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"María Cristina. Reina Gobernadora", de Paula Cifuentes

Editorial Ariel
martes 22 de septiembre de 2020, 19:00h
María Cristina. Reina Gobernadora
María Cristina. Reina Gobernadora
Esta mujer, casada con uno de los monarcas más abyectos de la historia de las Españas, ha pasado por la historiografía como un personaje regio malvado como pocos, y es muy posible que lo fuera sensu stricto.

Fernando VII de Borbón, que sufría de macrosomía genital (María Cristina exigió que el coito se hiciese a través de una almohada delgada) era un firme defensor del absolutismo y un perseguidor acérrimo de los liberales. Era de modales bruscos, y un carácter chabacano y vengativo, y carente del más mínimo interés por la cultura. María Cristina de Borbón-Dos Sicilias estuvo matrimoniada con su tío entre 1829 y 1833, engendrando con él a la que luego sería la reina Isabel II de España.

Nacería el 27 de abril de 1806 en Palermo, y pasaría a mejor vida en El Havre el 22 de agosto de 1878. Tras quedarse viuda se casaría con Agustín Fernando Muñoz y Sánchez (entre 1833 y 1873). Su apetencia de poder fue portentosa. Todos los que se relacionaron con ella la amaron y la odiaron por igual. Debió ir al exilio en dos ocasiones; pero, sea como sea, siempre intentó introducir sus apetencias ambiciosas en todo negocio público, que fuese lucrativo para su bolsa y sus intereses más espurios.

El estilo narrativo es inteligente y ciertamente de interés preclaro, ya que utiliza a la biografía narrada como fórmula. Hasta tal punto era considerada peligrosa por los políticos españoles de la época, que cuando pudo regresar a las Españas, siendo su hija Isabel II reina efectiva, se le obligó a que no se estableciese en la península. Nunca fue una reina piadosa, aunque sí ultracatólica, ni honrada, ni sumisa. Será su hermana mayor Luisa Carlota quien influya en el Rey Felón, para que busque en ella una posibilidad de generar hijos, lo que impida que sea su hermano Carlos de Borbón el que acceda al trono de las Españas. “Le gustaba además el carácter de su cuñada la napolitana: divertido, espontáneo y franco, muy diferente al de las portuguesas, siempre tan estiradas”. Cuando llegué ante la presencia regia encontrará a un hombre de gran estatura, y una fealdad de rostro proverbial. Era necesario un embarazo, “un heredero, aunque hembra”.

El 3 de abril de 1830 se va a abolir el que las mujeres pudiesen acceder al trono español, por medio de la Pragmática Sanción. Cuando nazca la infanta María Isabel, se tratará por medio de Antonioni, de realizar una componenda con don Carlos, como consejero, y casar a su hijo con su sobrina de dos años. En ningún caso aceptaría: “Él buscaba reinar. Esto sería para mí mucha honra, pero no podría mi hijo recibir nunca el trono por su mujer”. El testamento fernandino la coloca como: “Regente y gobernadora de toda la monarquía para que por sí sola la gobernase y la dirigiese”. Llega el momento de la ansiada muerte de aquel fenómeno tan desastroso, que fue Fernando VII, y ya los españoles le odian a muerte, A la reina-viuda no le temblará el pulso para seguir en el trono y, ahora, con todo el poder. Confirmará a Cea Bermúdez como secretario de Estado. La insurrección carlista será cercenada de raíz; fusilará a los insurrectos, sean clérigos o laicos; ella interpreta que reprimiendo con mano dura estas proclamaciones a favor del carlismo, conseguirá dejar las riendas del poder en sus manos, y no tendrá el hecho mayor transcendencia. Agustín Fernando Muñoz será nombrado, por amor encendido, gentilhombre de lo interior, que era quien acompañaba obligatoriamente al monarca en la Santa Misa y en las comidas. A los tres meses de la muerte del rey Fernando VII se casarán. Ya ha sido guillotinado, un 21 de enero de 1793, el rey Luis XVI de Francia, de unos escasos cuarenta años, y los monarcas ya no son de derecho divino, los pueblos les discuten. Ella cumple el axioma acuñado por sus enemigos de “María Cristina te quiere gobernar”.

En 1812, la Constitución denominada LA PEPA había pretendido resolver todas las tensiones territoriales entre León, Castilla, Navarra y Aragón, y los territorios que conformaban esos reinos; pero Fernando VII rompió esa armonización, y retomó el camino de los intendentes que él pudiese controlar directamente. Será Javier de Burgos, secretario de Estado de Fomento, y luego ministro de Hacienda, en el año 1833, quien sin despreciar a las regiones, creó un sistema provincial, que pervive hasta la actualidad, con una población provincial entre los cien mil a los cuatrocientos mil habitantes; aunque como siempre una de estas regiones sería maltratada por el ministro, ya que define al Reino de León en sus provincias de Salamanca, León y Zamora, orillando que el dicho Reino o Corona de León abarcaría, cuanto menos, Galicia, Asturias y Extremadura, amén del País Leonés (Salamanca+Zamora+León). “Creía en Dios y adoraba en Espartero”, nada la podía perjudicar si estaba acompañada por el espadón vencedor de los carlistas; quien estaba a favor de que no sancionase la Ley de Ayuntamientos. “Es muy sencillo: que observe la Constitución y gobierne con independencia de los partidos”. Los españoles querían a Espartero y lo tendrían como presidente del Consejo de Ministros.

La reina renuncia a su regencia y se marcha al exilio de Francia, hasta que el gobierno de O’Donnell derroque al gobierno de Espartero, quien “¡estaba intentando crear una reina progresista!”. El cónsul francés Ferdinand Lesseps alentará a los barceloneses contra el general. En 1845 se crea una antisocial Constitución, se suben los impuestos indirectos, la Iglesia Católica recibe prebendas. La reina aboliría la esclavitud, pero no la trata, ya que los terratenientes azucareros cubanos necesitaban a los esclavos para ser mano de obra fuerte y barata. Agustín murió cinco años antes que ella. “… Incluso estuvo dispuesta a perder el trono…”. Estupenda obra y muy recomendable. Ut placeat Deo et hominibus!

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