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Stefan Zweig

"Veinticuatro horas en la vida de una mujer", de Stefan Zweig, Alma Clásicos Ilustrados
07/12/2023@16:16:00

Hace poco tuve la oportunidad de ir a ver la exposición Maestras y acercarme por la librería del Museo, aprovechando la ocasión para hacerme con algún libro sugerente. Entre otros, me volví a casa con este de Stefan Zweig, que leí muy intensamente al llegar a casa.

Además de su amplia faceta creativa, el escritor bilbaíno ejerce la crítica literaria desde hace cuatro décadas. Reproducimos sus recientes recomendaciones de libros inscritos en diferentes géneros narrativos (novela, relato, crónica, memorias…), en el suplemento cultural “Territorios” del diario El Correo.

Amor y deseo unidos por la melancolía de lo no poseído. Ensoñaciones del cuerpo que no conocemos. De la virtud que nunca allanaremos. Del impulso de llegar a amar por encima del miedo. A nosotros. A lo desconocido. Al otro. Estos versos nacidos de la pasión por el lenguaje, que no de la experiencia, son con los que Stefan Zweig comenzó su carrera literaria.

El escritor autriaco Stefan Zweig, por sus ideas pacifistas, tuvo que exiliarse durante la Primera Guerra Mundial en Zurich e Inglaterra. Al poco de estallar la Segunda Guerra Mundial, se refugió en Brasil y fue allí donde escribió el ensayo "Magallanes", sobre el navegante portugués que inició la primera vuelta al mundo.

Zweig, buen lector, mal deportista y estudiante —como nos apunta Jesús Marchamalo en "Stefan Zwwig, la tinta violeta", la última entrega de la colección sobre autores universales que comparte con el ilustrador Antonio Santos y publica Nórdica libros. Zweig— fue, por encima de todo, un hombre que siempre persiguió la libertad.

El arrebato como forma de ser y estar en el mundo tiene sus complicaciones, pues a pesar de que en la sociedad en la que vivimos, quizá, nada sea tan inútil como lo es la poesía (si tomamos a ésta como una de las expresiones de la pasión —en este caso literaria— llevada al infinito), no es menos cierto que todo aquello que sobrepasa ciertos límites, acaba volviéndose en contra de uno mismo.

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Stefan Zweig murió en Brasil en 1942. Se suicidó junto a su esposa después de concluir el que tal vez fuera su mejor libro y su legado más valioso. He tomado prestado el título de esa obra para el presente artículo porque encuentro semejanzas entre su época, tal como él la percibía, y la nuestra, tal como la percibo yo. Al menos distingo dos grandes rasgos en común: la barbarie y la desesperanza. Comparto también su añoranza por un mundo perdido que sentimos todavía próximo y casi tangible, pero que ya no nos es dado recuperar.

Viajar es explorar la posibilidad del asombro. De ofrecer a la mirada la percepción de lo nuevo. De remover en nuestro interior la textura de los sentimientos y acumular aquello que experimentamos por primera vez a nuestro particular desván de los recuerdos. Los viajes están hechos de recuerdos, y son parte de la materia prima de la que está hecha nuestra memoria.

La curiosidad, la tenacidad, el trabajo y el silencio que acogen a toda misión importante que el hombre realiza a lo largo de su vida, son algunos de los elementos esenciales que la convierten en épica, como épica es la actitud vital de Jakob Mendel.

Hay muchas preguntas a las que jamás encontraremos una respuesta, quizá, porque no la tengan, o también porque nosotros mismos no somos capaces de encontrársela. En esa encrucijada es donde parece estar sumido el protagonista de esta historia de derrotas anímicas. Él que dedicó toda su vida a interpretar y reinterpretar la conducta del ser humano a través de la literatura, acabó, sin embargo, dibujando el retrato de la desesperanza en una huida hacia ninguna parte que sólo se puede saldar de una forma trágica.

Alianza Editorial está reeditando en edición de bolsillo la obra de Fiódor Dostoyevski. Le toca ahora el turno a Apuntes de la Casa Muerta, que ha traducido en esta ocasión el profesor Luis Abollado Vargas, haciendo un gran trabajo lleno de nuevos matices.