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"Las rutas transitivas", de José María Molina Caballero. Prólogo de Manuel Ángel Vázquez Medel

Editorial Ánfora Nova, Rute, 2024
viernes 25 de abril de 2025, 23:22h
Las rutas transitivas
Las rutas transitivas
A todas luces, con José María Molina Caballero se cumplen los requisitos de la excelencia literaria. En lo concerniente a su faceta de editor y de cronista oficial de la Villa de Rute, como director de la revista Ánfora Nova, referencia indiscutible en la actualidad, pero también con sus distintos compromisos con la Real Academia de Nobles Artes de Antequera, la Universidad de Córdoba, la Asociación Colegial de Escritores de España, el Centro Andaluz de las Letras o la Asociación Internacional de Humanismo Solidario. De cualquier modo, hoy nos interesa resaltar su labor como poeta que inició en 1990 con Río de sombras hasta el poemario que nos ocupa, sumando pues once títulos de poemarios.

Como bien señala en el prólogo, Manuel Ángel Vázquez Medel: “Molina Caballero nos invita, pues, a realizar un viaje interior marcado por la reflexión sobre el paso del tiempo. A través de cuatro rutas (“Las huellas de los sueños derrotados”, “Horizontes del tiempo transparente”, “Los senderos marchitos del silencio” y “Arqui-texturas del agua”) el poeta explora la nostalgia, el miedo, la muerte, la naturaleza, el amor y el deseo como dimensiones esenciales de la condición humana”. Hay que sumarle una envidiable unidad formal que refuerza el elegido endecasílabo blanco para parcelar con tanta singularidad como originalidad sus 58 poemas. En el eje estructural la infalible paradoja del dolor la esencialidad de la esperanza, para transitar entre textos y contextos por unas rutas transitivas intimistas, universales, como fórmula indiscutible para encontrarse en el conocimiento. Probablemente, el concepto más innovador en este sólido y sobresaliente poemario es la la idea del tiempo como paisaje cóncavo, proponiendo que el paisaje supere valores estéticos y éticos, pues no solo es algo que pueda elevar el pensamiento o hermoso de ser contemplado, sino que es una forma de unidad de la diversidad, un singular proceder para metaforizar las relaciones humanas, para armonía o desorden de las reglas poéticas. En cualquier caso, la escritura de Molina Caballero transmite a partes iguales, serenidad y sensaciones correlativas dependendiendo de la perspectiva. Un mismo espacio cóncavo, al invertirse será un lugar convexo, buscando una imagen cósmica, universal y particular. En este caso, el poeta nos brinda un paso sosegado de la vida a la muerte, del crepúsculo a la luz, en ese itinerario de doble dirección que genera un endecasílabo que se descubre en “los pasos intangibles del destino, y las leyes del tiempo traicionero” no sin antes romper sueños y compartir sinsabores. Un discurso poético que se refuerza con la presencia de Fernando Pessoa, Cesare Pavese, José Saramago, Derek Walcott, C.P. Cavafis y de la autora Alejandra Pizarnyk. Por ello, nos dice en el poema “El palpitar del tiempo”: “Los latidos de los días se derraman/en las entrañas fértiles del gozo/que se incrustra en los pozos del alma./No siempre el tiempo es el tiempo que pasa/y nos asusta con su palpitar”. Un expresión “no siempre” que ocupará un lugar fundamental, acaso se alza como sucedáneo de la esperanza. En una magnífica reseña de la escritora, Inmaculada García Haro, publicada en la ACE, con el título “La catarsis y el expresionismo del dolor”, nos dice con total acierto: “rutas vitales con las rutas existenciales y de prospección interior que las convierte en universales, polarizadas en dos ámbitos aparentemente opuestos, el miedo y el amor-esperanza, en un camino hacia el conocimiento”. En efecto, es además el modo más certero de entroncar con la tradición, inagotable fuente de inspiración, para descodificar la conciencia, el silencio, el azar, la incertidumbre, las declaraciones de intenciones, las poéticas o las rutas ingrávidas, con especial al mundo francófono (la ópera de París, Charles Garnier, la pintura de Jean François Millet o la de Paul Bandry concretándose en las grandes etapas de la historia de la música, la comedia, la tragedia, o una referencia incontestable e inclasificable de las vanguardias como fue Marc Chagall. En gran medida, se percibe una expresión de colores y emociones que transita y une varias disciplinas, cumpliendo con unas premisas primordiales de Humanismo Solidario, tal es la esperanza y la interdisciplinariedad, a lo que suma Molina Caballero, un discurrir poético de gran armonía, sugerencia y brillantez que ratifican lo musicial y lo pictórico, latentes en sus versos. Por si fuera poco, la condición cinematográfica cierra el libro con un hermoso poema “La ruta samurái” con la mirada de Akira Kurosawa fundiendo símbolos, misterios y batallas. Como botón de muestra, el poema “Sueño de mariposa”: “La vigilia se escapa de mis ojos/en su ruta cautiva de zozobra./Alzo el vuelo y mis manos se deshacen/en el aire desnudo que barniza/el sol policromado de mi cuerpo”.

Por sus rutas, también convergen la atención a la diversidad, la otredad, los escenarios recreados como la arquitectura del agua sustituida por la “arqui-textura”. Como el poeta, coincido en que “Es la sangre del mar y de la vida/con sus naufragios de dolor, lamento/y muerte silenciosa que traspasa/las fronteras anónimas del aire/y sus tributos de paz y justicia”.

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