He aquí un hombre breve en vida (murió cuando aún no contaba los treinta años) pero, acaso por ello (consciente desde un primer momento de su grave enfermedad) lúcido, crítico y extraordinariamente original en su pensamiento que no es sino su poesía. Tal circunstancia le otorga, derivadamente, una condición de héroe vital para el lector; el haber de trasladar el contenido secreto de la vida (una opinión libre, crítica, desnuda de evocaciones dada su propia realidad) le otorga una especie de discurso devenido en originalidad, en cualidades de una justicia poética que, al fin, el buen lector también está necesitado de conocer como mensaje, como dialéctica vital. El poeta, brillante, incisivo, con una palabra muy bien avenida al discurso, no defrauda, antes al contrario, elabora con perfecta fidelidad a su causa mortal una proclama digna de ser oída: “La sangre de los mares circula por los corales/ El corazón rotundo del agua retumba en mis oídos/ Estoy en el fondo del cielo de las olas (una imagen preciosa ésta, muy evocadora)/ En los sótanos de las aguas profundas/ A la luz asesinada del cristal fúnebre (una imagen un tanto pleonásmica, que constriñe anímicamente al lector)/ Peces menudos como juguetes de platino/ Recorren mi pelo que ondea” Una especie de llamamiento, de lamento ensimismado pero lleno, a la vez, de contenido del ser, de valor testimonial como reflejo de una emoción llevada a cotas muy altas y prístinas. La realidad, para el poeta, que por lo común se elabora a base de emociones e inteligencia comprensiva, aquí adquieren una relevancia sustancial que, al menos por dos razones, prenden en la atención del lector: de una parte el convocar de una manera apasionada a todo aquel que se acerca a su decir, a su identificación con el lenguaje definidor; de otra, por la exigencia requerida para una comprensión cabal de aquello que no desea definir, antes bien tiende a propiciar una reflexión añadida por parte de ese lector que ha caído ya en la red dramática del discurso. El caso es que, al fin, el decir poético está constituido precisamente de estos elementos dramáticos, dialécticos. ¿Acaso la poesía no viene elaborada en ese camino propio donde confluyen las dos soledades de autor-lector? Concluye, no obstante, este iluminado poema, ‘Paseo marino’ con lo que puede ser una respuesta constructiva, ya que la poesía no condena jamás, sino que expresa un interior distinto, un si es no es esperanzado o ‘viajero’: “En vano intento silbar/ Es como si atravesara la masa de una melancolía/ Y como si siempre hubiera sido así/ a medias hermoso y a medias triste”. Sí, triste será aquel que no lea (que no se lea). https://ricardomartinez-conde.esPuedes comprar el libro en:
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