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Jordi Doce y Manuel Ferro
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Jordi Doce y Manuel Ferro

Presentación de “Los nombres y las manchas” de José-Miguel Ullán

miércoles 06 de mayo de 2015, 12:09h

Cuando se va a cumplir el sexto aniversario de su muerte, Galaxia Gutenberg publica "Los nombres y las manchas". Escritos sobre arte de José-Miguel Ullán. Se trata de una edición póstuma de casi todos sus textos en prosa sobre pintura, que ha corrido a cargo de Manuel Ferro con la colaboración de Marta Aguado.

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Manuel Ferro (Fotografías: Julía María Labrador Ben)
Manuel Ferro (Fotografías: Julía María Labrador Ben)

Los nombres y las manchas es una continuación de Ondulaciones. Poesía reunida (1968-2007), que fue un deseo de reunir la poesía completa de Ullán, publicado en 2008 y en el que se decidió dejar fuera todos sus textos sobre pintura, que él también consideraba parte de su obra literaria, porque iban a conformar un segundo volumen, libro que se vería truncado por el carcinoma pulmonar que le llevó a la tumba el 23 de mayo de 2009.

En esos textos en prosa existe una gran diversidad de aproximaciones: algunos son muy líricos, otros más lúdicos, con más juego tanto humorístico como verbal, y en otros simplemente aparece el artista monologando y Ullán montando el monólogo. En realidad, todos ellos reflejan la actitud de José-Miguel: el ensamblaje, el collage, la exigencia y a la vez el pasárselo bien pero no a cualquier precio porque predomina el rigor, un tono muy pasional sobre lo que él creía, pensaba, le gustaba y defendía, pero sin posturas ni adornarse.

Los nombres y las manchas no es un libro homogéneo: cada capítulo (cada artista) presenta un acercamiento novedoso en cuanto a expresividad. Incluso se aprecia en la tipografía del libro: Ullán concebía cada texto como una pieza literaria con todas las consecuencias, insertaba imágenes a veces, otras jugaba con la tipografía, en ocasiones era a texto continuo, a veces un monólogo interior, a veces párrafos muy normales.

Se trataba de una concepción lúdica del objeto libro. Puesto que eran pretextos para presentar a otros artistas, se contagiaba el deseo de que el objeto fuera lo suficientemente atractivo desde un punto de vista tipográfico y visual para que todo el mundo deseara tenerlo.

José-Miguel Ullán era un poeta heterodoxo y radical. Se creó la fama de poeta hermético pero en realidad no era así, él iba a lo suyo. Tuvo muchas facetas: un gran animador y agitador cultural, un gran periodista que entendió el periodismo cultural desde una actitud muy particular, que imprimía un carácter muy personal a todo lo que hacía, todo llevaba el sello Ullán.

Cultivaba un periodismo personal, otro tipo de periodismo que se distinguía de lo usual en ese momento, lo que en España se va admitiendo como periodismo a lo largo de los tiempos varía en función de cada director o cada jefe de sección, pero él iba por libre, como un outsider, pues hacía siempre lo que le daba la gana.

Ullán aportaba un sello personal a todo lo que hacía: era poeta, era agitador cultural, era columnista, era periodista. Por ejemplo, sus columnas en El País presentaban una singularidad, un tono irónico muy distante, trataba de transmitir al lector la distancia con la que él veía las cosas. Sin embargo, si consideraba que algo tenía interés, no se privaba de elogiarlo, por eso hay que fijarse mucho en aquello que merecía su elogio porque es prueba de gran valía.

En los textos que nos ocupan aplicaba las mismas características que al resto de su trabajo: gran capacidad para escuchar, para detectar artistas genuinos a través de lo que cuentan y de cómo lo cuentan, para observar cómo se expresan y capturarlo, pero también la fascinación por el gesto, por el trazo, por esa compulsión de escribir.

Todos los escritos incluidos en este libro son sobre artistas que a él le interesaban, de ahí que sean textos afirmativos con afinidad, complicidad y admiración. Además, todos esos artistas tenían también vocación y dimensión literaria: Saura, Tapies, Broto, Vicente Rojo, Juan Soriano.

De ahí surge que haya gran diversidad y heterogeneidad en lo escrito, con muchos registros: líricos, irónicos, lúdicos, a veces muy documentales... por ejemplo, el monólogo de Francisco Peinado resulta tan radical, tan en bruto, que crea un efecto de fascinación en el lector, le atrapa en esa espiral que reproduce fielmente su forma de hablar. Cuando ese libro fue publicado el propio artista le dijo a Ullán: Oye, así no se escribe, ¿no?

También hay un gran respeto por la palabra. Cuando alguien tiene una forma de hablar poderosa, que puede ser incorrecta desde el punto de vista normativo, pero con poder, con intensidad, con verdad, Ullán la captaba porque quería apresarla desde su gran sensibilidad.

José-Miguel Ullán fue un escritor genuino, original por completo, tanto que creaba escuela. No obstante, hay una relación con el idioma que viene de su pasión por los clásicos españoles, por el Barroco, pero también le fascinaba la música popular hispanoamericana, los boleros, la copla, el rap. Es decir, hay una mezcla de lo popular, lo culto, la jerga, lo que genera una singularidad: por una parte muy riguroso, muy exigente, muy culto, pero al mismo tiempo con grandes dosis de humor, lúdico, irónico, y esa mezcla de lo culto con lo popular genera efectos muy descacharrantes y muy divertidos. Ullán es todo lo contrario de un santón o una figura en un pedestal.

Creó escuela: por una parte hay un estilo, y por otra una actitud, inimitable, una actitud de provocación permanentemente presente. Una actitud de convertir todo lo que tocaba, un “ullanizarlo” todo. Ahora mismo sigue siendo un poeta que tiene siempre un número de lectores fieles entre los poetas jóvenes, lectores que se van renovando, se ha convertido en un escritor de culto ubicado en un discreto plano en cuanto a número de lectores, pero siempre leído. No olvidemos que su valía para la posteridad reside en su impronta personal, en su sello que podríamos definir así: “Periodismo Ullán”.

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