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La antipoesía de Nicanor Parra: Un giro irónico y subversivo en la lírica tradicional

Con la publicación en 1954 de "Poemas y antipoemas", Nicanor Parra revolucionó la poesía y la manera de poetizar en todo el mundo hispanohablante. Su éxito fue inmediato en todos los sectores. La voz natural del cantor lírico se transformó en la de un antilírico adversario de sí mismo. El discurso está constituido por saltos, exabruptos y reflexiones imprevistas. Surgieron unos poemas nuevos, antipoemas, que se nutrían del lenguaje poético tradicional, ironizándolo. La labor del preparador de esta edición ha sido seguida muy de cerca por el autor; sin embargo, éste "no responde de las molestias que puedan ocasionar sus escritos".
Poesía y antipoesía
Poesía y antipoesía

Epitafio

De estatura mediana,

Con una voz ni delgada ni gruesa,

Hijo mayor de profesor primario

Y de una modista de trastienda;

Flaco de nacimiento

Aunque devoto de la buena mesa;

De mejillas escuálidas

Y de más bien abundantes orejas;

Con un rostro cuadrado

En que los ojos se abren apenas

Y una nariz de boxeador mulato

Baja a la boca de ídolo azteca

-Todo esto bañado

Por una luz entre irónica y pérfida-

Ni muy listo ni tonto de remate

Fui lo que fui: una mezcla

De vinagre y aceite de comer

¡Un embutido de ángel y bestia!

Nicanor Parra: Poemas y antipoemas.
Madrid, Ediciones Cátedra, 2015 (1988). Colección Letras Hispánicas, núm. 287. René de Costa, editor literario.

La concepción de la poesía -“la antipoesía” y los poemas breves que Nicanor Parra llama “artefactos” supusieron la ruptura con la rigidez poética que, a mediados del siglo XX, imperaba en Chile, y que encabezaban fundamentalmente Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de la Rockha. Este último, en relación con el libro Poemas y antipoemas, llegó a afirmar que “los antipoemas inspiran lástimas y asco”. Pero lo cierto es que la “antipoesía” de Parra fue ganando adeptos, hasta el punto de que se le ha llegado a considerar como “el mejor poeta de la lengua, después de Vallejo” (según el juicio del crítico literario argentino Ricardo Piglia). Sea como fuere, Parra emplea un lenguaje tan directo como coloquial, totalmente antirretórico, rayano en no pocas ocasiones en lo subversivo -para mentalidades tradicionalistas-, que hace gala de la ironía, cuando no del sarcasmo, y de todo tipo de excesos verbales, para lograr una alta capacidad comunicativa (basta con ojear -para comprobarlo- poemas de libros como Versos de Salón -1962- y Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (-1977-) [Madrid, Fondo de Cultura Económica de España, 2012]; un lenguaje con el que aborda temáticas de profundo contenido social, y que alertan al ser humano de la decadencia de la sociedad en la que le ha tocado vivir.

Ente otros galardones, el poeta chileno Nicanor Parra (1914-2018) obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Chile (1969) y el Premio Miguel de Cervantes (2011). En tres ocasiones estuvo nominado para el Premio Nobel de Literatura (1995, 1997 y 2001).

Ceremonia de entrega del Premio Cervantes-2011:

https://www.youtube.com/watch?v=mK2Gv1YKRy0

Lo primero que llama la atención es que un poeta de 40 años escriba un “antipoema” titulado “Epitafio”, sobre todo si se tiene en cuenta que esta inscripción está destinada a su colocación en una tumba. Y son muchos los epitafios escritos por parientes de un difunto con un sentido del humor -a veces incluso negro-; pero son menos frecuentes los escritos por quienes están vivos. Por eso, este “Epitafio” de Parra no es una “despedida del mundo”, sino una demostración jocosa de lo poco en serio que se toma la vida. Y, además, no fue este “antipoema” su único epitafio, pues tenemos constancia de dos más: “Lo que el difunto dijo de sí mismo”, incluido en Versos de salón, (1962) [https://www.poesi.as/NPDifunto-htm] y “Hasta luego”, que pertenece a La camisa de fuerza (1968).

[https:www.nicanorparra.uchile.cl/antologia/camisa/hastaluego.htlm].

Claro ejemplo este de “antipoema”: poesía antirretórica, huérfana de recursos literarios, con un marcado carácter coloquial detrás del cual se vislumbra un cierto sentido del humor... Pero que es fiel a ciertos cánones rítmicos: 18 versos que conforman una silva, a base de heptasílabos (versos 1, 5, 7 -esdrujulizo- 9, 13 y 16) y endecasílabos (versos 2, 3, 4, 6, 8, 10, 11, 12, 14 -esdrújulo-, 15, 17 -agudo-, 18), combinados de forma arbitraria, y sin rima, salvo la coincidencia de los endecasílabos 2 y 6 (rima /-ésa/: “gruesa/mesa”) y de los heptasílabos 9 y 13 (rima /-ádo/: “cuadrado/bañado”); podríamos hablar, en cierto modo, de un poema en verso libre.

En realidad, en el poema Parra va trazando un autorretrato en el que pasa revista a si vida, y comienza por su complexión física, que describe mediante adjetivos: “De estatura mediana,”, “Flaco de nacimiento” (versos 1 y 5, ambos heptasílabos); y una alusión a su “voz”, también mediante adjetivos lo suficientemente caracterizadores, aunque algo inusuales: “Con una voz ni delgada ni gruesa” (verso 2) -es decir, ni meliflua ni grave-; y otro dos rasgos bastante personales referidos a sus “mejillas” y a sus “orejas”, también descritas mediante adjetivos: “De mejillas escuálidas / Y de más bien abundantes orejas” (versos 7 y 8, donde se insiste de nuevo en la flaqueza corporal, ahora reflejada en las mejillas, así como en lo exuberantes de las orejas). Y antes de continuar con su autorretrato físico, hay un par de versos referidos a sus antecedentes familiares: es “Hijo mayor de un profesor primario / Y de una modista de trastienda” (versos 3-4; en efecto, es el primero de los ocho hijos nacidos del matrimonio formado por Canonical Parra Alarcón, profesor primario -de hecho, su casa en San Faisán de Alico era la escuela del pueblo- y Rosa Clara Sandoval Navarrete, tejedora y modista de origen campesino). Y el hecho de ser flaco, no le impedía ser “devoto de la buena mesa” (verso 6, en el que el uso adjetival de la palabra “devoto” adquiere el significado de “aficionado”, lo que no deja de ser un rasgo de humor al trasladar la devoción a la gastronomía). Y continúa con su aspecto físico, ahora refiriéndose al rostro y a los ojos: “Con un rostro cuadrado” (verso 9; el rostro “cuadrado” posee una mandíbula angular muy marcada, que endurece el resto de los rasgos faciales y, por tanto, resulta algo “tosco“); “En que los ojos se abren apenas” (verso 9; posible alusión al frunce que los desfigura y les impide que se cierren por completo -que es lo que se llamarían “ojos regañados”-). Sigue el retrato: “Y una nariz de boxeador mulato / baja a la boca de ídolo azteca” (versos 11-12; la nariz “mulata” es ancha y grande, pero al aplicarse el adjetivo -desplazado- al nombre “boxeador”, hay que añadir la característica de “deformada” -por los golpes-; y en cuanto a la “boca”, es como la de un “ídolo azteca”, es decir, una boca “voluminosa” como es propia de los dioses prehispánicos mexicanos). Y aquí termina la caracterización física que tiene mucho de jocosa por la forma en la que está descrita, descripción en la que los adjetivos -y un par de símiles implícitos (en los versos 11-12)- aportan unas connotaciones marcadamente socarronas.

Los dos versos siguientes, a modo de inciso explicativo, relacionan este físico con el carácter: “-Todo esto bañado / Por una luz entre irónica y pérfida-” (versos 13-14, clara alusión a un temperamento metaforizado en forma de “luz” -que se “deja ver” por su diafanidad-, y descrito, mediante certeros adjetivos “individualizadores”, que apuntan a dos notas consustanciales al poeta: la “ironía”, que se advierte en ese tono burlón que tienen sus “antipoemas”; y la “perfidia”, que hay que entender, en el ámbito poético, como la “destrucción“ del retoricismo y, en el vital, como la asunción de un inconformismo permanente. Porque eso precisamente son los “antipoemas”; y esa es la idiosincrasia de Parra). En el verso 15, no obstante, Parra se presenta como una persona de inteligencia normal: “Ni muy listo ni tonto de remate” (adviértase que mientras que el adjetivo “listo” va precedido del adverbio “muy” -y, por tanto, el poeta nos está diciendo que no fue “listísimo”-, el adjetivo “tonto” va seguido de la locución adverbial coloquial “de remate”, que se emplea para intensificar la expresividad de la voz despectiva precedente; es este, por tanto, un verso de gran propiedad morfosemántica, pese a su aparente trascendencia significativa). Y a la hora de definir lo que el poeta fue, emplea una doble paradoja: “mezcla / de vinagre y aceite de comer” (versos 16-17; de hecho, el vinagre y el aceite no pueden mezclarse entre sí, salvo que se empleen sustancias alimentarias para “ligarlos” -por ejemplo, la yema de huevo-); y también “¡Un embutido de ángel y bestia¡” (verso 18; es decir, una mezcolanza de cualidades propias de espíritus angélicos y diabólicos, de bondad y perversidad). El sentido metafórico de la palabra “embutido” -con el significado de “incrustación”, que es la acción mediante la cual un cuerpo penetra violentamente en otro quedando adherido a él- le da a la imagen una fuerza expresiva de profunda calado.

Recitado del poema “Epitafio” en la voz del propio Nicanor Parra:

https://www.youtube.com/watch?v=fi1HL-Og49c

[Poemas y Antipoemas es la obra maestra de Parra. Antes de publicarla estuvo tres lustros en silencio con intensas y renovadas lecturas. El poeta empieza a gustar del verso largo, del decir directo y a veces inconexo, de las asociaciones libres propiciadas por el surrealismo. De otra parte, la línea clara y neorromántica se mantiene y surge -o se acentúa- el amor a la poesía popular, al ritmo folklórico. Se trata de poemas y de antipoemas, es decir, de una lírica de tradición y de una lírica de transgresión. Sólo que ambas, al proceder de un mismo poeta, se entrecruzan hasta el punto de que no es siempre fácil decir con seguridad esta es poesía, esta es antipoesía].

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