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Crítica de la razón pura

18/09/2023@07:07:00

Durante este mes se han cumplido veinticinco años de la fundación de la empresa Google. Nadie, ni siquiera sus creadores, Larry Page y Serguey Brin, por soñadores que fuesen, podían imaginar en aquel instante que tal “buscador” iba dinamizar la red al extremo de transformar la realidad —o si prefieren, la totalidad— convirtiéndola en tan abordable, en tan doméstica, en tan a mano, que a partir de entonces bastaría con disponer de un Pc en el escritorio y de una conexión telefónica fiable, el resto consistiría en una media hora para ejercitarse y, luego, cualquiera obtendría al instante aquello que precisara entre su ingente depósito de datos, bien para salvar un abstruso problema teórico o bien para la compra de una simple caja de Aspirinas. Hoy, de sobra lo saben, hasta lo llevamos incorporado en el smartphone.

Acabo de enterarme de que la Filosofía había sido convertida en una optativa en el cuarto de ESO. Lo que dicho así, suena a pasaje de Sacher-Masoch o de Schnitzler. Y no dudo que la Filosofía pueda convertirse en una tortura según qué profesor de Lógica simbólica te corresponda, pero de erótica tiene poco salvo que se aspire a la expulsión de clase, como servidor de ustedes, cuando especulé sobre la atracción ejercida por el pubis angelical en la deducción escolástica. Y eso que ya había sido publicada En el nombre de la rosa (1980); de lo contrario, no quiero ni imaginarme cuál hubiese sido el castigo.

Retengamos en la memoria una afirmación que Lotario dijo a Anselmo en "El curioso impertinente", de Cervantes, y meditemos de achaques antropológicos. La afirmación dice: "Es de vidrio la mujer".

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Los predicados usuales en matemáticas, es decir, en geometría y en aritmética, dice Kant que son útiles al estudiar objetos físicos, que se “conocen”, mas no al hablar de ideas, que sólo se “piensan” y que carecen de objeto sensorial correspondiente. Aplicar dichos predicados en ideas, sugerimos, es causa de supersticiones, que provocan o contradicción moral, es decir, hipocresía, o indiferentismo cultual.