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Susana Rodríguez Lezaun
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Susana Rodríguez Lezaun

Entrevista a Susana Rodríguez Lezaun: "¡Mis historias son luminosas! No siempre tienen final feliz, pero sí que tienen luz"

Autora de "Bajo la piel" (Harper Collins Ibérica)
miércoles 10 de febrero de 2021, 17:17h

Tras ausentarse de España en su penúltima novela, Susana Rodríguez Lezaun vuelve a Navarra (y a Huesca) de la mano de Marcela Pieldelobo una investigadora marcada y atormentada, que carga una pesada mochila, una hija del Norte, recia de carácter, acostumbrada a afrontar las inclemencias del tiempo y de la vida casi por igual.

Susana Rodríguez Lezaun
Susana Rodríguez Lezaun (Foto: María Cantero)

Mismo género literario, nueva protagonista. ¿Nos la presentas?

Creo que lo mejor es que se presente ella misma con un pequeño párrafo de la novela: «Inspectora Marcela Pieldelobo. Treinta y cinco años. Divorciada. Sin hijos. Destinada en la comisaría de Pamplona desde hacía casi una década. Ninguno de aquellos datos decía nada sobre ella. Frías realidades que apenas raspaban la superficie. Letras y números en el documento de identidad. Nada más».

Marcela Pieldelobo es una mujer poco amiga de las medias tintas, ni en lo laboral, ni en lo personal. Excesiva en sus formas y en sus pensamientos, lucha por ser eficaz. Su vida actual no es fácil, aunque compensa los malos momentos con otros más gratos que pasa junto al inspector Damen Andueza, de la Policía Foral, o en su casa de Zugarramurdi con su amigo Antón Errea.

He de reconocer que Marcela se ha quedado con la mitad de mi alma, podría decir que para crear este personaje he tenido que poner toda la carne en el asador. Por eso no puedo dejar de sentir una especial predilección por ella. Espero que los lectores capten también toda la profundidad de la personalidad de esta mujer.

Por cierto, ese apellido, Pieldelobo, ¿existe?

Claro que existe. Me gusta que mis novelas, aunque sean ficción, tengan una amplia base de realidad en la que el lector se sienta cómodo y pueda reconocerse. Pieldelobo es un apellido poco extendido, es cierto, y en su origen estuvo relacionado con el gremio de los curtidores de pieles. En su día era relativamente frecuente en la meseta castellana, pero hoy es un apellido raro, es decir, que hay menos de cincuenta personas que lo llevan, o menos de cinco por provincia, así que no lo recoge ni el Instituto Nacional de Estadística, pero existir, existe.

Un pasado traumático convierte a Marcela en un ser atormentado. Cargar con tus desgracias mientras resuelves casos es una dura tarea…

Todos arrastramos nuestra propia mochila cada día, en cada momento. Creo que lo que tenemos que hacer es intentar que esa mochila, tan pesada muchas veces, tenga ruedas. El peso seguirá ahí, pero será más llevadero. Hay que saber gestionar el dolor, la frustración, la pérdida, el fracaso… La mochila de Marcela Pieldelobo es bastante grande y pesada, y no ha sido capaz de ponerle ruedas, así que carga con ella sobre la espalda. Eso es muy duro. Por momento no ve la salida a las situaciones, al caso, a la vida… Y se frustra, claro. Pero es una mujer fuerte y se niega a rendirse. A nivel literario, esa fuerza, esa testarudez, la hacen muy atractiva.

En tu novela anterior, Una bala con mi nombre, nos llevabas a Estados Unidos. ¿Por qué te fuiste y por qué has vuelto?

Me fui porque necesitaba unas vacaciones, y he vuelto porque echaba de menos Navarra. Me explico: cuando terminé la trilogía de Sin retorno estaba bastante cansada, tanto física como mentalmente. Necesitaba un descanso, y Una bala con mi nombre fue eso para mí. Me encanta leer thrillers, pero nunca había escrito uno, así que me lancé a la aventura. Me divertí, me reté a mí misma y vacié mi cabeza de todo lo anterior. Ahora, descansada y llena de energía, he vuelto a Navarra para empezar un nuevo desafío de la mano de Marcela Pieldelobo. Navarra me inspira, el paisaje se convierte en un personaje más, tengo a mano historias increíbles que enriquecen la trama… Casi podría decir que como en casa, en ningún sitio.

Marcela es oscense, de Biescas, vive y trabaja en Pamplona y se refugia en Zugarramurdi. ¿El Norte impone carácter?

¡Por supuesto! (risas) Qué voy a decir yo, que soy del norte… Creo que el clima y la orografía imprimen carácter, desde luego. Aquí, el frío es un compañero durante muchos meses, igual que la lluvia, la niebla, las crecidas de los ríos, los bosques cerrados, las noches larguísimas, los días grises… Aprendes a vivir así, por supuesto, y a disfrutar del sol en cuanto aparece. Suelo decir que la gente del norte somos como las lagartijas, en cuanto sale un rayo de sol, nos lanzamos todos a la calle. Creo que la gente de estas regiones es recia de carácter, está acostumbrada a afrontar las inclemencias del tiempo y de la vida casi por igual.

¿Recuerdas cuál fue la idea inicial de esta novela?

En ese caso es la primera vez en mi vida como escritora en que he ideado la trama al servicio de un personaje. Hasta ahora siempre había sido al revés, imaginaba un caso y veía qué personajes necesitaba. En esta ocasión lo primero que hice fue «ver» a Marcela, escucharla, acompañarla a tomar una cerveza, construir su casa en Zugarramurdi, y después construí un mundo y un caso a su medida.

La novela nos lleva a un rincón de la sociedad española que parece imposible en el siglo XXI: el que ocupan los fanáticos del Opus Dei.

Debo decir, de entrada, que en el Opus Dei, como en cualquier otra religión u organización religiosa, de cualquier creencia, hay gente que realmente vive su fe con humildad y dedicación y gente que está ahí para medrar. El Opus es una organización muy poderosa y muy visible en Navarra. Cuentan con importantísimas instituciones educativas (la Universidad de Navarra) y sanitarias (el Hospital Universitario de Navarra). Además, muchas de las grandes familias de la región pertenecen a la Orden, y son las que controlan las empresas más importantes. Desde luego, las cosas han cambiado mucho desde los años setenta del siglo pasado hasta la actualidad, pero todo lo que aparece en la novela está basado en la realidad, de eso puedes estar seguro.

El papel de las mujeres policía en la ficción negra no deja de aumentar, sospecho incluso que hay más en la ficción que en la vida real…

Es cierto que cada vez hay más mujeres investigadoras, tanto en la ficción como en la vida real, y creo que en ambos casos donde hay menos, prácticamente ninguna, es en los altos cargos. El famoso techo de cristal… Sin embargo, si entras en una comisaría puedes ver cuánto han cambiado las cosas, afortunadamente. Las mujeres son una presencia real, constante y cada vez más numerosa en todas las policías del país, las agentes femeninas ya no son algo testimonial, y tampoco lo son en la ficción, porque la novela negra es en buena parte un reflejo de la sociedad en la que se desarrolla.

La historia, que no destripamos, es muy dura. ¿Escribirla también lo fue?

Así es, no ha sido nada fácil escribir esta historia, y muchos menos algunas escenas. Sin embargo, el resultado es muy gratificante, haber sido capaz de sacar adelante esta novela ha supuesto una enorme satisfacción. Creo que el lector sabrá apreciar cuáles han sido los momentos duros y valorará el esfuerzo. He decir que, por supuesto, volvería a hacerlo. Los malos ratos han merecido la pena.

¿No te ha tentado alguna vez la idea de escribir una historia luminosa con final feliz?

¡Pero si mis historias son luminosas! No siempre tienen final feliz, de acuerdo, pero sí que tienen luz, una luz desteñida, amarillenta, manchada con el humo del tabaco y salpicaduras de sangre… pero luz, al fin y al cabo. Son las historias que me atraen, las apenas iluminadas, las que muestran el lado oscuro del alma, del ser humano, que sacan a la luz el sufrimiento de las personas, o los personajes, en este caso. Eso también es luz, y la verdad es que no me veo escribiendo bajo otro foco, al menos no en este momento, pero ya sabes que lo mío son los retos.

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