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Viaje al centro del patriarcado en Corea del Sur: "Kim Ji-young, nacida en 1982" de Cho Nam-joo

Reseña de 'Kim Ji-young, nacida en 1982', de Cho Nam-joo
domingo 03 de marzo de 2024, 08:07h
Kim Ji-young, nacida en 1982
Kim Ji-young, nacida en 1982
"Ni siquiera yo sé si me casaré o si tendré hijos. O puede que me muera antes. ¿Por qué tengo que renunciar a lo que quiero ser o hacer por un futuro que no sé si llegará o no?" (1).

La vida de aquellos que rodean a Kim Ji-young experimenta un giro de 180 grados cuando, un día como cualquier otro, ella comienza a hablar a través de las voces de diversas mujeres que han dejado una huella, ya sea de manera directa o indirecta, en el curso de su existencia. Y es que, lo que su marido interpreta como una simple broma, acaba convirtiéndose en un asunto de preocupación por parte de su familia entera, dando pie a todo un sistema patriarcal muy bien estructurado y asentado de injusticias que, tanto ella como su entorno femenino, han sufrido de manera silenciosa y que comienzan a manifestarse mediante Kim Ji-young.

Escrita por Cho Nam-joo, esta novela se adentra en los desafíos que las mujeres surcoreanas enfrentan desde antes de nacer, ofreciendo una visión reveladora y esencial del feminismo asiático que despierta la conciencia sobre la complejidad de sus diferentes—aunque muy parecidas— experiencias.

1.- El libro.

"Su nombre es Kim Ji-young. Tiene 33 años y el nombre más común de Corea" (2).

Kim Ji-young no es un personaje—y mucho menos una mujer—cualquiera. Su figura funciona como un espejo en el que todo tipo de persona puede verse reflejada, reflexionando sobre temas universales como la discriminación, la desigualdad de género, y los desafíos que enfrentan las mujeres en su búsqueda de autonomía y reconocimiento en un mundo que, a menudo, parece estar anclado en los estereotipos ya existentes.

Con una prosa cautivadora que junta hábilmente datos reales de la sociedad surcoreana contemporánea con una historia que te sumerge en la intimidad de las experiencias de las mujeres, la obra señala cómo cada mujer es sujeto de una serie de circunstancias que las condicionan de diferentes maneras a lo largo de sus vidas, y de qué manera se ven afectadas las posteriores generaciones a las mismas.

Es por eso por lo que, al igual que Kim Ji-young es 'el nombre más común de Corea', ella como personaje representa 'las experiencias más comunes vividas por mujeres', sirviendo como un manifiesto clave que trata la problemática de género, tanto a nivel individual como colectivo.

2.- La autora.

Cho Nam-joo, nacida en Seúl, Corea del Sur, en 1978, dio inicio a su compromiso feminista de manera activa al cursar estudios de sociología en la prestigiosa Universidad de Mujeres Ewha.

No obstante, un acontecimiento determinante en su vida surgió cuando, tras finalizar sus estudios y trabajar durante diez años como redactora de programas de televisión, se vio obligada a interrumpir su satisfactoria carrera profesional para dedicarse por completo al cuidado del hogar y de su hija recién nacida, decisión que suscitó una serie de críticas por parte de la sociedad surcoreana en la que se desenvolvía.

Esto condujo a su búsqueda de artículos y datos sociológicos que, posteriormente, utilizaría para escribir una biografía ficticia de una mujer promedio en Corea, concebida al mismo tiempo como un manifiesto y protesta feminista. En esta obra, destaca el acoso y la desigualdad de género experimentados por todas las mujeres, incluso desde antes de nacer. Este trabajo crítico y revelador se conocería, eventualmente, como su best seller, 'Kim Ji-young, nacida en 1982'.

El significativo impacto a nivel nacional de la obra impulsó la promulgación de nuevas leyes contra la discriminación social y salarial en Corea del Sur. Esto condujo a una mayor consideración de la problemática sistemática laboral, familiar y social de las mujeres.

3.- Temas principales de la novela.

3.1.- Las voces de Kim Ji-young.

Decir que Kim Ji-young se volvió loca y que empezó a comportarse y comunicarse como otras mujeres porque sí, sería no solo enormemente precipitado, sino también un acto de tremenda ignorancia hacia el problema principal que trata la novela: el patriarcado.

En la literatura convencional, la presencia de diversas voces narradoras en un personaje conlleva predominantemente la representación de una misma historia desde múltiples perspectivas. Sin embargo, esta novela no se ajusta por completo a esa premisa—o al menos, no de manera integral—. Del mismo modo, cada 'voz', en lugar de representar una forma única de experimentar, interpretar y comunicar una historia, transmite una realidad que es compartida por el conjunto de mujeres que forman parte de la obra.

Este fenómeno se manifiesta, en primer lugar, en una unidad tan significativa como lo es la familia. En la novela, se clarifica en numerosas ocasiones y de manera explícita la imperatividad asociada al hecho de que una mujer dé a luz a un hijo varón. Esto es evidenciado, en primer lugar, con la madre de Kim Ji-young, para finalizar con la misma Kim Ji-young cuando se convierte en madre. Las implicaciones son claras: la historia es cíclica, se repite. Y así como pasó con las generaciones anteriores a la de la madre de Kim Ji-young, ocurre con las posteriores a la suya.

"«Debes tener hijos varones. Son indispensables. Debes tener, al menos, dos».

Cuando nació la hermana mayor de Kim Ji-young, la madre se disculpó ante su suegra con la criatura en brazos, agachando la cabeza y llorando" (3).

"La ginecóloga, cuyo vientre era mayor que el de Kim Ji-young, le dijo amablemente que preparara ropa de bebé de color rosa. La pareja no tenía preferencias en cuanto al sexo del bebé, pero era más que obvio que los abuelos deseaban un varón. Por eso, cuando se enteró de que la criatura dentro de su vientre era una niña, Kim Ji-young sintió cierto pesar al presentir que tendría que pasar por situaciones estresantes. Su madre le soltó, así sin más, que el segundo podría ser un niño, mientras que su suegra le dijo que no se preocupara, que todo estaba bien. Pero sabía que nada estaba bien" (4).

Este fragmento debe ser considerado desde una perspectiva en la que la función predominante de la mujer en Asia ha sido históricamente la de ama de casa y cuidadora de los hijos, mientras que la figura masculina ha ostentado la máxima autoridad y poder en el ámbito familiar y empresarial. En China, por ejemplo, existe el término 'sheng un', cuya traducción aproximada es la de 'mujeres sobrantes', refiriéndose a todas aquellas jóvenes que, pasados los 25 años de edad, están solteras y cuentan con estabilidad laboral, desafiando la sociedad patriarcal con su autonomía (Zhang, 2013) (5).

No resulta sorprendente, considerando que en estas naciones, tradicionalmente, el rol del hombre ha estado asociado principalmente con labores forzosas y actividades militares, relegando a la mujer a un papel más discreto, silencioso y subordinado, que se encontraba a la sombra de este. Es por esto por lo que la mujer era, en gran medida, dependiente del hombre; de un padre, en un primer momento, luego de un hermano, y finalmente, de un hijo.

De este modo, las generaciones previas a Kim Ji-young experimentaban una profunda inquietud ante el hecho de no contar con un varón en la familia, ya que la ausencia de un hijo se asociaba con encontrarse en una situación vulnerable. La presencia de un hijo simbolizaba la fortaleza, y sin esta figura en la familia, tanto la madre como el padre enfrentaban la posibilidad de no recibir cuidados y ayuda en el futuro, y las hijas, al mismo tiempo, carecían de protección. Por lo tanto, la totalidad de la responsabilidad de los cuidados familiares, a corto o largo plazo, se manifestaba como una fuente de ansiedad para una mujer que aspiraba a ser madre.

Por este motivo, no es de extrañar que las acciones emprendidas por los personajes femeninos a lo largo de la novela y sus diversas experiencias tengan como objetivo transmitir una tradición arraigada en mujeres que han padecido directamente las consecuencias del patriarcado. Kim Ji-young no se limita a relatar las experiencias de su madre o familiares cercanas, sino que también aborda las vivencias de numerosas mujeres anónimas, dándoles cabida en un espacio—tanto su realidad, como la novela misma—que solo les pertenece a ellas. De manera sumamente emotiva y visceral, la narración presenta cómo estas mujeres, aún sin ser conscientes de ello, se encuentran interconectadas por un sistema patriarcal que impregna por completo sus identidades, erigiéndose así en una potente crítica para la contemporaneidad.

3.2.- Kim Ji-young en la conversación feminista global.

Es crucial destacar que la trama de Kim Ji-young inicia sin grandes expectativas. Las conmovedoras narraciones de su abuela y su madre, en conjunto con sus propias experiencias, otorgan un carácter simbólico al proceso completo de la lectura, lo cual dota de una importancia significativa al hecho de que, al llegar al desenlace de la novela, se revelen expresiones claras por parte de los personajes femeninos, manifestando de manera verbal y física su resistencia contra las opresiones que perciben. En cierto sentido, muchas mujeres aspiran a evidenciar la explotación e injusto trato que dan por sentado en sus vidas por parte de estos hombres e instituciones de poder, considerando tales circunstancias como normales. No obstante, Kim Ji-young, en su falta de comprensión de la sociedad patriarcal en la que está inmersa, termina por manifestar su dolor y sufrimiento a través de una gran explosión emocional.

"Pagué mil quinientos wones por ese café. Y esos tipos lo sabían porque se estaban tomando lo mismo. ¿Es que no tengo derecho siquiera a tomar un café de ese precio? Y aunque costara un millón de wones, es asunto mío cómo gasto el dinero que gana mi marido. Yo no te he robado el dinero. He tenido una hija aguantando unos dolores que casi me matan y he renunciado a mi vida, a mi trabajo, a mi sueño y a mí misma para cuidarla.

Y eso me convierte en una parásita. ¿Qué debo hacer ahora?" (6).

La voluntad, o mejor dicho, la voz de Kim Ji-young, comienza a resonar en el momento en que sus acciones son objeto de cuestionamiento por parte de numerosas personas, después de haber renunciado a la vida por la que tanto había luchado para conseguir.

En un principio, su padre la sometía a un control compulsivo y opresivo. Posteriormente, en el entorno escolar, fue su profesor quien ejerció dicha influencia, luego su expareja, y más adelante, experimenta lo mismo con sus superiores en su mismo entorno laboral. Justo cuando cree que ha llegado al fin, decide romper completamente con su vida, siguiendo el camino preestablecido por la sociedad surcoreana para las mujeres, y se convierte en madre. Sin embargo, al decidir tomarse un momento para sí misma, yendo a disfrutar de un café en el parque después de haberse dedicado por completo a las responsabilidades y la gestión del hogar, es abiertamente criticada por individuos que ni siquiera la conocen.

Las mujeres se encuentran limitadas por la constante crítica y juicio, y esa es la impresión que la autora intenta transmitir al lector: la sensación de asfixia derivada de los cuestionamientos masculinos. Este enfoque las presenta como víctimas de un sistema que los propios hombres han instaurado. La negativa a adherirse a este sistema conlleva la amenaza de enfrentar las consecuencias del mismo, estableciendo así un patrón en el cual los discursos irracionales y patriarcales de los hombres contrastan con las experiencias personales de las mujeres.

"—''Déjalo de una vez. Nadie quiere probar un chicle ya masticado''.

Era un compañero famoso por su caballerosidad, a quien le gustaba beber pero que nunca presionaba a nadie para que lo hiciera y que solía invitar a estudiantes menores que él a comer, aunque prefería no acompañarlas para evitar situaciones incómodas" (7).

Por otra parte, resulta evidente la presencia de personajes que, a pesar de parecer honorables y mostrar respeto hacia las mujeres, no las respaldan ni muestran empatía hacia sus experiencias. En su lugar, los hombres se relacionan entre sí mediante una forma de 'homosocialidad' delineada por la autora, unos espacios sin mujeres en los que se unen para consolidar su propio estatus, excluyendo a las mujeres de sus diversos ámbitos y entornos. Este fenómeno subraya nuevamente que, aunque la mujer posea una voz individual, no se le permite desarrollarse plenamente.

Y es que, a pesar de que las mujeres se presentan como sujetos fuertes y visionarios desde una edad temprana—probablemente debido a su falta de conocimiento del mundo que las rodea, que no ingenuidad sobre él—la constante presión y los obstáculos que enfrentan generan un temor y una tensión persistentes en estos personajes a lo largo de la narración. Esto resalta el miedo que experimentan hacia un sistema que les impide ser auténticas y progresar por sus propios méritos, como si estuvieran perpetuamente confinadas en una prisión de la cual, a pesar de múltiples intentos infructuosos, les resultara imposible escapar.

- Conclusión.

La escritura de esta novela emerge como una forma de escapismo que la autora utiliza para distanciarse del sistema patriarcal surcoreano en el que se ha visto sumergida. Presentar la novela al mundo contemporáneo representa, en mayor o menor medida, una victoria para todas aquellas mujeres que han experimentado situaciones de desigualdad, así como para aquellas que, en virtud de sus privilegios, pueden no haberlas vivido directamente pero son conscientes —o lo suficientemente ignorantes— de esa realidad.

En lo que respecta a Kim Ji-young, la evolución de este personaje a lo largo de la historia transcurre desde una mujer surcoreana conscientemente estereotipada que comienza a adquirir diversas voces que narran las realidades de diferentes mujeres, exponiendo de manera explícita el patriarcado subyacente de la sociedad en la que habita.

La estructura del libro está hábilmente elaborada, y la presentación de información verídica junto con las abusivas experiencias de numerosos personajes femeninos revela la impactante y liberadora realidad que aborda la genealogía de las mujeres, así como las razones de sus traumas y frustraciones, junto a la reiteración recurrente de las manipuladoras expectativas de la maternidad, dotando de fuerza a la narración.

La condición de nacer mujer implica, según la novela, un sufrimiento para la madre, previamente experimentado por ella misma y destinado a continuar con su hija. Este aspecto es algo que la protagonista desearía evitar. La honestidad con la que Kim Ji-young, al final de la novela, relata sus intenciones de obstaculizar dicho sufrimiento, contribuye a su empoderamiento y enaltece su posición, rompiendo con la cadena biológica de sufrimiento que, según la obra, se inicia simplemente por ser mujer. Esto lleva a la elaboración, por parte de la autora, Cho Nam-joo, de un manifiesto público y político en el cual no se justifica de ninguna manera la crítica hacia las figuras femeninas por parte de este sistema patriarcal.

Es por ello que "Kim Ji-young, nacida en 1982" puede ser considerada una obra que trasciende no solo sus propias páginas, sino que se erige como la representación de la opresión sistémica y la lucha individual de las mujeres. Invita, una vez más, a la sociedad a examinar críticamente las normas establecidas y a reconocer la importancia de la equidad de género.

Indudablemente, mediante su novela, Cho Nam-joo deja una marca indeleble en la conciencia del lector, recordándonos la imperante necesidad de seguir abogando por un mundo en el cual todas las mujeres puedan vivir sin la opresión sistemática que la novela tan hábilmente pone de manifiesto.

- Notas.

(1) NAM-JOO, C. (2019). "Kim Ji-young, nacida en 1982". Barcelona: Alfaguara. p. 44.

(2) — p. 2.

(3) — p. 17.

(4) — p. 90.

(5) NAJAR MARÍN, V. (2020). "El rol de la mujer en Corea: revision de hitos históricos" en Revista Mundo Asia Pacífico Vol. 9, No. 16, enero-junio 2020. Medellín: Universidad EAFIT. p. 95.

(6) NAM-JOO, C. (2019). Kim Ji-young, nacida en 1982. Barcelona: Alfaguara. p. 105.

(7) — p. 58.

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