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Miguel Ángel Hernández
Miguel Ángel Hernández (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Entrevista a Miguel Ángel Hernández, autor de "Intento de escapada"

"El arte tiene que enseñar lo que no queremos ver"

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Miguel Ángel Hernández es un joven escritor murciano, profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia. Recientemente ha publicado con la editorial Anagrama su primera novela, "Intento de escapada", una mirada al arte emergente contemporáneo partiendo de las migraciones del mundo global. Finalista del premio Anagrama, el jurado recomendó la publicación de la obra, la cual, desde luego, se merece haber sido publicada.

Miguel Ángel Hernández
Miguel Ángel Hernández (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Miguel Ángel Hernández, como todo buen artista, es una persona intuitiva y heterodoxa. La novela la escribió con la plantilla de la editorial Anagrama. Una auténtica premonición porque su primer paso, una vez escrita, no fue enviarla a una de las editoriales grandes. Prefirió mandarla a cuatro o cinco editoriales de su provincia. "Nadie me contestaba, salvo una, y harto del silencio editorial decidí presentarla al Premio Herralde de Novela. He tardado mucho más en encontrar editor que en escribirla", nos cuenta en una entrevista mantenida en Madrid a raíz de la presentación del libro.

Con su inseparable gorra de tejadillo y una sonrisa franca llega a la cita después de haber estado visitando distintas librerías, "poniéndome al día de las novedades editoriales", nos dice. Se siente muy feliz por todo lo que está viviendo, no se esperaba una acogida tan buena. "Intento de escapada" lo merece; es una novela original, bien escrita y muy actual donde hace una crítica al arte contemporáneo en la persona del protagonista Jacobo Montes, alter ego de Santiago Sierra, artista actual que hace unos años protagonizó un recordado escándalo del que no salió bien parado en la Bienal de Venecia.

La novela ha tenido, al menos, tres reescrituras y eso se nota. La ha corregido, la ha adelgazado y ha encontrado la esencia de lo que quería decir. Su experiencia en los microrrelatos ha sido fundamental. El resultado ya está en las librerías y "más contento no puedo estar. Ha sido como si un futbolista estuviese jugando en Segunda B y pasase de golpe a la Primera División", apunta feliz. Como si pasase a un equipo que está jugando por ganar la liga. Y todo ello, sin padrinos, sin conocer ni siquiera al editor Jorge Herralde: "le conocí el mismo día que presenté la novela en Barcelona", reconoce sincero. El editor y Marcos Giralt Torrente fueron sus principales valedores a la hora de la publicación de la obra.

Hay que reconocer que la cantera literaria en Murcia está surtiendo de autores a los principales premios del país. Escritores como Rafael Balanza, ganador del Premio Café Gijón de Novela, Enrique Rubio, ganador del Premio de Novela Francisco Casavella, o Jerónimo Tristante, Lola López Mondéjar o la más conocida y famosa María Dueñas copan los anaqueles de las más reconocidas librerías. Miguel Ángel Hernández ha conseguido "poner otra pica en Flandes" con su novela.

Para escribirla ha tenido que quitarle tiempo al sueño y al descanso, "la literatura me quita tiempo para escribir ensayos y para preparar las clases y al revés, pero también te va enriqueciendo", señala. Gracias a ese feedback puede escribir sobre lo que más le gusta, el arte y, seguramente, sus próximos libros irán por ese mismo camino, ya que en cuestión de arte, tiene mucho que decir y escribir y si no que se lo pregunten a sus alumnos. "La primera clase del curso comienzo con Bob Flanagan, igual que en la novela", reconoce sin ambages.

Uno de los protagonistas de la novela, Jacobo Montes, se parece a Santiago Sierra, como hemos dicho más arriba, "sigue una lógica semejante en cuanto a sus obras, pero en realidad no tienen nada que ver tanto en lo artístico como en lo personal, sí en cuanto a la teoría del arte y las obras", explica concienzudo.

Para el escritor murciano, "el arte ha tendido a glorificar el cuerpo, dando una visión idealizada del mundo; ahora se está volviendo hacia el realismo porque yo entiendo que el arte tiene que hacer todo lo contrario: enseñar lo que no queremos ver", apunta. Se cambia la función que tenía de espejo para reflejar lo más bajo de la sociedad: el sufrimiento del marginado y para hacerlo, ciertos artistas plásticos tienden a caer en el fango, "caen en lo mismo que denuncian", asevera el novelista. En su libro, precisamente, hace una crítica de esto mismo.

"El artista no está a salvo del mundo. Lo mismo pasa en la literatura, no existe un espacio incontaminado. Yo no soy un artista o escritor apolítico. No estoy fuera del mundo. El arte está dentro del sistema capitalista", explica. En esa cadena de explotación, si el artista contribuye a esa cadena será un opresor. Todos serán explotadores. Contra eso hay que luchar e Intento de escapada es uno de los mejores ejemplos que podemos encontrar hoy día en las estanterías.

Reivindicar una forma nueva de entender el arte es una de sus pasiones y obsesiones, pero también de hacer arte para el escritor "la historia del arte es muy conservadora", lo mismo ocurre con la música culta y otros artes. Para estos historiadores, el arte contemporáneo es una agresión, tienen reticencias a todo lo contemporáneo. No se entiende porque "la herencia de un pintor como Tiziano no está de Duchamp sino en Mel Gibson u otros cineastas", expone.

El cine, la televisión o la publicidad están sustituyendo lo que entendíamos hace unas décadas por arte. "Se ha perdido ese reconocimiento de código", afirma. Los códigos están cambiando, los espectadores entienden otros códigos que, ahora, tienen más que ver con los audiovisuales aunque especifica que "no es cuestión de medios, sino de lenguaje", y en la actualidad el lenguaje está cambiando ya, hay que saber adaptarse. "El lenguaje artístico es cada vez más especializado", dice.

El problema se produce cuando se quiere imponer a la gente una cultura. Lo mismo ocurre con la literatura, "la gente lee mal". Claro está que hay buena literatura, pero también mala. El problema surge cuando las instituciones instauran días como el pasado del libro, "un libro como Mein Kampf, ¿es literatura?", se pregunta. De ahí que proponga que el día del libro pase a llamarse el Día de la Literatura. "Se está produciendo un cambio de paradigma y no estamos preparados", sentencia con toda la razón y ese cambio de paradigma nos está conduciendo hacia la precariedad donde ciertos cimientos se están hundiendo.

"También se hace buena literatura en la televisión, series como Homeland o Wire tienen unos guionistas excelentes", finaliza el escritor. Y tiene toda la razón, el mundo está cambiando, el arte está cambiando, la literatura está cambiando y los medios de comunicación están cambiando. ¿Estamos preparados para ese cambio? Miguel Ángel Hernández desde luego que sí.

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