¿Cómo se te ocurrió la brillante idea de crear un poemario a partir de los tangos?
Hace años que tenía en la mente crear un poemario sobre los tangos. Desde mi infancia, en tiempos de la posguerra Civil Española, oía a mis padres de vez en cuando, sobre todo a mi madre, cantar algún tango de Gardel. Esa idea se hizo más intensa después de haber visitado Buenos Aires hasta en cuatro ocasiones. Hace cuatro años, me planteé la posibilidad de confeccionar un poemario a modo de homenaje. No resultó nada fácil porque quería que los paratextos tuvieran que ver con los poemas y eso me resultaba muy difícil hasta que un día apareció Alejandro A. Font de Mora, experto en tangos y autor de varios libros que me ofreció su colaboración sin la cual no hubiera podido llevar a cabo mi proyecto.
¿Desde cuándo te apasiona este tipo de música?
He de reconocer que, desde siempre, escucho con interés este tipo de música y en mi casa tengo mucho material de consulta, CDs y discos.
¿Cuáles son tus cantantes y canciones preferidos en este género?
Es un tópico hablar de Carlos Gardel o de Astor Piazzolla. La lista podría ser excesiva para esta entrevista, pero podemos añadir a Mariano Mores, Enrique Santos Discépolo, Aníbal Troilo y Ernesto Franco. A dos de ellos los conocí directamente.
Entre las canciones tenemos Cambalache, El día que me quieras, la Comparsita y la ópera-tango María de Buenos Aires.
¿Qué otros estilos musicales son de tu agrado?
La música me gusta en general. Especialmente la clásica y la ópera. También, las rancheras y el folk. De modo muy especial el jazz, sin olvidar el rock y ciertos temas de heavy metal. No me resulta fácil la música actual en la que encuentro predominio del ruido y la repetición frente a la calidad.
Dirías que tu poemario tiene poco o mucho que ver con los tangos.
Sobre todo, la intención. Se puede hacer un libro con poemas de tal manera que por sí mismos sean la letra de un tango, pero lo considero muy difícil. Para hacer la letra para un tango tienes que trabajar de otra manera. Me basta sentirme feliz, pensar en los tangos y en esa posibilidad de componer poesía romántica, poesía popular, poesía que capte la atención de las personas sencillas. Sé que no es fácil de lograr y quisiera haberlo conseguido.
¿Con qué otras artes o actividades disfrutas?
Me gusta mucho el cine y también viajar. Viajar te permite conocer otras culturas y, sobre todo, ver directamente cosas fantásticas, que contadas o vistas en el cine, por ejemplo, no tienen ningún parangón. Presenciar el atardecer o amanecer en una isla del pacífico, un día entero en Lhasa, pasear por el templo de Agkor, el Fushimi Inari-Tahisa, Ushuaia, por la isla de Pascua, las Galápago, los paisajes nevados de los Andes, participar en safaris de la selva africana, sus animales, sentir la emoción de la vida natural con los riesgos que comporta y tantas otras maravillas de la tierra. Todo esto, siempre me ha llamado la atención y he preferido vivirlo a que me lo contaran.
Me parece que han musicalizado alguno de tus poemas…
Sí, dos de ellos: un soneto alejandrino (Ese beso anhelado) por Encarna Beltrán y otro de endecasílabos (Tengo las manos rotas de quererte) por Julio Delgado. Fueron dos imprevistos y valiosos regalos. Tanto a Encarna como a Julio les estoy inmensamente agradecido. Me hizo mucha ilusión.
¿Qué sueños te faltan por cumplir?
A mi edad, los sueños están casi todos conseguidos. Simplemente seguir con la ilusión de crear, de tener amigos y de poder seguir disfrutando con los regalos que te ofrece la vida, que es como un tren que camina sin destino conocido y que se detiene de vez en cuando para que tomes un refresco y reemprender la marcha de nuevo hasta que el combustible se le termina.
Continúas muy inmerso en la vida social y literaria de Valencia. En ese sentido, ¿qué cosas interesantes has hecho este 2025?
No mucho: terminar un ensayo sobre El soneto, con tres amigos poetas, que acabamos de entregar a la editorial, escribir el poemario A la sombra de los tangos, que está a punto de aparecer, seguir presentando poemarios de la colección Nigredo de la editorial Olé Libros y de otros amigos, etc. Y, sobre todo, seguir con el grupo poético El Limonero de Homero trabajando y disfrutando de la poesía en nuestras reuniones de los jueves en el Ateneo.
¿En qué crees que se parece y se diferencia la música de la poesía?
En el mundo clásico la música y la poesía (dentro de la literatura) eran dos bellas artes. Tanto la música como la escritura necesitan un soporte para su difusión. El primero fue para ambos la voz. Aprender a escribir sobre papel en blanco o pautado en pentagramas fue un avance importante para su definición y difusión. En eso se parecen. Pero cada uno impresiona, respectivamente, el sentido del oído y el de la vista. Decía Aristóteles que el conocimiento entra principalmente a través de la vista. Como sabemos, el ser humano es un ser complejo, pero responde a una unidad integral singular, un proyecto en el tiempo como decía Heidegger. No todos perciben las cosas del mismo modo. De ahí que unos prefieran la arquitectura, otros la pintura, etc. En la música hay más sonido que letra y en la poesía viceversa, pero las dos son capaces de hacerme sentir algo inexplicable. Y ese misterio es lo que me acerca a ambas.
Comparte si eres tan amable un poema de A la sombra de los tangos (Olé Libros, 2025).
Un tango en Buenos Aires
Pero yo sé que hay que olvidar
y olvido sin protestar.
Luis César Amadori, OLVIDO (1935)
Bailamos aquel tango en Buenos Aires
con todos los efluvios de la fiesta.
Al compás de la música rimaban
las alas de los pies y nuestros cuerpos.
Luego, de noche y por las calles,
cogidos de la mano,
éramos mensajeros de la luz,
de todo el arrebol de los faroles,
y el mundo parecía la medida
de todos los excesos.
No había inconvenientes,
libres, sin ataduras,
reíamos y hablábamos
de todas nuestras cosas.
Un río de ilusiones,
promesas imposibles,
embriagaban el vino
de nuestras bellas vidas.
Y así pasaron días susurrantes.
De Ushuaia a Jujuy,
de Perito Moreno hasta Rosario
no existían distancias:
todo el suelo argentino
era nuestra morada.
Aníbal Troilo y Mores
nos componían tangos.
Fueron días alegres
de encanto incontenible.
Pero el tiempo pasó
en un soplo de arena.
Ni su nombre recuerdo.
Cuando calla la música
apenas queda nada.
Solo un beso en el aire
y un pérfido silencio.
Un soneto en sus ojos
y el ritmo incontrolable del olvido.
Valencia, 22-09-25
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