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"Votaré NO a la secesión de Cataluña" de Juan Carlos Girauta

martes 04 de octubre de 2016, 18:43h
Votaré NO a la secesión de Cataluña
Votaré NO a la secesión de Cataluña

Buen conocedor de los entresijos de la política catalana, Juan Carlos Girauta escribió esta obra en 2013. En la misma, además de observarse el carácter profético y visionario del autor, destaca su intención de incentivar a quienes no comulgan con los dogmas del nacionalismo catalán, pese a lo cual tampoco se atreven a expresar públicamente esa discrepancia por temor a la exclusión social.

Girauta pone un ejemplo que ilustra esta afirmación: “Cuando Artur Mas liquidó anticipadamente su primera legislatura y aireó su nuevo objetivo, la consecución de un , Espada consideró que era un buen momento para que una serie de personalidades catalanas a las que se presumía contrarias a la independencia se pronunciaran. Treinta y siete fueron los interrogados (…) La respuesta inmediata de dieciséis de los personajes fue…que no responderían a las preguntas. Otros dos ni siquiera acusaron recibo. Otros se mostraron bien dispuestos, pero adujeron no saber qué contestar. Al fin, sólo dos personas pronunciaron claramente el <sí> (que en una consulta sobre la secesión correspondería al )” (págs. 16-17).

Así, la actualidad y oportunidad de esta obra tiene que ver con la premisa de la que parte Girauta: “la votación (por la independencia) no nos la quita nadie; se tratará probablemente de una modalidad indirecta” (p. 48). Efectivamente, el 9 de noviembre de 2014 o las elecciones plebiscitarias de septiembre de 2015 confirmaron que los afanes rupturistas del nacionalismo catalán no son un brindis al sol. En ambos casos aquél salió mal librado, tanto desde el punto de vista judicial como desde el prisma de los resultados finales, sin olvidar la posterior implosión de CIU.

En consecuencia, antes de que tuviera lugar “la consulta” del 9 de noviembre de 2014 o la elaboración de una “hoja de ruta para la independencia”, algunas de las consideraciones hechas por el autor se han cumplido. El resultado es la evidente fractura social apreciable actualmente en Cataluña (fenómeno que cada elección, ya sea general o autonómica, corrobora).

Igualmente, en 2013 cobró protagonismo otro fenómeno vinculado al procés: la soledad del mismo. En efecto, la comunidad internacional se desmarcó de cualquier apoyo a la iniciativa liderada por CIU y a la que se añadieron otros actores (ERC, la Asamblea Nacional de Cataluña o el Omnium Cultural…). Girauta apostilla “ni un solo organismo internacional dudará un instante sobre la legalidad aplicable: es y será la que viene definida en la Constitución de este Estado de Derecho” (p.39). No obstante, a pesar de los innumerables reveses sufridos, si algo caracteriza al soberanismo es su persistencia, recurriendo a mimetizarse con otros escenarios, Quebec y Escocia en particular, que interpreta de forma sesgada.

Mención particular merece la disección que hace Juan Carlos Girauta de uno de los slogans que el nacionalismo catalán ha difundido con más intensidad en los últimos tiempos: el “derecho a decidir”, mantra que ha suplido al derecho de autodeterminación. Así, el autor evita cualquier rodeo o buenismo y sentencia que el derecho a decidir es una herramienta para la secesión, opción que es la única barajada por los nacionalistas. Dicho con otras palabras: dan por descontando que ganarán esa consulta, aunque si la pierden, como cree Girauta que ocurrirá, exigirán la celebración de una nueva.

Siguiendo este hilo argumental, reprocha que algunos partidos como el PSC contengan en su programa la “consulta”, siempre y cuando sea legal, como sinónimo de autorizada tras un acuerdo entre los gobiernos de Cataluña y España. En este punto, se puede apreciar que en el socialismo catalán predomina una peligrosa equidistancia que le ha llevado a comprender erróneamente las intenciones reales del nacionalismo.

En efecto, Pere Navarro afirmó que “la consulta no era un instrumento para la lograr la independencia de Cataluña” (p.86). Este titubeo ha propiciado la irrupción de “corrientes críticas” con la dirección del PSC (Agrupament Socialista o Avancem). Además, producto de esta división, sus votantes tradicionales han dejado de lado su histórica fidelidad, prefiriendo opciones radicales (separatistas) o constitucionalistas (Ciudadanos).

Con todo ello, el soberanismo catalán camina hacia la realización de una consulta, cuya forma no está clara. Para tal fin no escatima medios aunque no da respuesta a algunos interrogantes esenciales, como los relativos al porcentaje de participación necesaria o los relacionados con el margen exigido para que la victoria tenga legitimidad. Para responder se decanta por su recurso predilecto, la ambigüedad calculada, de la que es paradigma la siguiente explicación de Artur Mas: “todo el mundo sabe que (la consulta) no tiene una vinculación jurídica estricta (¿Estamos ante una encuesta?). A partir de esa opinión, los gobiernos se deben poner a trabajar para convertir en realidad las posiciones mayoritarias” (p. 133).

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