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"Leones de Aníbal", de Javier Pellicer

Ed. Edhasa. 2018
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 12 de enero de 2024, 18:17h
Leones de Aníbal
Leones de Aníbal
En esta estupenda obra literaria-novelada-histórica, se realiza un acercamiento de como la Historia, con mayúsculas, pudo cambiar la evolución de la Humanidad, pero uno de los políticos más eximios de todos los tiempos, no compareció, por primera y única vez, tras la batalla de Cannas, ante el tribunal de la Historia. Me estoy refiriendo a Aníbal Barca “el Grande” (Cartago, 247 a.C.-Gebze/Libyssa, 183 a.C.); y guste o no guste, ganaron los peores, que eran y fueron los hombres y mujeres del Lacio, es decir Roma-el SPQR y los romanos.

Tras la inesperada muerte, que fue desastrosa, por lo mucho que afectó a los planes de los Bárcidas, en relación con la sevicia de Roma, del pater familias Amílcar Barca (Cartago, 276 a.C.-Elche de la Sierra, 228 a.C.), también desaparecerá su substituto, inteligente y educado en cómo había que golpear a Roma, será el yerno del fallecido, a saber, Asdrúbal Janto o “el Bello” (Cartago, 270 a.C.-Cartagena/Qart Hadasht, 221 a.C.), casado con la hija mediana de Amílcar. Familia muy importante y siempre unida frente al ideal patrio común de recuperar la dignidad y el honor pisoteados por los romanos, aliados a la oligarquía agraria africanista del general Hannón “el Grande” (siglo III a.C.), quien desmovilizaría a la marina púnica, en el año 244 a.C., dando tiempo a Roma a reconstruir su flota y así poder derrotar a su patria cartaginesa en el año 241 a.C.

«Corre el siglo III a. C. en la península ibérica. Aníbal Barca se ha convertido, por derecho propio, pero también por carisma, fuerza e inteligencia, en el líder de los ejércitos cartagineses, que aúnan no solo a su gente, sino también a muchos pueblos iberos que, en su recorrido por la península ibérica, se han unido a él. Roma domina el mundo. Pero Aníbal quiere conquistar Roma. Y, una vez pasados los Alpes, la mayor hazaña conseguida por el hombre hasta entonces, tendrá su primera victoria: Escipión y sus legiones caen ante él. Parece que, por fin, va a conseguirlo… ‘Leones de Aníbal’ es el relato épico de una gran aventura, pero también una novela sobre la identidad, la convivencia y la amistad. De cómo un ejército, formado por multitud de pueblos, luchó no sólo contra Roma, sino contra las fuerzas de la naturaleza. Y todo ello bajo la bandera de un hombre, y no de una patria. Tres individuos dispares -Leukón, un joven celtíbero que se une a la lucha dejando atrás a su amada; Alcón, un íbero saguntino acosado por la culpa de la traición; y Tabnit, un oficial cartaginés que guarda un secreto inconfesable-, se enfrentarán juntos a la hazaña propuesta por Aníbal. Una experiencia que los cambiará para siempre. En esta novela, de una forma tan documentada como ágil, entretenida y llena de pasión, Javier Pellicer nos narra la epopeya que estuvo a punto de cambiar el curso de la Historia y la figura del mayor estratega conocido».

Los historiadores prorromanos, como Tito Livio o Polibio, narran siempre que la ética del caudillo púnico era muy superior a lo habitual en la época a narrar, se cita que nunca hubo deserciones entre sus soldados, y que estaban dispuestos a llegar con él hasta el final que les marcase. En esta obra, con un bagaje histórico muy importante, se observa como Aníbal Barca “el Grande” consigue aunar a los régulos peninsulares alrededor de sus proyectos, los equipará a los romanos, y así podrá conseguir, y lo espera fervientemente, derrotar a la urbe imperialista del Lacio. En su camino, primero hacia los Pirineos, el Bárcida se debe enfrentar a indígenas hispanos y, asimismo, a las legiones romanas que tratan de oponerse e impedírselo. Tras cruzar los Alpes, se encontrará ya en la llanura padana, para así poder derrotar a los soldados que Roma le envía. Toda esa letanía de batallas, están en el inconsciente colectivo de los aplicados estudiantes de la Historia Antigua de Europa, desde Tesino y Trebia, hasta Trasimeno y Cannas. Estamos ante uno de los mejores generales de la Historia, inclusive su genial actuación en Cannas (agosto de 216 a.C.) se sigue estudiando en las mejores academias militares de La Tierra. El autor desarrollas una novela-histórica destacable, que nos permite hacernos una prístina idea de lo que se debatía en aquella época, y como estuvo todo pendiente de un hilo, ya que si el púnico hubiese vencido, todo será muy diverso.

La novela histórica presente aúna amistad, con tenacidad, valentía y coraje. La narrativa del autor es seria y rigurosa. La obra presenta varios epílogos muy interesantes, desde el Dramatis Personae, donde nos ofrece una serie de nombres documentados históricamente hablando, que realmente formaron parte del relato de esta Segunda Guerra Romana o Romano-Púnica, y que están en todos los manuales, desea destacar, por ser menos conocido, el nombre de uno de los historiadores, en este caso espartano, que fue uno de los maestros del político cartaginés; es el caso de Sósilos, Tito Livio se aprovechó de sus narraciones, para su Ab Urbe Condita del tiempo de la IIª Guerra Púnica, ya que el sofista estuvo siempre con Aníbal. Junto a ellos, el autor nos sitúa una pléyade de personajes ficticios, pero respetando la necesaria grafía de los nombres de la época; en este caso deseo destacar la nómina de Cartalón, que es el mismo nombre del embajador plenipotenciario enviado por Aníbal a Roma, tras la gran victoria de Cannas, para negociar un necesario armisticio, que los romanos con una soberbia inexplicable rechazaron. El tercero se refiere a los topónimos y gentilicios de la época de esta gran guerra, lo que esclarece, más si cabe, la elegancia narrativa de la obra. Este libro es una continuación de la primera novela, y se refiere a que fue lo que ocurrió tras el asedio de la ciudad de Sagunto por parte de los cartagineses, y explicitar cuáles fueron los avatares del ejercito púnico hasta llegar a Italia. Estamos, por consiguiente, ante una novela-histórica que presenta los aditamentos historiográficos necesarios, en cantidad y calidad para ser notablemente considerada.

El Bárquida caminó con el semblante alto y cargado de gravedad. La clámide ondeaba con la brisa fresca de la mañana, las grebas y el casco atrapaban el fulgor naciente para luego hipnotizar con él a cuantos ojos lo contemplaban entre los asistentes. Dejó atrás el pebetero donde ardía la Llama Sagrada, aquella que no debía extinguirse. También quedó a su diestra el Árbol Sagrado, un vetusto olivo plantado incluso antes que la primera piedra del recinto. Se acercó hasta las dos fuentes situadas cerca del edificio principal, pozos de gran fama desde tiempos inmemoriales: su nivel ascendía con la bajamar y se agotaba con la marea alta, motivo de admiración por parte de muchos sabios. Aníbal formó un cuenco con las manos y tomó el agua bendecida, con la que humedeció el rostro y mojó sus cabellos…”. ¡Destacable! «Fremitu iudiciorum basilicae resonant. ET. Non videre, sed esse».

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