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"El marqués de Santillana", de Almudena de Arteaga

Ed. Harper Collins. 2022

Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 05 de enero de 2024, 18:01h
El marqués de Santillana
El marqués de Santillana
Estamos ante una novela-histórica muy destacable, ya que una de sus descendientes escribe, con un exigible rigor, sobre su familiar; pero debo realizar claramente varias aclaraciones pertinentes y prístinas. El marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza de la Vega, forma parte o está al servicio del Rey Juan II, padre de Isabel I “la Católica”; por lo tanto, entiendo que produce alguna extraña emoción o tactismo reducir títulos, pero yo no lo admito; ya que el monarca es Rey de Castilla Y DE LEÓN, como figura en su diplomatura; y más si cabe su hija que indicaba siempre, taxativamente, y así se lo hizo saber, sin ambages, al todopoderoso arzobispo Alfonso Carrillo: “…porque yo soy la Reina e subcessora destos reinos de Castilla et de León…

Por consiguiente, pág-11: “Castellanos Y LEONESES, aragoneses, navarros y portugueses ya no tenían más ambición que el oscuro sueño de una eterna contienda enquistada en sus corazones por un odio ancestral, como el legado perverso de sus mayores”. Partiendo de la base histórica, sensu stricto, que en ningún texto o crónica contemporánea se mencionan a las anhistóricas Coronas de Castilla o de Aragón. Es obvio, que forma parte de la estructura castellana de los Reinos de León y de Castilla, ya qué nacería en Carrión de los Condes, 1389, y pararía a mejor vida en Guadalajara en 1458. I marqués de Santillana, I conde del Real de Manzanares, XI señor de Mendoza, III señor de Hita y III señor de Buitrago. Página-13: “Así, uniendo definitivamente a los hijos de la rama bastarda de Alfonso XI con la legítima, creyeron alcanzar la paz. Pero estaban muy equivocados”.

Concretamente la Crónica de ese monarca indica claramente: ‘Crónica de Alfonso el onceno de los reyes de Castilla y de León’, y por cierto escrita en llingua llionesa y no en castellano. Para finalizar este prólogo, indicaré que la titulación completa de los Almirantes de Castilla es, además, la de Adelantados Mayores de León. «Don Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana (1398-1458), fue un hombre excepcional y sin parangón: involucrado en numerosas batallas por el poder, metido de una u otra forma en las disputas entre los reinos de Castilla Y DE LEÓN y Aragón, presente en todas las intrigas palaciegas, manipulador e intrigante para unos, valiente guerrero y fino estilista del idioma para otros, padre de una hija bastarda y de once hijos legítimos, seductor empedernido al que se le conocieron decenas de amantes pero un solo amor verdadero… Almudena de Arteaga -descendiente directa del marqués.- recrea en esta deslumbrante biografía novelada la apasionante vida de un personaje esencial de nuestra historia que tuvo en las mujeres la fuente de inspiración de su vida».

La obra presenta dos textos, esclarecedores, que deseo destacar, y felicitar a la autora por su precisa y justa inclusión, el primero de ellos es un apéndice documental realizado por uno de los cronistas de Isabel I “la Católica” de Castilla y de León, que fue Fernando del Pulgar, donde realiza un estudio analítico, muy de la época, sobre ‘El marqués de Santillana, en la obra ‘Claros varones de Castilla’: “Don Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana e Conde del Real de Manzanares, Señor de la casa de la Vega, fijo del almirante D. Diego Hurtado de Mendoza, e nieto de Pero Gonzáles de Mendoza, Señor de Álava, fue hombre de mediana estatura, bien proporcionado en la compostura de sus miembros e fermoso en las faciones de su rostro, de linaje noble castellano e muy antiguo. Era hombre agudo e discreto, y de tan grand coraçon, que ni las grandes cosas le alteraban, ni en las pequeñas le plazía entender …

Debo indicar, de forma fehaciente, que la larga descripción sobre el marqués, realizada por el cronista oficial regio, es una auténtica delicia sobre cómo se realizaba un estudio completo de cuerpo y de espíritu, sobre un personaje, en el siglo del inicio de la Edad Moderna. El otro texto que ha introducido la autora, también merece todos los parabienes, ya que con el título de DRAMATIS PERSONAE, nos aproxima a una serie de personajes históricos, muy bien delineados, que son todos los que tuvieron relación directa con el personaje, y con la rica época que le tocó vivir. Me ha encantado la del Gran Cardenal, Pedro González de Mendoza (1428-1495). Parece ser que a fray Diego de Deza, confesor de la Reina Isabel I “la Católica” de León y de Castilla no le gustaban mucho los hijos del clérigo, aunque la soberana siempre indicó que esos pecados eran muy hermosos: “…Fue quien convenció al resto de sus hermanos para que, una vez muerto Enrique IV, se pasasen del bando de Juana la Beltraneja al de su tía Isabel la Católica, convirtiéndose con el tiempo en uno de los consejeros más cercanos a la reina Católica, su confesor y su hombre de confianza. El cardenal Mendoza murió en su palacio de Guadalajara el 11 de enero de 1495 y, posteriormente, su cadáver fue trasladado hasta la catedral de Toledo”.

La proximidad narrativa del personaje la considero un acierto literario, quizás le reste un poco de apasionamiento, pero la autobiografía exige inteligencia y conocimiento de la idiosincrasia íntima del personaje tratado, el fenotipo en el sentido más estricto del término. Dentro del aserto utilizado, me ceñiré al capítulo XII, 1425-1427, ‘VASALLO DE UN SOLO REY’: “Apenas me detuve en Guadalajara para recoger a mi esposa, mi eterna musa, que no efímera, como la serrana. Catalina aguardaba impaciente mi regreso para acompañarme a Valladolid a conocer al que un día, Dios mediante, será el futuro rey de Castilla Y DE LEÓN. En esta ocasión, al no estar embarazada, Catalina prefirió viajar sobre la grupa de mi caballo. Dudé, pero lo cierto era que así, libres de carros que nos siguieran y de la demora que esto producía, podríamos llegar antes. Con una mano asida a mi cintura y otra a la cincha de la cola del animal. Catalina se mantuvo durante horas sin perder ni una sola vez el equilibrio. Solo permitió que su cansancio aflorase cuando divisamos la casa de las Aldabas de la calle de Teresa Gil de Valladolid. Allí era precisamente donde la reina María había dado a luz al príncipe y donde aún se recuperaba. Catalina, agotada, posó la cabeza sobre mi hombro y me susurró al oído: -Parece que Dios, con este nacimiento, al fin bendice el matrimonio del rey. La reina debe estar rozagante”.

En suma, creo que con esta aproximación que he realizado, puede tenerse un concepto modestamente aceptable, de la vida novelada de un personaje esencial en la Historia de las Españas del Renacimiento que ya se anunciaba. Íñigo López de Mendoza era un grande de las Españas y así se sentía y era en todo su devenir vivencial. «Libidines ad potiudum incitantur. ET. Dei providentia hominumn confusione».

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