"La casa encendida": Reflexiones sobre la soledad y la rutina en la poesía de Luis RosalesLuis Rosales (Granada, 1910-Madrid, 1992) es un miembro destacado de la Generación del 36 (integrada por figuras literarias de la talla de Miguel Hernández, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo...). Su legado poético -sentimiento religioso de profunda espiritualidad y preocupación por la corrección formal del el lenguaje- se inscribe en el ámbito de la denominada -por Dámaso Alonso- “poesía arraigada” -entrañable, intimista, volcada en su entorno cotidiano-.
Porque todo es igual y tú lo sabes, has llegado a tu casa, y has cerrado la puerta con ese mismo gesto con que se tira un día, con que se quita la hoja atrasada al calendario cuando todo es igual y tú lo sabes. Has llegado a tu casa, y, al entrar, has sentido la extrañeza de tus pasos que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras, y encendiste la luz para volver a comprobar que todas las cosas están exactamente colocadas como estarán dentro de un año; y después te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida, y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas, y te has sentido solo, humanamente solo, definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes. Luisa Rosales: La casa encendida. Editorial Revistade Occidente. Madrid, 1967, págs. 25 y 26).Tomás Galindo recita completa la obra La casa encendida. https://webs.ucm.es/info/especulo/numero46/casaenc.html
Clara María España: “El alma encendida de la memoria. Una lectura sobre La casa encendida de Luis Rosales”. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3699250
Discurso de ingreso de Luis Rosales en la RAE (“Pasión y muerte del Conde de Villamediana”; 19 de abril de 1964)), y contestación de Dámaso Alonso. https://www.rae.es/sites/default/files/Discurso_de_ingreso_Luis_Rosales.pdf En 1982, Luis Rosales fue galardonado con el Premio Cervantes. La entrega del premio tuvo lugar en la Universidad de Alcalá de Henares y en su discurso de recepción dijo, entre otras cosas: “He dedicado gran parte de mi vida al estudio de la obra de Cervantes y pienso que hablar de él, en este día, no es solamente una obligación, sino una forma de agradecimiento. La lectura de Cervantes me ha dado muchas alegrías. Sin embargo, ¡cuidado! Una cosa es leer y otra es caer, pues la lectura del Quijote se nos adentra tanto que a veces es igual que una caída. Una caída de difícil y lenta recuperación, pues te puedes pasar la vida entera sin levantarte de ella…”. RTVE Vídeo y texto del Discurso de Luis Rosales en el acto de entrega del Premio Cervantes 1982. https://www.rtve.es/rtve/20141022/discurso-luis-rosales-premio-cervantes-1982/1033897.shtml Abril (Madrid, ediciones Cruz y Raya, 1935) es el primer libro de Rosales, de temática amorosa, un libro dividido en tres partes: “Vigilia del agua”, “Primavera del hombre” y “Poemas en soledad”.
Por su innegable interés, transcribimos aquí el soneto “Abril. Primavera mortal”, primera versión del célebre “Zaguán” que introduce en La casa encendida, y que se publicó por vez primera en 1943, en la revista “Escorial”: Abril. Primavera mortal
Si el corazón perdiera su cimiento y vibraran la tierra y la madera del bosque de la sangre, y se sintiera la carne propia en leve movimiento
total, como un alud que avanza lento borrando en cada paso una frontera, y fuese una luz fija la ceguera, y entre el mirar y el ver quedara el viento,
y formasen los muertos que más amas un bosque bajo el mar, con dioses mudos, con troncos que acrecientan su congoja
ya, para siempre, en soledad desnudos… y volase un enjambre entre las ramas donde puso el temblor la primera hoja...
En opinión de Loretta Fratalle, “el soneto ha quedado al margen del interés de la crítica. La atención de los estudiosos se ha concentrado, hasta ahora, en las versiones sucesivas, incorporadas en obras tan ilustres y llamativas como La casa encendida o Rimas. La transcrita es la versión primitiva como una de las primeras y afortunadas modulaciones de una línea temática (muerte-memoria-creación) que progresivamente se afirmará como centro gravitatorio de la entera lírica rosaliana”. (Cf. “En la antesala del Zaguán: el soneto “Abril. Primavera mortal” de Luis Rosales). https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4345017 Agotadas las vanguardias, el poeta propone la recuperación del clasicismo -en especial una vuelta al romance y al soneto- y de la naturalidad expresiva -gusto por la rima asonante, irrupción del verso libre...-. Esta primera obra de Rosales tiene su trascendencia para la poesía española del momento: “Cuando aparece Abril -escribe Luis Felipe Vivanco- la batalla vanguardista de renovación de la palabra poética a través de las imágenes, ya ha sido ganada. Y Luis Rosales ha sido de los primeros en darse cuenta de ello. Si en algún momento la imagen ha tenido más importancia que la palabra, ahora va a suceder todo lo contrario y la palabra va a ser más importante que la imagen.” (Cf. Introducción a la poesía española contemporánea. Madrid, ediciones Guadarrama, 1974). Casi cuarenta años después de su primera edición, y aumentada con nuevos poemas, la obra se reedita, en 1972 -en Zaragoza, por ediciones Javalambre-, con el título de Segundo abril. De 1940 es el Retablo de Navidad, publicado, en ediciones posteriores, con el título de Retablo sacro del nacimiento del Señor, obra en la que la temática religiosa se expresa con un lenguaje barroco rico en elementos surrealistas y simbolistas. Y en 1949 se publica -en Madrid, por ediciones de Cultura Hispánica- la considerada como mejor obra poética de Rosales: La casa encendida, un largo poema de carácter unitario en el que el poeta exhibe un extraordinario dominio del verso libre y una habilidad extrema para combinar elementos líricos y narrativos. (Esta obra se fue también ampliando y corrigiendo en sucesivas ediciones: Revista de Occidente [Madrid, 1967], editorial Doncel [Madrid, 1971]). [“Hacía mucho tiempo -afirma Luis Felipe Vivanco en la obra anteriormente citada- que Luis Rosales quería escribirse su poema integral, o lo más completo, desde el punto de vista de las realidades y experiencias humanas incorporadas a él [...]. Un poema sin otro tema o materia que el de la existencia concreta de un hombre referida a sus dualidades elementales de memoria y olvido, vida y muerte, soledad y compañía. Y este poema lo consigue en La Casa encendida”. Ibídem.]. [Decía Rosales, a modo de confesión, en El contenido del corazón: “¿Escuchas? Son unas palabras sinceras, graves y doloridas; unas palabras que van buscando su verdad. El hombre que las dice, el hombre que se encuentra en el Retiro porque no puede regresar a parte alguna, el hombre que ahora se sueña y luego irá donde nadie le espera, soy yo mismo. Soy yo mismo, que me estoy recordando para conocerme el dolor, soy yo mismo, que tengo treinta años y aún no he dado el dibujo de mi hombredad, soy yo mismo, que no sé si afirmo algo, si digo algo, cuando repito, con la esperanza puesta en Dios, que soy yo mismo”. Op. cit.]. Otros títulos en que de nuevo se alían el intimismo lírico y la dimensión narrativa son: Canciones (Madrid, ediciones de Cultura Hispánica, 1973), Diario de una resurrección (México, Madrid, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1979) -con poemas tan sugerentes como los titulados “Guardo luto por alguien a quien no he conocido” y “Se llamaba Molina”-, La carta entera -integrada por tres poemarios independientes: La almadraba (Madrid, ediciones de Cultura Hispánica, 1980), Un rostro en cada ola (Málaga, Rusadir, 1982) y Oigo el silencio universal del miedo (Madrid, Visor, 1984), y en los que nuevamente aparece el “poeta de lo cotidiano”, capaz de evocar recuerdos del pasado con indescriptible emoción. Rosales es, además, un notable ensayista. Entre sus títulos más destacados se encuentran los siguientes: Cervantes y la libertad (1960) -prologado por Ramón Menéndez Pidal-, Pasión y muerte del Conde de Villamediana (1961), El sentimiento del desengaño en la poesía barroca (1966), Lírica española (1972) -Premio Miguel de Unamuno de Ensayo-, Poesía española del Siglo de Oro (1973), La poesía de Neruda (1978), El desnudo en el arte y otros ensayos (1987), Y de pronto Picasso (1990), Estudios sobre el Barroco (1997), etc. Su labor como articulista fue igualmente destacada. Precisamente obtuvo el Premio Mariano de Cavia de periodismo, otorgado por el diario ABC, en 1970. Entre las antologías de la poesía de Rosales destacamos las siguientes: Las puertas comunicantes. Primera antología poética (Salamanca, Álamo, 1976), Verso libre. Antología 1935-1978 (Barcelona, Plaza & Janés, 1980), Poesía reunida (1935-1974) (Barcelona, Seix Barral, 1981), Antología breve (Madrid, Taller Prometeo de Poesía Nueva, 1983) Poesía reunida (1979-1982) (Barcelona, Seix Barral, 1983), Antología poética (Madrid, Alianza Editorial, 1984), El náufrago metódico. Antología (Madrid, Visor Libros, 2005). ********** En 1949, Rosales tiene lista una primera versión de La casa encendida, obra escrita a lo largo de una semana, publicada dos meses después, y reelaborada para una nueva edición en 1967. Rosales, soltero por aquel entonces, alude a la casa de la calle madrileña de Altamirano, situada en el número 34; una casa a la que se trasladó -vivía con su hermana- porque no le cabía la biblioteca; y en ella residió, tras casarse en 1951. Escrita en verso libre y sin distribución en estrofas, la obra se concibe como una composición dotada de una gran trabazón interna, en la que los remansos poéticos se combinan de manera admirable con los elementos narrativos, originándose una expresión íntima y confidencial, alejada del boato estilístico, que suena con notable sinceridad y con una calidez profundamente humana. Gran contraste entre estos 18 versículos iniciales, que pivotan sobre el primero (“Porque todo es igual y tú lo sabes”), el quinto (“cuando todo es igual y tú lo sabes”) y decimoctavo (“definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes”), y los versículos finales de la obra: “y al mirar hacia arriba, / vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares, / las ventanas, / -sí, todas las ventanas-. / Gracias, Señor, la casa está encendida”. Una casa que ya ha hecho suya -aunque siempre añorara la paterna de Granada-, con las luces encendidas durante la noche, y cuya luminosidad se percibe a través de las ventanas, y como inequívoca señal de que en su interior la vida se desenvuelve con la normalidad propia de un hogar acogedor. El poeta emplea la segunda persona para referirse a sí mismo; y ello conlleva innegables repercusiones estilísticas porque, de esta forma, se establece una mayor distancia psicológica entre su propio “yo” y el contenido poetizado: es como si el poeta se estuviera observando “desde fuera”, con un deseo objetivador; lo que, en su caso, podría suponer una mayor participación del lector, al identificarse con él en situaciones similares. Y el poeta se siente entristecido por la rutina diaria (en este sentido, no puede ser más claro el versículo 14: “te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida”); y la casa se convierte en un lugar solitario en el que el poeta se siente “humanamente solo, / definitivamente solo” (versículos 17-18), pese a contar con una variada biblioteca cuyos libros no le mitigan un ápice su sensación de soledad: “y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas” (versículo 15, que contiene un símil altamente expresivo). Porque, en efecto, al llegar a casa, la monotonía es exasperante: todo se reduce a “quitar la hoja atrasada al calendario” (versículo 4), y a pasar los ojos por unos objetos que permanecen “impasibles” en el mismo lugar sin que les afecte el paso del tiempo (versículos 11-12, toda una expresión alegórica de los desaguisados que produce en el ser humano el sentimiento de soledad). Más aún: “y, al entrar [a tu casa], / has sentido la extrañeza de tus pasos / que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras” (versículos 7-9, una manera muy sutil, de expresar que tu única compañía es el ruido que producen tus propios pasos que incluso van por delante de ti). En definitiva, ese “porque todo es igual y tú lo sabes” marca la atonía de una vida que parece sepultada en una mera práctica rutinaria que encierra una sensación de desamparo. Le quedan todavía al poeta muchos versículos por delante para poder concluir su poemario con un versículo lleno de esperanza y alegría: “Gracias, Señor, la casa está encendida”. Porque la soledad ha dado paso a la alegría compartida. Puedes comprar sus libros en:
Noticias relacionadas+ 0 comentarios
|
|
|