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Edición testing
LITERATURA > LOS IMPRESCINDIBLES - Álvaro Bermejo
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Sean físicas o metafísicas, las únicas fronteras que me interesan son las permeables. Más de que de geopolítica, hablemos entonces de “geopoética”. Un día te pierdes por la Francia secreta y, de repente, en una pequeña librería, te encuentras con lo último de Claudio Magris. ¿Qué más puedes pedir?
| | Tennesse Williams siempre fumando |
Has aparecido, perfecto en el horizonte del cielo, oh, viviente Atón. Ahora entiendo por qué los egipcios descrismaron a Akenatón: componer un himno a Atón, lo que vale por decir al sol, con la que está cayendo. Toda Europa bajo la canícula asfixiante, aplastante, obsesiva en cada conversación, en cada pantalla. El sol como emisario apocalíptico, signo de los tiempos. Al galope de los cuatro jinetes del cambio climático, la factura de los aires acondicionados, los incendios que no cesan, los pantanos que se secan, el agua como un bien escaso, no hay suficiente hielo para el próximo gin-tonic.
| | Incendios por toda España |
En el siglo I, según cuenta Estrabón, una ardilla podía cruzar Iberia desde los Pirineos a Tarifa saltando de árbol en árbol sin tocar el suelo. Hoy lo haría huyendo de incendio en incendio, mientras los “Estrabones” de servicio se limitan a imputar la calamidad al cambio climático, con la misma desvergüenza con que aquel decrépito dictador atribuía el tercermundismo nacional a la “pertinaz sequía”.
Dudoso honor el mío: nací el mismo día, mes y año en que nació ETA. Escribo desde que tengo uso de razón y, en la prensa vasca, desde hace cerca de cuarenta años. No cuento los artículos acerca del drama que nos ocupó a lo largo y ancho, pero sobre todo a lo profundo de ese tiempo, publicados con mi firma. Advertido y amenazado, como tantos. Sin ninguna cobertura, sin ningún amparo, también como tantos. Cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco ya estaba cansado de ver todo lo que había detrás: el hundimiento moral, pero también el cálculo. Te avergüenzas hasta de la condición humana.
| | Nao Victoria de Juan Sebastián Elcano |
Apenas veintiocho metros de eslora, siete de manga, sólo dos de calado. “¡Qué pequeña es!” No escuchas otro comentario entre quienes visitan la réplica de la nao ‘Victoria’ fondeada en el puerto de San Sebastián para rendir honores a la gesta de Elcano.
| | Ludwig Wittgenstein (Foto: Archivo) |
En su infancia tuvo como compañero de clase a un niño inestable con el que quizá vivió su primera experiencia homosexual, Adolf Hitler. Pese a ser hijos del rey del acero vienés tres de sus hermanos se suicidaron. Cuando viajó a Manchester para formarse como ingeniero de motores descubrió la filosofía. Ya elevado al Olimpo de los genios renunció su fortuna y emprendió una vida nómada, rozando la locura. Le veremos ejerciendo de jardinero en un convento, de camillero en un hospital y, sí, también de eminencia en el Trinity College. Devorado por el cáncer, poco antes de morir deja este epitafio: “Decidles que he tenido una vida maravillosa”.
| | Mónica Oltra y Joan Baldovía |
En 2007 Luis Ramírez comienza a trabajar como educador en el Centro de Acogida Niño Jesús, concertado con la Consejería de Igualdad de la Generalitat valenciana. Elige el turno de noche. A finales de 2016 una de sus internas tuteladas, una niña de catorce años, comienza a ser castigada con una inquietante regularidad. El castigo consiste en dormir en una habitación separada. Alegando que tiene dificultades para conciliar el sueño, Ramírez se ofrece a darle masajes. Concluye los masajes cogiendo la mano de la niña y masturbándose con ella. Al acabar su turno regresa al hogar conyugal. Besa a sus hijos, besa a su mujer. Un padre de familia ejemplar.
Era lo habitual, una misión rutinaria dentro la estrategia ‘Seek and Destroy’ -buscar y destruir- diseñada por el Pentágono para masacrar a la población survietnamita. Aquel 5 de junio de 1972 los niños que jugaban en la aldea de Trang Bang elevaron sus ojos al cielo y, al instante, cayó sobre ellos un diluvio de napalm. Sólo cinco sobrevivieron. Entre ellos, una niña de nueve años, Kim Phuc. La fotografía en que seguimos viéndola correr desnuda y quemada viva, llorando y aullando de dolor, cumple cincuenta años. No así la amnesia colectiva en todo lo que afecta a los crímenes de guerra perpetrados por la gran democracia norteamericana. Justo esa que hoy se erige en autoridad moral, sin que ningún Tribunal Penal Internacional llame a las puertas de su conciencia.
Desde los micrófonos de ‘El Faro’ Mara Torres me preguntaba lo que tantas veces me han preguntado este año: “¿Sigue habiendo dragones?” Cerca estuve de responderle con otra pregunta: “¿Alguien lo duda?” Todavía tenía en la memoria la final de Roland Garros, esa en la que Rafael Nadal se reveló como un ser mitológico y, sin embargo, monstruosamente humano.
Se puede ser reina por accidente? Le sucedió a quien estos días celebra su jubileo de platino tras sumar setenta y dos años en el trono, una marca sólo superada por el Rey Sol, Luis XIV. Isabel II se ajustó la corona a consecuencia de la muerte prematura de su padre, Jorge VI, quien, a su vez, sólo estrenó la suya tras la abdicación de su hermano, Eduardo VIII. No menos accidentada fue la elevación a los altares de quienes merecerían orquestar, a cuenta de sus otros tantos discos de platino, la banda sonora de la inquilina de Balmoral. Setenta y dos años reinando Isabel. Sesenta los ‘Rolling Stones’ que iniciaron en Madrid su última gira europea, generando el mismo fervor intergeneracional que concita la reina madre.
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