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Pablo Gutiérrez nos vuelve a sorprender con “Los libros repentinos”

“El gran enemigo de la literatura es el cinismo”

martes 14 de abril de 2015, 01:34h

Después de sorprendernos con su novela “Democracia”, publicada en 2012, el escritor onubense Pablo Gutiérrez lo vuelve a hacer con su nueva novela, “Los libros repentinos”, una narración llena de ritmo, profundamente descriptiva de un pasado desordenado que se da de bruces con la crisis económica que estamos sufriendo, todo ello con un lenguaje poético y militante.

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Pablo Gutiérrez (Fotos: Javier Velasco)
Pablo Gutiérrez (Fotos: Javier Velasco)

La protagonista de "Los libros repentinos" es Reme, una mujer que bordea la tercera edad. Después de fallecer su marido recibe una caja de libros por error. En vez de devolverlos la abre y coge al azar un libro, que será el inicio de una nueva vida en la que se dará cuenta del poder sanador que tiene la literatura y que le abre su visión hacia un mundo nuevo e inconformista. Desde ese momento procurará luchar, dentro de sus posibilidades, por un mundo mejor, más humano y más justo.

Desde ese momento comienza un recorrido por su infancia, juventud y madurez que ha vivido en un barrio marginal de una ciudad mediana de la baja Andalucía y donde ha vivido el caos del urbanismo salvaje que se vivió en los años cincuenta y sesenta en todas las periferias de nuestras ciudades. Un desarrollismo incontrolado y salvaje que comenzó con las viviendas sociales que se construyeron en esos años y que terminaron convirtiéndose en auténticos guetos de marginalidad y pobreza.

“Es en esos espacios donde vive la mayoría de la gente. Donde yo he vivido y conozco bien. Es mi territorio. Yo no sería capaz de escribir una novela sobre una pareja que vive en un ático de la Gran Vía porque no conozco a nadie que viva allí”, reconoce el autor. Y es algo con lo que nos bombardean la mayoría de las series de televisivas. Pablo Gutiérrez escribe sobre lo que conoce. Él ha vivido en uno de esos barrios; “es lo que conozco, es mi mundo, donde viven mis amigos, mis relaciones”, dice con rotundidad.

En esos años, para Pablo Gutiérrez, había en España dos bandos diferenciados. El primero era el bando de los defensores de una cierta moral y el otro era el bando de las víctimas. En este último bando se circunscribe Reme. “En esos años hubo una guerra fría en España”, apunta el escritor andaluz, que se libró en esos barrios marginales donde se comenzaron a conformar unos movimientos sociales que en muchas ocasiones fueron acallados y es en la actualidad cuando el hartazgo de los ciudadanos se hace sentir con más fuerza.

Para Reme, el desencadenante de todo ello es la literatura, lo que le cambia su mundo; sin embargo, no podemos decir que ella sea una intelectual, pese a su atracción por la literatura. Es una persona normal a la que la literatura le abre los ojos, como le ha sucedido a muchas personas. “Sin Rousseau no hubiese habido Revolución Francesa. La literatura tiene ese poder revolucionario, en ocasiones, porque en otras como “Germinal” de Zola no cambiaron tantas cosas. No soy tan ingenuo para no reconocerlo”, se sincera el autor de “Nada es crucial”.

“Una novela no es un medio para cambiar las cosas, pero tampoco es un escudo en el que se diga que no se puede cambiar nada”, reflexiona. De ahí que crea que “todas las novelas son sociales y, por tanto, políticas. Todas hablan de la sociedad, unas de manera conformista, otras de manera revolucionaria. Unas con la fluidez de Heráclito y otros con el conformismo de Parménides”, explica este profesor de literatura de un instituto.

Ante todo, opina que lo que tiene que hacer un escritor es dar su opinión. “El gran enemigo de la literatura es el cinismo”, sostiene acertado. En una sociedad en crisis hay que mojarse y el humor puede ayudar en ello, “es una forma de impugnar lo que no nos gusta de la vida y, además, te permite el esperpento, tal y como hacia Valle-Inclán en sus obras”. Está clara la influencia de los escritores de la generación del 98 en sus obras, que están llenas de citas de ellos, Machado, Baroja, incluso, Ortega y Gasset.

“Las ideas de ahora ya estaban presentes a comienzos del siglo XX. Baste recordar La rebelión de las masas de Ortega y Gasset o el texto de Pío Baroja de La sexualidad pervertida, obras de una actualidad inusitada”, refiere con pasión. Es cuando habla de estos escritores cuando se apasiona más, cuando recuerda los pasajes de La busca de Baroja, donde los descampados de las ciudades cobran protagonismo. “Yo, para ir al colegio, tenía que cruzar descampados. Llegábamos manchados al colegio”, recuerda y añade que “hay muchas similitudes con el comienzo del siglo XX: la crisis identitaria, el sentido de España; hasta que no solucionemos estas cuestiones, no sabremos a dónde vamos como país”. Una crisis de identidad y valores morales que no hemos sabido solucionar.

Ya decía Baroja que primero habría que solucionar los problemas locales, para después solucionar los generales. Algo que sigue diciendo sin saber que hace un siglo ya se ponía en cuestión. Pablo Gutiérrez cree que tenemos que poner el foco o la lupa en sitios diferentes e insólitos para encontrar las nuevas soluciones que demanda la sociedad.

En cuanto a su forma de escribir manifiesta que “mi lenguaje es muy poético. Buscar la prosa desnuda es el objetivo de mi literatura, utilizando el idioma como materia. De ahí que mi modelo sea Caballero Bonald y no, Sánchez Ferlosio”. En cuanto a los escritores actuales que más le gustan se decanta por dos mujeres, Marta Sanz y Belén Gopegui, “ambas tienen una determinada filiación literaria que a mí me gusta”, concluye.


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