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"Magnum 357. Por ti me juego la salvación”, de Manuel Avilés

Por Vespa Scarbantiae
sábado 06 de abril de 2024, 03:02h
Magnum 357. Por ti me juego la salvación
Magnum 357. Por ti me juego la salvación

"Magnum 357. Por ti me juego la salvación” es, como el título y la portada indican (hermosa modelo sin rostro posando con un picardías rojo y pistola en la mano), una mezcla de novela policiaca y comedia romántica con muchísimos toques de humor. Además, se plantea como una "película de carretera” clásica, o más bien, es este caso, de ferrocarril, que oscila entre "Vivir un gran amor” y "Tira a mamá del tren”: entre la pasión desaforada y la intriga con su punto macabro.

A primera vista, el argumento chico parece sencillo y predecible: chico conoce a chica, flechazo instantáneo apenas disimulado por un coqueteo verbal lleno de bromas, referencias histórico-literarias y escaramuzas entre ellos, porque la atracción mutua es innegable… pero los dos tienen una doble vida, y mucho que ocultar el uno al otro, y también al lector (una pista: el chico se describe a sí mismo como “jamesbond de pacotilla”).

Narrada en capítulos de una veintena de páginas, utiliza un lenguaje cotidiano, simple y en ocasiones vulgar y muy coloquial, en una especie de monólogo que bien podría ser un diálogo interior con todos aquellos personajes que quisieron, pero nunca pudieron llegar a ser, transmitiendo de manera directa como un puñetazo en el plexo solar la frustración y la sensación de una vida malgastada que infunde horror y lástima a la vez.

Alternando el punto de vista en primera persona desde el prisma de los dos protagonistas, él y ella se van desnudando metafórica y literalmente, despojándose de sus falsedades, miedos y desengaños, descubriendo de nuevo los sentimientos, la espontaneidad, la franqueza y por fin la entrega, a lo largo de un viaje a través de España que comienza siendo tranquilo y rutinario, como las existencias estancadas de los protagonistas, y va cobrando intensidad y ritmo a medida que ambos, sin quererlo, se adentran en una aventura que cambiará sus vidas.

El chico, Paulo, es un cuasi-cincuentón desencantado de la vida, el amor y su propio trabajo, en plena crisis existencial, que se hace pasar por abogado pero, en realidad, viaja en misión policial encubierta (su Magnum 357 no es anécdota: el tipo teme con razón por su vida). Es decir, un hombre-tapadera especializado en lucha antiterrorista y en la yihad, que en un momento dado le da una clase magistral a Carolina (y al lector) sobre el origen histórico y la evolución a través de los siglos de ese fenómeno de actualidad rabiosa en todo Occidente.

La chica, Carolina, cuasi-cuarentona nacida con el proverbial pan debajo del brazo, es una malcasada y semideprimida, salvo por su profesión de médico cardiólogo (una ironía, pues su propio corazón está en coma helado desde hace años). Al igual que Paulo, ella ha llegado a un punto de hastío vital que, cuando se juntan el hambre y las ganas de comer… o la pólvora y el fuego… lean y descubran.

“Sé que es irremediable. Me seduce la idea de dejarme llevar e ir cuesta abajo, probar, sentirme seducida y perder un poco la cabeza. ¿Por qué no? Tal vez mi vida tan ordenada, tan correcta, tan apagada... necesite una transgresión, una emoción vertical y tormentosa, una caída libre que incluso me ayude a volver a la realidad después y llevar mejor la rutina y el aburrimiento y hasta algunos malos modos del día a día”.

Manuel Avilésha hecho rodar su joroba por todo el mundo”, como dicen nuestros vecinos franceses: tras medio siglo de conocimiento del mundo femenino y del subcriminal, se define burlonamente en una frase y, acto seguido, traza, en boca del que es claramente su alter ego, Paulo, un retrato-renglón de la mujer española actual que tira a matar:

Tendré que escribir un tratado de «mujerología»: ellas prefieren el aburrimiento y la monotonía a la inestabilidad, la seguridad de la casa, los niños coñazos, las meriendas plastas y chismosas con las amigas y el marido que llega a su hora a instalarse en el orejero, el cotilleo a la puerta del colegio y el fin de semana con los suegros y los cuñados odiosos.

Ese lastre de infelicidad y hastío lo arrastran los dos protagonistas durante gran parte de su vida. Y ese infierno en sordina parece casi predeterminado por la clase social al nacer, los contactos al crecer, y las obligaciones cuando se emancipan siendo adultos: la cuna es casi una premonición del funeral:

“En los entierros de tercera lo único que falta es mandar al muerto al cementerio por su propio pie. Ni misa, ni música, ni campanas, ni cantos fúnebres. Un mínimo responsillo y... a la mierda, que incluso el camino del cielo siempre se ha facilitado a quien tenía dinero para encargar rezos, rogativas y misas perpetuas por el descanso del alma. En los entierros de tercera, el muerto casi tiene garantizado el infierno porque esta vida anterior es un reflejo de la futura: se nota en el éxito terrenal quién va a tener éxito en la vida eterna”.

A fuerza de vivir en ese ambiente fatalista, mediocre y sin alicientes, Paulo y Carolina se han ido convirtiendo en personajes, que no personas: a la defensiva, atrincherados en su soledad y en la desconfianza, sabiendo que, si se atrevieran a bajar la guardia, se arriesgarían a perderlo todo. Un “todo” que, en realidad, no es más que una jaula invisible construida por ellos mismos y compuesta de apariencias, espejismos y convenciones, que puede saltar en pedazos por su fragilidad intrínseca, incapaz de resistir el empuje de una verdadera pasión, o del instinto más elemental.

Y así, entre la confesión y el desahogo, Paulo diseca su infancia y juventud aldeana, desarrapada y de familia numerosa ante Carolina a través de una serie de anécdotas que describen con un humor muy negro la España profunda de los pueblos de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, con sus castas de señoritos intocables, curas todopoderosos y una gran mayoría silenciosa cuyos niños visten de ropa usada de Cáritas y libros de quinta mano, y tratan de arrancar migajas de felicidad a una existencia sin muchas perspectivas:

“El hombre es un lobo para el hombre, como ya predicaba Hobbes; la ley del más fuerte (este hijoputa que tenía cinco años más que yo y bicicleta para perseguirme) siempre ha primado. Eso que los modernos llaman mobbing ha existido siempre, losabusones, los cabrones y los hijos de puta.”

Paulo no se queja, sino que es capaz de encontrarle el lado grotesco-filosófico incluso a los abusos, a la miseria y a la hipocresía de la época, done un cura puede tener querida con conocimiento de todo el pueblo, pero ¡ay del adulto que proteste en misa por los sermones de muerte y condenación: se lo llevan esposado, y nunca más se vuelve a saber de él! Aun así, y pese a todo, Paulo no es una víctima, sino un superviviente, aunque bastante quemado por la vida.

El final es digno de Billy Wilder o de Almodóvar: inesperado, socarrón, y una bofetada de lleno a esa debilidad tan española que consiste en alegrarse por el mal ajeno... pero esta vez, los burladores terminan burlados por nuestros antihéroes.

Una lectura divertidísima, irónica, tierna, con una crítica implícita a la máscara de conformidad que tantas personas se obligan a sí mismas llevar en su vida diaria para ocultar la frustración y los complejos, detrás de la cual muchos nunca vuelven a encontrarse o, si se atreven a arrancársela y mirarse a sí mismos sin filtros, son capaces de todo para recuperar la libertad, la esencia de sí mismos y la esperanza que nos mueve a todos: ser feliz, ser amado y ser auténtico, aunque sea lo último que hagas, y cueste lo que cueste.

Porque, a veces, esa felicidad bien merece la pena, y cometer locuras es el único camino.

Manuel Avilés, ex funcionario de prisiones, es granadino (Huétor Tájar, 1954), y se considera un jubilado pluriempleado: publica novelas, crónicas de hechos reales, es periodista, y organiza y dirige cursos literarios y de escritura. Además, se dedica a las motos, y le encantan los perros. Ha sido funcionario del Cuerpo Especial de Instituciones Penitenciarias, llegando a ser subdirector de gestión del Centro Fontcalent en Alicante y director del Centro de Nanclares de Oca en Álava en los años de plomo: su éxito al frente de ese establecimiento fue rotundo y eso lo llevó a ser asesor ejecutivo de la Secretaría de Estado del Ministerio de Justicia e Interior. Actualmente, colabora asiduamente en un programa de gran audiencia de Onda Cero Alicante "Más de uno Alicante", y escribe artículos de actualidad rabiosa, tan humorísticos como críticos, en Esdiario.com.

Además de “Magnum 357. Por ti me juego la salvación”, ha publicado las novelas negras "De prisiones, putas y pistolas” y “El Gato Tuerto” (ambas en la editorial Alrevés), media docena de libros más de no ficción, como “Enfermedad y Deficiencia Mental: Aspectos legales” y “Criminalidad Organizada. Los Movimientos Terroristas", de Editorial Club Universitario de Alicante, ambas obras de referencia, así como la actualísima “El Terrorismo integrista. ¿Guerras de religión?” (Club Universitario), o "Delitos y delincuentes", amén de obras de semificción como "El Metralla: Andanzas de un sublevado".

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