Una fiesta que sirve como metáfora. Así es como empieza El ocaso de la democracia: la seducción del autoritarismo, el último libro de la ganadora del premio Pulitzer Anne Applebaum, traducido al castellano por Francisco J. Ramos Mena. La fiesta, celebrada el 31 de diciembre de 1999 para dar la bienvenida al nuevo milenio y organizada por la propia Applebaum, atrajo a periodistas de Londres o Moscú. La mayoría de los asistentes, empero, eran polacos, amigos y colegas del marido de Applebaum, Radek Sikorski, quien en aquel momento era viceministro de Asuntos Exteriores en un gobierno polaco de centroderecha Si la fiesta puede considerarse una metáfora es porque dos décadas más tarde, la ruptura de Applebaum y su cónyuge con muchos de los invitados es profunda. Una gran parte de ellos han acabado integrándose en partidos que favorecen soluciones autoritarias a los problemas políticos, atacan la independencia judicial y han convertido grupos como los musulmanes o el colectivo LGTBQ en sus dianas predilectas. En Polonia, aquellos que abrazaron estos postulados se enrolaron en el partido Ley y Democracia, fundado por los hermanos Kaczynski en 2001, que viró hacia la extrema derecha después de ganar con mayoría absoluta las elecciones del 2015. Applebaum, historiadora y periodista americana, es la autora de tres libros sobre la Unión Soviética y el Talón de Acero. Su última obra, como queda patente desde las primeras páginas, es mucho más personal, el fruto de una profunda preocupación con los cambios experimentados en las democracias occidentales en los últimos años. El ocaso de la democracia no es un libro con cierto contenido teórico, como es el caso del influyente Como mueren las democracias de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, publicado en castellano en 2018. No obstante, en ambas obras se percibe una sensación de alarma acompañada de una llamada a evitar la autocomplacencia. En este sentido, Applebaum argumenta que, dadas las circunstancias necesarias, cualquier sociedad puede girarse contra la democracia. Añade que, si usamos la historia como guía, todas nuestras sociedades darán este paso en algún momento. La autora americana analiza distintos casos de deterioro democrático en el transcurso de su libro. Sin ser estos exhaustivos, sí que son generalmente representativos. Es así como viajamos por los Estados Unidos de la era Trump, el Reino Unido del Brexit o la Hungría de Viktor Orbán. Una de las anécdotas más ilustrativas recogidas en el libro tuvo lugar en una visita a Budapest de la escritora. Applebaum se encontró con Mária Schmidt, una historiadora húngara que colaboró con su colega americana en los primeros años del siglo XXI, cuando Applebaum investigaba el período estalinista en el país magiar. Schimdt es actualmente la directora de una revista húngara que sirve como caja de resonancia de los mensajes de ultraderecha de Fidesz, el partido de Viktor Orbán. En su encuentro con Schmidt, esta fingió no saber inglés y vino acompañada de un traductor y una máquina grabadora, para a continuación proceder a desarrollar algunos de los argumentos que Schmidt, como muchos otros conocidos de Applebaum, se había hecho suyos con los años. Entre ellos, la idea de que George Soros se ha adueñado del Partido Demócrata de los Estados Unidos o la tesis que la inmigración presenta una grave amenaza para Hungría. Applebaum explica que el ocaso de la democracia sobre el que advierte tiene mucho que ver con la revolución de las comunicaciones que ha socavado la posición de los medios de comunicación tradicionales. Distinguir entre teorías conspirativas e historias veraces se ha convertido en una ardua tarea. El cambio de paradigma lo resume la autora norteamericana en la siguiente frase: “la gente siempre ha tenido opiniones distintas, pero ahora parte de datos fácticos distintos.” Quizá la principal flaqueza del libro es que, al centrarse en el crecimiento de proyectos autoritarios en las democracias occidentales en la segunda década del siglo XXI, tiende a presentar a la primera década del milenio, por oposición, como un período distinto, en el que como mucho se incubaron los procesos que se desarrollarían más tarde. El caso de Francia, que prácticamente no aparece en el libro, vendría a desmentir en cierta medida el aproximamiento cronológico de Applebaum. En el año 2002, Jean-Maire le Pen, líder ultraderechista condenado años antes por defender la desigualdad de razas y negar el Holocausto, llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, donde fue derrotado con claridad por el candidato de centroderecha Jacques Chirac. Aunque el lector pueda no compartir los matices del análisis de Applebaum o su perspectiva conservadora, El ocaso de la democracia es más que una recomendable lectura. Si esto es así es en gran parte porque la trayectoria personal de la autora la convierte en una gran conocedora del panorama político del conservadorismo tradicional en Europa. Applebaum ha vivido en primera persona el giro hacia al autoritarismo que una parte de este bloque político ha experimentado en los últimos años. El hecho de haber compartido en el pasado amistad y debates con quienes ahora han abrazado causas iliberales parece haber abierto para Applebaum puertas que para otros autores investigando este cambio estarían cerradas. El ocaso de la democracia es un libro de trayectoria circular puesto que termina con otra fiesta organizada por la autora, aunque celebrada dos décadas más tarde y con muchas ausencias y novedades en cuanto a los asistentes. Era una fiesta más diversa, con gente a la que Applebaum no hubiera invitado en 1999, como ella misma reconoce. Un encuentro en el que participó una nueva generación, la de los hijos de la autora, en quien Applebaum tiene puestas muchas esperanzas. En la conclusión de un libro donde el optimismo no es en ningún caso la tónica general, Applebaum se muestra esperanzada que los adolescentes cosmopolitas que aún no habían nacido en la primera fiesta, pero disfrutaron de la segunda, sean el presagio de un futuro mejor que aún no podemos imaginar. 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