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Rodrigo Muñoz Avia
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Entrevista Rodrigo Muñoz Avia, autor de “Cactus”

“Los cactus son un referente, un ejemplo de constancia, de serenidad, de equilibrio, de fortaleza, de discreción”

Por Javier Velasco Oliaga
sábado 04 de abril de 2015, 07:49h

El escritor madrileño Rodrigo Muñoz Avia divide su tiempo en la escritura de novelas juveniles y de adultos. Ambos son géneros diferentes, pero semejantes, y de los cuales no podría prescindir. En esta ocasión se ha querido centrar en una novela de iniciación para adultos que bien podría ser también para jóvenes, ya que el escritor se mueve perfectamente en ambos campos.
Rodrigo Muñoz Avia
Rodrigo Muñoz Avia

En "Cactus" nos encontramos con ecos de la América profunda de Richard Ford y Don DeLillo, algo tan prometedoramente apasionante como insoportable. De su mano emprendemos un viaje a la Tierra Prometida del siglo XXI y que se refleja a la perfección en un cactus, equilibrio interior y fortaleza exterior.

Después de varias novelas juveniles, ¿qué se siente al escribir una novela como “Cactus”?
En realidad, Cactus la empecé hace ya unos años, y durante el proceso he escrito alguna novela infantil y juvenil. Pero yo dedico mucho más tiempo a escribir para adultos, lo que pasa es que cunde menos. La traslación de un tipo de lector a otro la hago con total naturalidad. En ambos casos hacen falta buenas ideas y mucho trabajo.

¿Qué tienen los cactus de especial para componer su novela?
Los cactus están llenos de virtudes, pero hay que descubrirlas. Mi actitud frente a los cactus era muy parecida a la del protagonista de mi novela: me eran bastante indiferentes. Lo que pasa es que poco a poco aprendí a amarlos. Son un referente, un ejemplo de constancia, de serenidad, de equilibrio, de fortaleza, de discreción. En un mundo en que todo es profusión, cambio y dispersión, esos cactus permanecen siempre idénticos, y al mismo tiempo saben crecer.

¿Cómo definiría su nueva novela?
Ante todo es una novela divertida, con situaciones cómicas y unos cuantos personajes bastante disparatados. Pero al mismo tiempo creo que plantea una reflexión sobre la identidad y sobre la voluntad, que debe ser el motor que mueva el mundo, pero que en el caso de mi personaje, de manera muy paradigmática, está completamente atrofiada…

¿Se encuentra a gusto al escribir una novela donde el humor y la ironía son los ejes formales de la misma?
Me encuentro muy a gusto con el humor y con la ironía, es un registro que me sale naturalmente. La ironía de la voz del narrador de “Cactus” me recordaba por momentos a la ironía de mi primera novela, “Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos”, y me he sentido muy feliz aplicando esa mirada desacralizadora sobre todo.

¿Es el humor lo único que nos puede salvar?
El humor, la ironía, me parece una manera muy sutil de penetrar la realidad. A veces la ironía es la única manera de llegar a ciertas verdades. Pero la ironía o el humor también pueden ser maneras de rehuir la realidad, como es el caso de mi protagonista, que los usa como mecanismo de defensa.

¿Por qué decidió escribirla en primera persona? ¿Buscaba la complicidad de lector al hacerlo?
La decisión sobre el narrador es la más importante que tienes que tomar en una novela. Hay veces en que no soy capaz de creerme la tercera persona, y esta fue una de ellas. Supongo que necesitaba estar muy cerca, y que el lector lo estuviera, del personaje.

Cuando comenzó a escribir “Cactus”, ¿sabía cómo iba a acabar o han ido creciendo los personajes y la trama sin su control?
Cuando empecé no sabía el final, lo que pasa es que he empezado muchas veces. Hay muchas versiones y reescrituras, y este final lo tengo hace mucho tiempo.

¿Sigue siendo Estados Unidos la Tierra prometida para millones de emigrantes?
Estados Unidos es un territorio en cierto modo de ficción, idealizado.

Yo soy el primero que lo admiro y lo idealizo. Mi novela no pretende ser crítica con Estados Unidos, y no creo que lo sea. Lo que pasa es que en un lugar como el Sillicon Valley, donde transcurre la novela, acabas sintiendo un poco de vacío, acabas preguntándote por la identidad de aquella cultura. Algo no debe de funcionar muy bien cuando para el protagonista de mi novela es un cactus el ejemplo más edificante a su alrededor.

¿Qué es lo que no le gusta a Agustín y a usted de España para ir en busca de esa Tierra prometida?
Agustín se deja llevar por las circunstancias, por su prima Lidia que le lía para ir allí. Pero no tiene ningún interés por Estados Unidos, ni ningún desprecio por España. En mi caso sí tengo interés por Estados Unidos, pero también por España.

¿Todo viaje es camino de descubrimiento personal?
En este caso debería serlo, ya que parte de un momento de crisis y es un viaje en solitario. Lo que pasa es que Agustín está muy poco dispuesto a descubrir nada. Y eso me gustó mucho desde el primer momento, porque se alejaba de una lectura evidente del viaje como catarsis.

¿Cree que “Cactus” es una novela sobre la búsqueda de la identidad personal?
Sí. Puede que Cactus sea una constatación de que la vida está ahí. Es decir, más allá de lo que podamos ser, o de lo que queramos ser, somos. Y eso no es poco. Esto se me acaba de ocurrir ahora, pero me gusta, ja, ja, ja.

¿Es aburrido el sueño americano?
Sí, pero no es aburrido por lo que tiene de confortable o de civilizado, sino porque a los españoles todo lo que no sea España nos parece aburrido.

¿Tanto admiraba a Michael Jackson para decepcionarse por su muerte?
Yo no le admiraba en absoluto, y el protagonista de mi novela, menos aún. Lo único que hace Agustín es ironizar sobre su muerte sin parar.

Ahora que está tan de moda la auto ficción, ¿tiene su novela características de este género o sólo ha sido ficción?
Por decirlo suavemente, estoy hasta el gorro de la autoficción. Me parece el recurso más cómodo que existe para un escritor, y el mayor fracaso de la ficción como construcción estratégica de sentido. Mi novela es ficción y nada más. Otra cosa es que para algunas cosas el escritor se apoye en su experiencia, sobre todo en su capacidad para observar el mundo.

¿Encontraremos algún día el sentido de nuestras vidas?
Por supuesto que no. Pero buscarlo nos dignifica.

¿La literatura nos ayuda a ello?
A mí me parece la mejor manera de buscar sentido. El arte en general. Pero admito que puede haber otras muchas maneras.


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