente que limpia nuestras calles, como los maestros que educan y forman a nuestros hijos, como tantas otras profesiones tan menospreciadas en los últimos años, el periodismo ha venido a caer en la desgracia del desprecio y el servilismo cuando, en realidad, es el suyo un trabajo tan necesario para la sanidad de nuestro día a día. Al fin y al cabo, una sociedad mal informada es una sociedad altamente manipulable. Y ese es el inicio de una senda muy peligrosa con muy mal destino… Muchos de los y las periodistas con las que yo he tenido la suerte de cruzarme en el camino –tanto durante el proceso de documentación de esta novela como también antes en realidad– son grandísimos profesionales que se dejan la piel por encontrar la verdad y llevársela cada día a los lectores, a los oyentes, a los espectadores…

Ahora, otra cosa son las trabas que les puedan poner desde mucho más arriba… Como cuento en la novela, una cosa es la “verdad”, y otra muy distinta el consejo de administración, el inversor, las amistades de los dueños del grupo de comunicación o incluso la publicidad que paga y sostiene el papel en el que cada noche se imprimen esas noticias.

Alguien dijo que el dinero público no es de nadie… Entre todos pagamos los cafés y los despilfarros… ¿Extendería su denuncia a otros lugares de España o con Galicia es suficiente?

¿A otros lugares de España? ¡A todo el mundo! Yo nada más he ambientado mi historia en Galicia porque es el espacio narrativo que mejor conozco. Localizo mis historias en Galicia, en Vigo, en mi calle, porque son lugares que conozco con los ojos cerrados. Sé qué luz tienen en cada momento del día. Sé cuánto frío hace en invierno y cómo luce el sol en verano, y también podría describir con todo lujo de detalle el olor de cada esquina de mi ciudad, ya sean buenos o malos olores. Y creo que eso es positivo a la hora de transmitir aquello de lo que hablaba antes: que el lector sienta que lo que le estás contando, se non è vero, è ben trovato.

Pero una historia como esta es absolutamente universal. La corrupción es endémica al poder, allá donde hay poder siempre hay corrupción. Lo sabía Julio César, y lo saben en Valencia, en la Junta de Andalucía, en el Palau, en el Palma Arena y en todos los áticos de Madrid. En los asaltos al dinero público, en las toneladas de cocaína pagadas con dinero de la sanidad pública, y en todas las fiestas de todos los burdeles que se pagaron con tarjetas municipales… Yo digo Galicia, pero usted sabe que ese espacio está disponible para que cualquiera lo cambie por el suyo propio y le cuente a sus vecinos las miserias y vergüenzas de su lugar…

“Ninguno de nosotros posee mayor fortuna, ningún bien más valioso que el tiempo que nos quede”

¿Qué valora más a la hora de escribir? La trama, los personajes, los diálogos, el ritmo…

El tiempo del lector. Ninguno de nosotros posee mayor fortuna, ningún bien más valioso que el tiempo que nos quede, de modo que mi obligación es hacer todo lo posible por que ese tiempo que el lector va a invertir en mi trabajo sea lo más satisfactorio y fructífero posible. Y para ello has de dejarte la piel en todos los espacios narrativos posibles: trama, personajes, diálogo, ritmo (¡muchísimo ritmo!) y, sobre todo, una buena idea: la certeza de que aquello que vas a contar merezca la pena.

Su novela es adictiva, ¿Cómo lo consigue cuando la política parece interesar a tan poca gente?

Con total sinceridad, no lo sé. De verdad, no tengo ni idea de cómo hago lo que hago. En todo caso, y como decía en la respuesta anterior, soy consciente de los recursos que, como autores, tenemos a nuestra disponibilidad. Como decía Domingo Villar, nosotros (o por lo menos tal como él y yo entendíamos este oficio) somos artesanos, y como tales tenemos la obligación de conocer las herramientas que tenemos en nuestro taller. Ahora, cómo lo hago yo… No lo sé. Pero quiero pensar que tal vez tenga algo que ver con la posibilidad de que, además de todos esos útiles (diálogos, trama, ritmo…) también contamos con otro: el instinto. Algo parecido al olfato del escritor, el que nos susurra al oído que la historia debería ir por aquí o por allá. Y que confiemos en esa voz… Bueno, o tal vez no, no lo sé.

¿Cómo ha sido su proceso de documentación? ¿Cuánto tiempo le ha llevado?

Como antes comentaba, la documentación ha sido fundamental, imprescindible para dotar a la novela de esa “verdad” sin la cual el texto no se sostendría. Uno de aquellos periodistas con los que me entrevisté en los primeros estadios del proceso me recordó aquella máxima del oficio: “El buen periodista no es el que sabe, sino el que sabe quién sabe”. Y esa es mi obligación, documentarme hablando con el que sabes que sabe, escuchando lo que tenga o quiera decirte. Incluso cuando sabes que lo que está haciendo es mentirte. Siempre hay un poco de verdad hasta en la mentira más grande, aunque nada más sea el mero hecho de mentir, y eso también hay que saber escucharlo…

Fue, en definitiva, un proceso largo (más de dos años de hemeroteca, entrevistas y documentación), pero esencial para que el texto se sostuviera por sí mismo. Para que tuviera “verdad”.

Todos los personajes ficticios tienen a alguna persona real detrás

¿Los personajes principales también están basados en personas reales, a parte de los políticos?

Sí, todos los personajes ficticios tienen a alguna persona real detrás. Quizás los casos de Gael y Caitán sean los que menos trasfondo personal tengan, pero todos los demás sí. El problema está en que, siendo sinceros, en la vida real son tantos los casos existentes, tantas las personas implicadas, que creo que en muchas de las ocasiones no me quedó más remedio que “sintetizar”, componer personajes únicos partiendo de varios referentes reales.

¿Considera que el ansia de poder es también una clase de corrupción? ¿Vale todo en política? ¿Cómo califica la toma de decisiones arriesgadas que hacen daño a la mayoría?

No. Creo que el ansia de poder –que existe y está mucho más presente en nuestro entorno de lo que nos gustaría aceptar– es el detonante, el motivo que genera todo lo que viene con ella. Como, entre otras consecuencias, la corrupción. El problema esta en que la política no es más que otro de los campos en los que se manifiesta esa corrupción. Por desgracia, no es en la política en donde vale todo, sino en realidad en todo el espacio a nuestro alrededor. En plaza en la que aparcamos nuestro coche, en la concesión del comedor del colegio, en la de los camiones que recogen nuestras basuras, en todos los espacios que nos rodean. Con tal de alcanzar el objetivo marcado, todo vale. Ya sea en las relaciones empresariales, industriales, financieras, informativas… Es ahí, en la suma de todos esos campos, en donde nosotros como ciudadanos acabaremos viéndonos afectados por todas esas decisiones egoístas: no es necesario que nosotros tengamos ningún tipo de interés en la política, o en el mundo empresarial, o en el entramado informativo. Es más: por mucho que pensemos que nada de todo eso tiene que ver con nosotros, tarde o temprano acabará por alcanzarnos, acabará por afectarnos. Cuando nuestras opiniones estén condicionadas por una mala información, cuando nuestros hijos no puedan acceder a una buena educación pública, o cuando no dispongamos de una buena sanidad pública, estaremos pagando el precio. Por eso insisto tanto en que esta no es una novela “política” –o desde luego no en el sentido tan deturpado en el que hoy entendemos la cuestión política–, sino en realidad una novela social.

¿Es optimista respecto al futuro? ¿Se desterrará la corrupción en algún momento y los responsables pagarán por ello o la impunidad seguirá campando sin consecuencias?

No, por supuesto que jamás lograremos acabar con la corrupción, ni nosotros ni nadie. Como ya he comentado, siglos de historia nos confirman que allá donde haya poder siempre habrá corrupción. Ahora bien, lo que sí podemos hacer es cambiar nuestra manera de comportarnos ante ella. Tomar conciencia de todos los modos diferentes a través de los cuales puede llegar a afectarnos para, a continuación, decidir cuál será nuestra postura al respecto. Y sí, ahí podremos hacer dos cosas: o bien seguir amarrándonos al discurso de que esto siempre ha sido así, el de que todos los políticos son iguales y continuar mirando en otra dirección, como si la cosa no fuera realmente con nosotros: o bien detenernos, medir el espacio a nuestro alrededor y, en la medida de nuestras posibilidades, intervenir. Ya lo hemos hecho otras veces. Tan solo hay que recordar el camino…

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