El eje central de la película es la relación de Toni con su galga, Atómica, testigo silencioso de las tensiones familiares y la alegría fugaz. Galoe invita a los espectadores a un mundo donde el desalojo se cierne como una fuerza omnipresente, y la búsqueda de libertad de un niño refleja cuestiones más amplias de identidad y pertenencia presentes en el cine mundial. La Cañada Real se revela como algo más que un escenario: se convierte en un personaje moldeado por la geografía, los refugios improvisados y la precariedad de los servicios públicos. La cámara captura hileras de casas remendadas que se extienden a lo largo de un vasto territorio, cables de electricidad que se mezclan como enredaderas y caminos polvorientos donde los niños compiten con quads.
La amenaza de desalojo por la construcción de rascacielos en los suburbios subraya las tensiones entre los lazos comunitarios y la política urbana moderna, un problema que guarda relación con la historia de la India y sus demoliciones de barrios marginales en los alrededores de Bombay. Escenas de encuentros multigeneracionales, historias compartidas bajo la tenue luz de las farolas y música espontánea en ferias locales arraigan la narrativa en la experiencia vivida, invitando al espectador a presenciar una microsociedad multicultural que se enfrenta al desplazamiento.
En el centro de la historia se encuentra Toni (Antonio Fernández Gabarre), cuya inquietud resulta universal: un adolescente que busca el equilibrio entre los placeres de la infancia y las preguntas sobre su futuro. El uso que hace de la cámara de su teléfono nos permite asomarnos a su mente: momentos de asombro ante el agua que brota del grifo, o de frustración cuando su amigo Bilal se marcha a Francia. Por su parte Chule, interpretado por Jesús Fernández Silva, abuelo de Toni y patriarca de la comunidad, personifica el orgullo y el deber. En una escena sincera, Chule se niega a considerar la vida en impersonales bloques de apartamentos, recordando a las figuras paternas del cine paralelo que priorizan las raíces culturales sobre la comodidad.
La galga simboliza la libertad: la determinación de Toni por rescatarla de una venta por deudas impulsa momentos clave de la trama. El apoyo de los vecinos, abuelos que comparten leyendas gitanas, niños que venden iguanas por un puñado de euros, ilustran la solidaridad y las estrategias de supervivencia. Las interpretaciones naturalistas mantienen la espontaneidad del diálogo, y los momentos de silencio revelan mucho sobre las diferencias generacionales y la resiliencia compartida.
Clips de smartphones filtrados inyectan súbitas explosiones de color, con cielos rosados y radiactivos sobre escombros, intensificando el contraste entre el optimismo juvenil y el entorno hostil. Los sonidos ambientales (conversaciones callejeras, ladridos de perros, motores lejanos) sustituyen la música, mientras que el montaje alterna planos prolongados de comidas familiares con secuencias de persecución a toda velocidad por callejones, reflejando la oscilación de Toni entre la introspección y la acción.
Mediante estos recursos estilísticos, Galoe sitúa a Ciudad sin sueño dentro de un debate global sobre las comunidades marginadas, ofreciendo una ventana a historias a menudo ignoradas por el cine comercial.
Ficha técnica:
- Dirección: Guillermo Galoe
- Guion: Guillermo Galoe, Víctor Alonso-Berbel
- Reparto: Antonio Fernández Gabarre, Bilal Sedraoui, Jesús Fernández Silva, Luis Bértolo
- Fotografía: Rui Poças
- Compañías: Coproducción España-Francia; Sintagma Films, Encanta Films, BTeam Prods, Les Valseurs, Filmin, RTVE, Tournellovision
- Género: Drama. Drama social. Pobreza